La violencia vuelve a salpicar al fútbol. Tres aficionados del Zaragoza sufrieron el pasado domingo, a su salida del partido ante el Alcorcón, una brutal agresión por parte de 15 personas que, presuntamente, pertenecían a las juventudes de El Avispero, grupo ultra del Real Zaragoza. Uno de ellos, que se identifica con el nombre ficticio de Carlos por miedo a represalias, tuvo que recibir asistencia médica por un puñetazo que le rompió el tabique nasal y por el que ha interpuesto una denuncia a las autoridades.

Los hechos se remontan a las 20.30 horas del domingo. Después de asistir al encuentro en La Romareda los tres amigos caminaban por la Plaza San Francisco cuando se percataron de que un grupo de personas se encontraban subidas en una valla. "Cuando los vi ya empecé a marcar el número de la Policía porque me dio un pálpito. Pero nos abordaron y ya no me dio tiempo", recuerda Carlos.

El exaltado grupo comenzó a gritar a los tres aficionados frases como : "Somos de las juventudes del Avispero". "¿A que vosotros sois Ligallos?", "No seáis cobardes". Y los insultos pasaron a violencia física cuando los tres aficionados pretendieron seguir su camino. Unas 10 personas del grupo de violentos se enzarzaron a golpes con sus víctimas mientras el resto esperaba a participar en la reyerta si sus compañeros no eran capaces de doblegarlos. Uno de los amigos de Carlos asegura que tuvo que esquivar bastantes puñetazos y que la agresión a Carlos "se produjo en un visto y no visto. Cuando nos quisimos dar cuenta Carlos estaba en el suelo sangrando", señala.

"Fue todo muy rápido, éramos tres y no queríamos ningún jaleo. Ellos nos debieron de confundir porque uno de nosotros llevaba una camiseta de los Ligallo, pero no es del grupo, simplemente le gusta animar", argumenta Carlos. Ligallo y El Avispero ya tuvieron un encontronazo en Soria en el enfrentamiento ante el Numancia.

Tras la agresión, el grupo radical se disolvió y los viandantes llamaron a la Policía, que llegó al lugar de los hechos e intentó dar con los agresores, aunque sin suerte. Carlos tuvo que marcharse a un centro hospitalario y de madrugada salió con el tabique nasal roto, sin desplazamiento, pero con la fuerza suficiente para dar a conocer un caso que, espera, sea el último.