Ángel gusta con moderación cuando marca y es criticado con ferocidad si falla lo increíble. No es un delantero para la historia ni para el cariño. Convence y desespera. Vive de la caza o de la doma de los meteoritos que le llegan, por lo general, desde 50 metros de distancia, prácticamente ajeno a dulces asistencias de sus compañeros más próximos. Trabaja de sol a sol en todos los partidos y mete horas extras, como si en cada carrera luchara por ganarse un euro para una familia numerosa que le espera en casa pendiente de su sueldo como único sostén económico. Por el camino se deja la vida en la presión, en esfuerzos agónicos, en disparos al poste, en buen número de malas decisiones y errores.

La intermitencia de las luces y las sombras de su rendimiento le ha instalado, sin embargo, entre los delanteros top de Segunda con sus 13 dianas, la mayoría de atacante completo, de dominador de suertes diferentes como el manejo de las dos piernas, el oportunismo y la contundencia. No hay quien entienda a este 9 que lo mismo dinamita la red que la cabeza de un espectador distraído, pero es inútil perder el tiempo en ese ejercicio analítico porque vive en su mundo por imposición táctica y por una naturaleza de goleador incompleto. Tan lejos de la portería que se aleja de ella para buscar protagonismo y participación; tan cerca que se atropella...

El Real Zaragoza, pese a todo, tiene en su figura al mejor jugador de la plantilla, de un grupo en el que no hace falta demasiado para sobresalir del resto. En un análisis limpio de polvo y paja, de sentimientos, emociones y preferencias puntuales, Ángel dispone de la llave para evitar que el desvalido equipo que entrena Raúl Agné no vea comprometida su permanencia en Segunda. Lo más probable es que, de aquí a final de temporada, nada cambie. La defensa seguirá siendo un laboratorio de experimentos que salta por los aires al mínimo despiste; el centro del campo trotará lento por una estepa de creatividad y nula profundidad, y los creativos' continuarán divorciados de las musas del último pase. Tampoco variará Ángel, que de mantener esa progresión realizadora firmaría un curso estupendo en lo personal, el mejor de su trayectoria profesional si supera los 16 goles que hizo con el Elche en la campaña 2010-2011.

Sin transición ni posibilidad de aplicarla.. Sin extremos punzantes... Sin asistentes fieles... El Real Zaragoza está condenado a sus limitaciones y a explotar la única virtud que ha extraído o hallado entres sus múltiples defectos de forma y de conceptos: que su cazador de meteoritos traduzca en el mayor número de goles posible la lucha desordenada y visceral de sus compañeros y su propio caos. Infravalorado, elogiado en la clandestinidad o abiertamente cuando celebra un gol con la afición, la salvación depende de que Ángel sepa desenvolverse tan bien como hasta ahora en el infierno para vencerlo.