No ha salido la temporada conforme a lo esperado en el Mirandés. El club burgalés, con un límite salarial más elevado que el del Zaragoza (5,3 millones por 5,1), no estuvo en este verano tan certero en los fichajes a precio de saldo, la inmensa mayoría con la ficha mínima anual o poco más, y el equipo, que empezó bien la temporada, donde llegó a estar varias jornadas en playoff , entró en barrena después en una caída que le va a llevar a Segunda B salvo milagro con Pablo Alfaro.

Comenzó la temporada Carlos Terrazas, que había llegado al club en diciembre del 2013 para completar tres permanencias seguidas en la categoría de plata, si bien la de la 13-14 se debió también al descenso administrativo del Murcia. Con todo, especialmente meritorio fue el octavo puesto final en la 14-15, donde peleó con el Zaragoza por el playoff, porque no se puede olvidar que Miranda apenas supera los 35.000 habitantes y no pisó la categoría de plata hasta el 2012.

Terrazas, con el indiscutible aval de sus buenos resultados, tenía todo el control del equipo, del que era entrenador y mánager. Y el verano pasado las apuestas en los refuerzos no fueron tan atinadas (Roberto, Ruymán, Fofo, Pedro…) para que solo los fichajes de Guarrotxena y Fran Cruz resultaran indiscutibles por rendimiento. A eso hay que unir el bajón en el nivel de jugadores importantes del curso pasado, como Rúper, Provencio o Álex Ortiz.

El Mirandés no agotó ni de lejos su límite salarial y en los últimos años ha aprovechado su política de economía de guerra en los refuerzos para reformar parte de Anduva o para hacer un campo de entrenamiento nuevo. El caso es que ese esquema tan arriesgado, ese 3-3-3-1 con el sello de Terrazas y que tan buen rédito dio en años anteriores dejó de ser efectivo, porque el equipo tenía poco gol y el agujero atrás era de dimensiones gigantescas.

Relevos fallidos

A principios de diciembre, tras seis derrotas y un empate que hundieron al equipo y a punto de cumplir sus tres años en el club, Terrazas dejaba su puesto. Claudio Barragán, con el que llegó el exzaragocista Jesús Seba a la dirección deportiva, fue el relevo, pero el técnico solo duró cuatro jornadas después de que sus métodos no fueran muy bien acogidos en el vestuario. Apostó después el Mirandés por el segundo de Terrazas, Javier Álvarez de los Mozos, que recuperó el esquema de juego de su jefe, con idéntico resultado: una sola victoria en 10 partidos. En enero, llegaron Urko Vera, Álex García, que ya habían estado en el club antes, Quintanilla y Usero, cuatro refuerzos que no cambiaron demasiado el mal panorama en Miranda de Ebro, colista fijo desde la jornada 28.

En una situación desesperada, Seba recurrió a Pablo Alfaro y ese vínculo de exzaragocistas está intentando una salvación del Mirandés que se antoja casi milagrosa a estas alturas. El técnico zaragozano ha dado un punto más de agresividad y de intensidad y ha cambiado el dibujo a un 4-2-3-1 para no asumir tantos riesgos atrás. Dos derrotas, una inmerecida en el feudo del líder Levante y otra justa en el campo del Nástic, y una victoria en Anduva ante el Alcorcón son el balance de Pablo, que sabe que en esta experiencia tiene mucho a ganar y poco a perder. Si regatea al descenso su carrera de entrenador vivirá un claro lanzamiento. Pero no lo tiene fácil, por mucho que su equipo haya recuperado valores de competitividad que él siempre tuvo de jugador.