El Real Zaragoza ha sacado la cabeza del infierno con su nuevo traje. Y lo ha hecho con solvencia. Con cinco de los seis fichajes de invierno en la alineación y las dudas de cómo se comportaría el equipo con ese número de debutantes, la mayoría con escaso recorrido competitivo esta temporada, el conjunto aragonés tuvo sus momentos bajos frente a un Leganés tan bien armado en defensa como escaso de ambiiciones para ser el segundo clasificado. Vuelve a confirmarse que a Liga Adelante no tiene propietario, que es un terreno sembardo para los entusiastas, y la muchachada de Carreras lo fue hasta en sus peores momentos, cuando los madrileños tuvieron el balón y un par de oportunidades muy claras. Se le notó que le falta por engrasar la maquinaria y el sistema, pero superados los complejos elevó su vuelo para plantarle cara a la muralla madrileña. Hasta derribarla.

El entrenador del equipo aragonés metió de principio a Campins, Guitián, Ros, Culio y Lanzarote. Ninguno de ellos brilló con continuidad en una cita muy exigente, peor todos respondieron con regularidad y la entrega propia del primer día, cuando se da todo y algo más en la pelea, en las ganas de agradarse a sí mismos y a la afición. Hubo una velocidad más pese a que el Leganés mandará en la primera parte con Omar y Sastre de conductores. La escuadra de Garitano, como era lógico, trabajó el encuentro desde el oficio, el control del balón y de los espacios. Se sentía superior y llegó a poner en serios apuros a Manu Herrera sin arriesgar más allá de los necesario. En ese periodo, el Real Zaragoza mantuvo el pulso con muy poca presencia ofensiva, alimentando su ataque casi siempre a balón parado.

Se corría el peligro de no marcar antes de que cayera el invierno físico sobre los nuevos. En este sentido Carreras, por primera vez, apareció con decisiones claves para lo que restaba de partido. Primero dio entrada a Sergio Gil y después a Hinestroza, quien descorchó a la defensa del Leganés con la frescura del suplente y la calidad que buscaba el técnico para este tramo. Un penalti sobre Culio fue recibido como un tesoro, pero hubo que devolverlo ya que Ángel erró la pena máxima. O la detuvo Serantes, espectacular en su estirada. El fantasma de la falta de gol se paseó por La Romareda. Una oportunidad de ese calado tirada a la basura...

Pero Hinestroza estaba desmelenado y desde la izquierda, es decir a pierna buena, centró al corazón del área pequeña del Leganés, justo la zona mejor resguardada de los madrileños. Allí acudió Ángel impulsado por la ira de su error anterior y con el instintinto del goleador que lleva dentro. Entró como una bala, pleno de decisión, para marcar un tanto de oro según estaba ya el encuentro. El equipo de Garitano se vio en un escenario insospechado, castigado con justicia por su falta de onvicción y por un rival quizás con menos pelota pero con mucha mayor decisión. Antes de la caída del telón, cómo no, Pedro sacó un balón que entraba. De cabeza, bajo el larguero. ¿Que hacía por allí? Sin duda se personó animado por el sacrifico del resto de sus compañeros para sumar tres puntos que eran imprescindibles para creer en la renovación de enero y, sobre todo, para mantener con vida la esperanza de que la promoción de ascenso es posible. Ahora vienen dos salidas consecutivas. A Córdoba y Pamplona. Y tiene que seguir ganando.

Esta tarde no ha sido un equipo maravilloso, pero sí un equipo con más carácter, atrevimiento y mejor posicionado sobre el campo. Ha aprobado un hueso de asignatura. Puede sentirse feliz 24 horas, no más. Los exámenes duros se van a suceder, aunque ha dado señales de un repertorio diferente en el campo y en la dirección técnica. Es un paso de gigante en el maratón que le espera.