Un mano a mano de Barreiro ante Bono en el minuto 3 fue el anuncio de la que se venía encima. No por la consecuencia inmediata, sí por el significado. El delantero del Alavés estrelló el balón contra el cuerpo del guardameta zaragocista y el asunto quedó en nada, de momento. Pero la jugada abrió algunas retinas. Fernández pedía el fuera de juego que, ya se imagina, él mismo rompía y se presentía el Zaragoza de las peores tardes, el de Las Palmas y tal, ese equipo incapaz de gobernar partidos y mucho menos de cohesionar el fútbol alrededor del balón. Fue un fogonazo, era la verdad. La certeza llegaría solo 20 minutos después, en una jugada que retrató al lateral derecho pero que nació en un centro cómodo junto al izquierdo.

Quedaron de nuevo señalados los laterales como en aquellas tardes en que los tiempos parecían peores. Se conocen las facultades de ambos, todas, sobre todo los defectos. Habrá que suponer que su impactante regreso al primer plano de la tragedia se debe fundamentalmente al funcionamiento del equipo, pésimo. Ya se sabe, Galarreta volvió al centro de operaciones junto a Dorca y el equipo fue bien otro. ¿Será cuestión de Basha? ¿Será cosa de Galarreta? ¿Será de los dos? ¿O del entrenador? Culpables y señalados quedaron, sin duda, los dos laterales.

El caso es que la alteración, que hubiera sonado diferente con Natxo Insa, por ejemplo, afectó a la defensa. Tampoco estuvo Vallejo de entrada, por cierto, lo que obligó a Cabrera a abrigarse junto a Mario para que Rico recuperara la vía izquierda. Pero mal. Todos mal. Extraño el uruguayo, poco contundente. Lesionado Mario. Peor Rico, desde el principio hasta la expulsión. Perdió casi todas las batallas. En el primer gol concedió el centro, en el segundo despejó al aire al estilo de Lolo en Gran Canaria y en el tercero acudió tarde a cerrar. Cabrera había perdido la marca y Vallejo salía a achicar agua en la derecha, donde ya se sabe quién había perdido el sitio. Fernández, sí. El cuarto lo cogió en la ducha tras una entrada de color discutible, desproporcionada en cualquier caso.

La actuación de ambos viene a demostrar que el Zaragoza no se puede permitir el lujo de desproteger los costados. Ni posee talento natural ni cuenta con futbolistas con facultades físicas suficientes como para cerrar los flancos con un solo hombre. La acumulación de errores de Rico y Fernández lo constató.

Tampoco se le vio ayer a Eldin, que, claro, ayudó poco. Lleva un mesecito más o menos desaparecido, buscando las musas, y en su regreso a la banda se le ven las costuras. Eso, se mire por donde se mire, lo pagan los laterales también. Los dos. Popovic lo probó en ambas bandas, pero en ninguna logró engancharse. Y dicho está, Fernández y Rico no están para valerse por sí mismos, menos en una tarde como la de ayer, en la que acumularon errores garrafales, impropios de futbolistas del Real Zaragoza. Esa es la realidad otra vez, la de un equipo que debe ser fiel a la forma que le dio los resultados, por mucho que duela.