El diseño veraniego del Real Zaragoza estaba preparado para la mejor pasarela de la Liga. A falta de nueve jornadas para el término de la temporada, se debate por la permanencia en Primera División, totalmente despojado de aquel glamour, erosionado por un brutal proceso degenerativo y sin la coraza necesaria en la plantilla para afrontar una batalla tan cruda. Tan solo ocho jugadores --nueve si se suma a un Cuartero que por su lesión no podrá participar en lo que resta de curso-- han vivido esta situación extrema en sus carreras deportivas, aunque muchos de ellos de manera fugaz.

César Sánchez, Generelo (operado hoy y baja hasta final de campaña), López Vallejo, Óscar, Juanfran, Luccin, Sergio Fernández (en la enfermería hasta la próxima semana) y Sergio García han circulado en alguna ocasión por las estrechas y angustiosas arterias que conducen al infierno. La experiencia del conjunto aragonés para hacer frente a este delicado trance de supervivencia es, por lo tanto, mínima. Estaba preparado para volar y hoy sortea tumbas en el camposanto, una de ellas insinuando su nombre en la lápida.

RIVALES CURTIDOS. Todos sus rivales directos están más o menos curtidos para una situación que, pese a todo, no se lleva jamás bien aunque se tenga prevista desde el principio. Este domingo se mide a domicilio al Valladolid en un pulso devastador en caso de derrota, y acude a él (salvo milagro inesperado en Rotterdam con Matuzalem y descartado Aimar para este choque) con los justos para hacer la alineación. Manolo Villanova, además de seguir puliendo aspectos deportivos y remendando el once forzado por las ausencias, tiene un trabajo añadido para inyectar en el grupo una sobredosis de competitividad para que el Zaragoza se adapte a un escenario que la mayoría de sus futbolistas desconoce.

César Sánchez y Óscar González, precisamente excomponentes en diferentes etapas del Real Valladolid, son los únicos que han luchado de una manera continuada por la salvación, y no siempre con éxito. El portero tuve una presencia casi testimonial en sus primeras tres temporadas en Pucela. Debutó en 1991, el único partido que jugó, y el Valladolid descendió. Con él como titular, el equipo atravesó un periodo bastante menos agitado de 1995 a 2000, año en el que fichó por el Real Madrid. Óscar no tuvo tantos sobresaltos como el guardameta, pero pasó sus apuros sin poder evitar que el club terminara cayendo a Segunda coincidiendo con su llegada al Real Zaragoza en la 2003-2004.

Esa misma campaña, Juanfran, Luccin y Sergio Fernández perdieron la categoría con el Celta. Los tres se fueron a pique de la mano, pero fue un golpe en seco después de los años gloriosos del conjunto gallego de la mano de Víctor Fernández. No tuvieron tiempo de sufrir más allá de ese curso. Juanfran había tenido un estreno dulce en el Valencia antes de aparecer por Balaídos y Luccin pasó tres años posteriores en un Atlético gris aunque sin apuros en la clasificación. De este trío, es el central asturiano quien acumula momentos de mayor tormento. En el Sporting de Gijón, su club de formación, dio el salto a la élite con la soga al cuello. Al final, antes de irse a Vigo, no pudo evitar el que sería su primer descenso.

Sergio García estuvo un curso cedido en el Levante de Bernd Schuster, que se fue veloz de Primera, y López Vallejo no lo pasó bien en el Osasuna de la 93-94 pese a que solo disputó un encuentro. Contempló muy joven un fracaso que le tocó de refilón y tuvo sus días de dificultad en el Villarreal. Generelo. quien nada podrá aportar en este duro examen final, sumó experiencia del sufrimiento en su periplo como cedido en el Nástic.

Del resto, casi todos han tomado el sol y la gloria en el ático de la Liga o, por lo menos, han tenido un viaje sin accidentes ni grandes obstáculos en sus trayectorias. Ayala, Aimar, Matuzalem, Gabi, Oliveira, Pavón, Diogo, Paredes, Milito... El Zaragoza está ahora en otro mundo, extraño y hostil para una colección de futbolistas desacostumbrados a la presión de la zona baja. No les queda más remedio que aprender a nadar rápido entre tiburones ávidos por devorar dulce cabello de ángel.