En su mejor temporada profesional, en un magnífico partido, Ángel Rodríguez ha desclavado al Real Zaragoza de la cruz del descenso con su 18º gol. Todavía queda camino para confirmar la permanencia, pero se recorrerá sin corona de espinas en el corazón. El Pichichi es el mejor con diferencia y ha asumido, una vez más, ese rol para entregar a sus compañeros una victoria vital. Ratón sacó un pie oportuno y una mano milagrosa para evitar el empate del Mallorca, que en su lenta agonía tuvo un par de ocasiones muy aisladas. El portero activó su colección de reflejos en un partido que le exigió poco trabajo pero intenso. Suya fue la defensa de los tres puntos, si bien el triunfo lleva el nombre luminoso de Ángel, que de principio a fin expuso su versión de cazador insaciable y una brutal capacidad innata para meter horas extras fuera de contrato. "Con Ángel tenemos una mina de oro, un jugador que además mete miedo a las defensas", dijo César Láinez para elogiar a su futbolista. Efectivamente, es una joya en el fango.

El Real Zaragoza ha subido el listón de la posesión y de la paciencia en la elaboración. Con Láinez, el equipo se ha ganado esa definición durante buena parte de los encuentros. Sin embargo no logra desprenderse de un declive progresivo según corre el reloj, de un pánico que le atenaza incluso contra un rival como el Mallorca, paquidérmico en ataque, reo sin duda de su proximidad con la tragedia. El único que conserva el mismo nivel competitivo de sol a sol es Ángel. Cuando sus compañeros empiezan a resoplar, él derrocha salud y pilota la ambulancia con alegría. Arriba y abajo, a derecha y a izquierda, pelea el 9 con tal fe que La Romareda corea su nombre para premiar al titán. Su derroche es un espectáculo.

Presiona, gana las espaldas por velocidad y mantiene a todo el complejo defensivo en constante estado de alerta. Pero no es sólo ese desgaste fundamental lo que le distingue. Ahora, su ingente desgaste va acompañado de su naturaleza de goleador. En Almería marcó un tanto precioso. Contra el Mallorca hizo otro genial que además supone que el Real Zaragoza respire a pleno pulmón después de una campaña sufriendo todo tipo de alergias, en todas las líneas y sin excepción, con constantes y dolorosas visitas a la sala de urgencias. Su transfusión de vitalidad ha salvado a un equipo que tenía muy mala cara.

Agazapado en el segundo palo esperó un saque de esquina de Lanzarote. Se elevó y, de cabeza por primera vez este ejercicio, metió el balón por la cerradura, por un espacio imposible, cruzando su remate por encima de Santamaría y burlando la defensa antiaérea del Mallorca. Así puso fin al calvario del Real Zaragoza, perenne penitente que reza frente a la mina de oro de Ángel.