No supo explicar Lluís Carreras las razones del cambio. Quizá no quiso. Pretendió rezumar optimismo, aunque en el fondo se le apreciara el desengaño natural de cualquier zaragocista. Provocó irritación el comportamiento del equipo en la segunda parte, cuando se acható ante un rival menor, por no decir malo, por no pensar el peor. "Les preguntaré a ellos", dijo el técnico. "Ellos" son los futbolistas, que compusieron un segundo tiempo espantoso, el peor de las últimas semanas al poner al rival en el contexto. Casi nadie funcionó en la ruleta de variaciones que desnudaron la verdad al fondo del armario. Ha insistido en este asunto el técnico casi desde que llegó. No parece tanto. Quizá en algún caso vale. No en otros, desde luego. Algunas diferencias son exageradas.

No hay otro Hinestroza de momento en casa. Si lo hay, es Jaime, pero aún no está para tardes envenenadas como la de ayer. Tampoco hay Lanzarotes, aunque pudiera parecer que Pedro se le asemeja. Podría ser cuando quiere. Si quisiera... Ayer no era tal día. Imprescindible en otros tiempos, en Ponferrada no aguantó el encuentro el alicantino, sustituido con veintitantos minutos por jugarse y un partido por ganar. Fue decepcionante otra vez en el fútbol de ataque, sin desbordes ni irrupciones al espacio. Demasiadas pérdidas, poca precisión y el trastorno lógico en el funcionamiento del equipo. A balón parado, además, se manifestó insoportable. Nada nuevo. No igualó ninguna de las virtudes de Lanza. El catalán toquetea lo justo, incluso participa con menos frecuencia en el juego, pero no lo interrumpe. De hecho, pone intención en cada balón, trata de mejorar las situaciones de sus compañeros, enriquece al equipo. Hoy por hoy, con este armario, es incomparable. Viste de Armani.

A la izquierda, ya se sabía que Sergio Gil no iba a reproducir las prestaciones de Hinestroza. Pero se esperaba más de él, sin duda, a su estilo. Tuvo espacio y tiempo en la primera mitad para desenredar el partido desde su ala, lugar donde la Ponferradina se ahuecó, seguramente de manera premeditada. No aprovechó el día ni el lugar. Estuvo timorato, inconsistente, tierno.

Gil, pasado y presente

Se dirá que algunos de estas particularidades corresponden a su edad y condición. Es cierto. También lo es que nada tuvo que ver su fútbol con lo que había asomado tardes atrás, como ese día ante el Llagostera en que Carreras se quitó el sombrero: "Ha hecho un partidazo. Ha hecho lo que se le ha pedido, entiende muy bien el fútbol. Te da talento, control del balón, pausa...". Sí, jugó exactamente en el mismo sitio que ayer. Pero bien.

Se puede pensar, se debe, que el fútbol ha sido un tanto irrazonable con este futbolista, que ha juntado cuatro ratos con el Zaragoza en Segunda y tendría que llevar 50 partidos, por decir. Si se le necesita, si se le quiere para el futuro, habría que haberle limpiado el camino de desconocidos temporeros de cuyo nombre no quieren acordarse. No lo hicieron y eso se paga en días como ayer. El chico, claro, también debe asumir las culpas de su indolente representación.

Sí se ha abrigado a otros como Diego Rico, que se mantiene en el once pese a sus equivocaciones. Ayer se zampó el balón que precedió al gol en una maniobra nefasta con Acorán, y al otro lado no fue suficiente con Dongou, que dejó otros cuantos detalles estupendos entre penalti y penalti. Dos le hicieron, ninguno pitado. Faltaron pues demasiados futbolistas imprescindibles. Como Hinestroza, Lanzarote o el Culio sano, que habría convertido en autopista el pasillo de luz que le abrieron a Gil. Los otros, hoy, no son los unos. Al fondo del armario, se ve, queda ropa de menos calidad, alguna incluso pasada de moda.