No se cansó el Real Zaragoza la pasada temporada de congelar el debate sobre un ascenso que sintió siempre muy lejos. Solo en los últimos momentos creyó, pero le faltaron unos minutos de suerte y mucho meses de buena preparación. Desde el club nunca se quiso poner presión sobre sus jugadores, se negó a llamar fracaso a la posibilidad de haber quedado fuera de los playoffs, pese a que la condición propia de su nombre, su historia, su ciudad, su gente, siempre van a obligarle a estar entre los mejores. No será lo mismo esta vez que la ilusión se ha convertido en obligación.

Casi desde el día después del batacazo de Las Palmas, el Zaragoza consideró que debía dejar de ser cordero para vestirse de lobo, al menos verbalmente. Quiere ser fiero desde el minuto 1 de la Liga, una vez considerado que se ha trabajado con tranquilidad y acierto en la confección de la plantilla. Quedan algunas caras conocidas que formarán el núcleo del equipo, con Bono, Vallejo, Mario, Rubén, Dorca y Pedro representando la esencia del león herido. Hay más músculo que talento, pero se entiende que esa es la fórmula correcta para recuperar la sonrisa.

Han llegado trece futbolistas, algunos ya conocidos como el eléctrico Jaime, y otros con apariencia ganadora como Hinestroza, el colombiano que jugó la pasada campaña con el Getafe en Primera. De esa misma categoría llega Ángel (Eibar), el hombre llamado a llenar el vacío goleador que dejó Borja Bastón. Del resto destaca quizá el exotismo de Hasegawa, una apuesta del entrenador, que lo dirigió en la Liga japonesa. Poco más. Martín González ha elegido para la ocasión una plantilla larga, que supone más fiable individual y colectivamente. Dice que igual el equipo no es tan "bonito" como la pasada campaña, pero, en general, hay optimismo. El final de la pretemporada, con el Carlos Lapetra como noche enmarcada, avivó la ilusión de un bloque que, esta vez sí, ha sido adoctrinado para que desde el primer día se manifieste solo en términos de ascenso.

Al mando del cuadro blanquillo se mantiene Ranko Popovic, que tendrá que demostrar desde bien pronto que es el capitán idóneo para conducir al equipo a Primera. La temporada pasada dejó muchas dudas y un sinfín de bailes en las alineaciones y en los sistemas de juego poco convincentes. Ahora, olvidado aquello del jogo bonito con el que aterrizó en La Romareda una vez desplazado Víctor Muñoz, se le piden, sobre todo, resultados, victorias que devuelvan al club aragonés al territorio futbolístico de los grandes, el del dinero, el del futuro.

El club ha conseguido este verano que la Liga de Fútbol profesional le aumentara el límite salarial de la plantilla, que se ha situado en los 4 millones de euros, con un presupuesto general que rondará los 7. En fin, que deja de ser pobre para convertirse en uno de los favoritos a subir directamente a Primera, al menos en el apartado crematístico. Olvidadas las guerras con Hacienda, se espera una temporada mucho más tranquila en los despachos, al menos aparentemente. Otra cosa es el futuro. Saben los patronos que el margen es estrecho, que todo se haría casi imposible si el equipo se estrella por tercera temporada consecutiva en Segunda División. Hay que hilar fino en las cuentas y en el banquillo para que el equipo rinda. Después, además, confiar en la respuesta de una afición agitada y preocupada de la que se espera que llegue el empujón final en estos últimos días del verano.