Parece que no, porque con la lesión de ligamento cruzado que sufrió a principios del 2013 apenas ha podido jugar (29 partidos de Liga en dos años), pero Javi Álamo es un veterano de guerra en este Real Zaragoza en el que todo es nuevo. Todo menos los muebles viejos y mal olientes que nadie, tampoco por el momento esta propiedad, se ha atrevido a mandar al chatarrero. Álamo fue ayer el capitán del equipo en la presentación del proyecto en La Romareda, señal inequívoca de lo novel que es cada piedra de este edificio en construcción.

El extremo canario ha sido un inhabitual en las alineaciones tanto en la temporada en Primera como la pasada en Segunda. Ha participado muy poco en su tiempo aquí, arrinconado por la categoría superior de sus competidores y por el mal fario. En este Real Zaragoza de sueldos pequeños pero de ilusión grande, el papel de Álamo pasará de secundario irrelevante a capitán general. El de ayer es el primer botón de muestra: la obligada refundación de la plantilla y la salida de los hombres con más empaque ha provocado el ascenso en el escalafón del canario, que ahora mismo marca el nivel por arriba del equipo.

Ante el Villarreal, el fútbol con más criterio y verticalidad nació de sus botas. Ha estado en el club cuando la presencia de Agapito Iglesias los hacía peores a todos y el ambiente era irrespirable. Y está ahora, cuando el viento de cola puede favorecer e incrementar el rendimiento de los jugadores, también el suyo. El Zaragoza está por rematar, pero ayer fue competitivo y enseñó el trabajo defensivo y de cohesión de la pretemporada. Falta la delantera entera, piezas en el medio y las bandas y otro portero. El equipo necesita que los que ya están se pongan a la altura de Álamo. Y de los que aún han de venir o no han debutado, que unos cuantos lo mejoren.