Bueno, pues el Real Zaragoza se ha atascado. Del todo, además. En Sabadell empezó a mostrar su flojera, en Vitoria naufragó y contra el Llagostera no dio síntomas de mejoría, mal en defensa y con pocas ideas arriba, mucho menos en la primera parte, donde solo disparó a puerta en el penalti que anotó Borja. El caso es que el Zaragoza empató en un partido donde la victoria pudo caer de cualquier lado y que no habría sido injusto que se llevara el meritorio Llagostera, que en su primera visita por La Romareda tuvo un plan y demostró poseer mejor organización y una apuesta más convincente que la zaragocista.

Y, sí, aunque el Llagostera milite en Segunda, no deja de ser un equipo recién ascendido, de una población pequeña y con jugadores con escaso nombre. Ese rival asomó por La Romareda y se fue con un empate que mereció gramo a gramo, pero que deja en muy mal lugar al Zaragoza, que no ofreció argumentos sólidos y constató que su atasco es absolutamente real, que ha dejado de carburar. Son, qué duda cabe, malos tiempos para el zaragocismo, que no solo tiene que ver jugar al Llagostera en el Municipal, sino que además ve cómo en varias fases del partido fue hasta superior.

El Zaragoza cimentó su reacción en una solvencia defensiva, en cinco partidos sin encajar, que ya ha perdido. La tiró por la borda en Vitoria y el Llagostera necesitó muy poco para hacerle muchísimo daño, para generarle peligro cada vez que se lo proponía. El Zaragoza, en el que Popovic apostó por un tridente con Natxo Insa por delante de Dorca y Lolo, solo estuvo algo tranquilo cuando tuvo el balón --que no la fluidez--, algo que el Llagostera le dio, pero cuando el rival sacó los dientes su defensa fue para echarse a temblar.

El caso es que el Zaragoza, con dos puntos de nueve ante rivales como el Sabadell, el Alavés y el Llagostera, no retomó la senda de la victoria en La Romareda y se queda en una sexta posición que día a día se confirma como el tesoro a conservar, porque el ascenso directo, a nueve puntos ahora, parece cada vez más una quimera, pero no por la fortaleza de los enemigos sino por la propia inconsistencia zaragocista. Al equipo le faltaban jugadores, con hasta seis bajas, pero eso no justifica un partido tan mediocre como el que soltó ante su gente. No puede servir ni mucho menos de excusa.

Y esa mediocridad la exhibió desde el inicio. Con esa apuesta de Popovic de situar a Insa por detrás de Borja al Zaragoza le faltaron en la primera parte toneladas de presencia arriba. Tenía el balón, pero no llegaba nunca con claridad ante René. Con Pedro y Eldin desaparecidos, el juego se apoyó en el despliegue sin talento de Natxo Insa y en alguna aparición esporádica de Lolo o de Dorca. Una apertura de Lolo a Borja y el centro de este para que Natxo Insa rematara mal fue la única noticia ofensiva del Zaragoza antes de que Sagüés Oscoz viera, con cierta generosidad, penalti en un derribo de Jordi López a Eldin. Borja no desaprovechó la ocasión y puso la ventaja para un equipo que no lo merecía por entonces.

El Llagostera dio un paso adelante tras el gol y el partido se abrió. Vallejo salvó ante Arturo, que se había marchado fácil de Fernández y Samu estuvo cerca también de encontrar después al ariete del equipo catalán. El gol no tardó en llegar. Pitu botó un córner y nadie molestó a Juanjo, que cabeceó a la red. Ya quedaba claro que el Zaragoza no estaba para casi nada en su retaguardia, por mucho que Vallejo intentara achicar agua.

ALCOLEA

Acto seguido, el colegiado también regaló un penalti al Llagostera, por derribo de Cabrera a Querol, pero Alcolea, bien de reflejos y con más dudas en la estrategia, le adivinó el lanzamiento a Perea. El meta sostuvo ahí al Zaragoza, que tras el descanso se encontró con otro gol sin apenas hacer méritos para ello. Con Fernández en el suelo, el Llagostera pensó en si tirar el balón fuera y Pedro se lo envió a Borja, que aprovechó las dudas de René para superarle.

Debió ser ese el punto de inflexión para el Zaragoza, pero no lo fue y entre Pitu, tras un despiste de la defensa, y Cabrera, que empujó a la red el balón, llevaron de nuevo las tablas ante una Romareda que no daba crédito. René mandó al palo una vaselina de Borja y la salida de Willian José en lugar de Lolo provocó una tímida mejoría en ataque, aunque solo fuera por contar con más presencia arriba. El caso es que solo duró unos minutos, muy pocos. Borja tuvo otra a pase del brasileño con Pedro solo y el Zaragoza acabó por desinflarse, porque en los últimos minutos el partido estuvo más cerca del gol visitante y uno se le anuló a Arturo por un fuera de juego más que justo.

Una mala cesión de Mario solventada por Alcolea trajo aún más suspiros en el Municipal. Jaime saltaba al césped con riesgo de recaída y sin ningún efecto en el juego del equipo, donde ya cada uno hacía la guerra por su cuenta y Willian José había entrado en su fase de abulia. Así murió el Zaragoza, con un punto amargo, con mala imagen global y con la sensación de que se ha atascado del todo.