Que el partido del Almería no iba a ser fácil se sabía. Que el dolorido Almería lo fuese a ganar de calle, algo insospechado incluso para Fran Fernández, el entrenador interino del equipo andaluz. Buscaba Natxo González la tecla y le cayó el piano en la cabeza, un rival infinitamente superior pese a estar en la cloaca de la clasificación, en el epicentro de una crisis mayúscula que se ha llevado por delante a Ramis y ha traído a Lucas Alcaraz. ¿Cómo se puede explicar esta derrota humillante en el marcador y en el campo? Muy sencillo: el conjunto aragonés va justo de casi todo y si se permite un solo segundo de abatimiento o distracción táctica, le arrolla un patinete. En los Juegos del Mediterráneo se tomó a risa el encuentro y aireó la medianía que salvaguardó con su triunfo sobre el Rayo Vallecano, otro que, como el Huesca, le dio un meneo pese a perder.

La catástrofe no admite medias tintas ni declaraciones con suavizante de los protagonistas. Salvo tres o cuatro jugadores, el resto no pasa el control de calidad que exige los grandes logros. Basta ya de fingir por lo tanto, de regalar espejismos y elogios, de creer en lo que no creen la plantilla ni el entrenador. Porque ellos, como se ha demostrado en esta cita, son los primeros que conocen y exponen en público sus limitaciones. Si eso fuera todo, además se dan el lujo asiático de presentarse en el partido con una morosidad laboral que llevaría al despido a cualquier trabajador raso. Los dos primeros goles se asumen con una desidia absoluta, indigna de profesionales, ausentándose en masa en la defensa de los disparos desde fuera del área de Fran y Rubén Alcaraz... Esto no se ensaya, se aprende en prebenjamines o en la escuela de iniciación.

Natxo González sale muy tocado de esta paliza. Se la dio Rubi, un técnico con experiencia, y esta vez le ha tocado a un colega que es muy posible que jamás entrene en la élite. Pese a disponer de materia prima para una temporada de posiciones templadas como mucho, el fracaso de su modelo es un hecho. Vino para echar el cerrojo y se lo salta todo quisque, lo mismo un enemigo de altura que un Almería que sumaba ocho jornadas sin ganar y había hecho un único gol en ese periodo. Ni le entienden, ni su lenguaje es nítido con cambios constantes en las alineaciones, ni los chicos disponen de la genética conservadora que quiere transvasar del Reus; en ocasiones como esta tampoco de vergüenza. En este contexto, el caso Vinicius sale del archivo con virulencia: ¿lo tiene González como Clemente tenía al bigotudo portero Meléndez en el Espanyol, para contar chistes en el banquillo? No es ninguna broma la condena del brasileño al más completo ostracismo sin explicación oficial alguna.

El aficionado se había hecho ilusiones. Tan desesperado el antiguo seguidor, tan alegres las nuevas generaciones con el orgullo de ver jugar a su equipo sea donde sea. Un mucho de Borja, un poco (poquito) de Febas, el corazón joven pero visiblemente roto de Zapater... Pare usted de contar. Si acaso la irrupción de Delmás y Guti por ser valientes y de la casa, los ramalazos guerrilleros de Toquero. Todo insuficiente para imponerse al Almería. Todo suficiente para confirmar que este Real Zaragoza es un cero a la izquierda si se deja la actitud en la taquilla del vestuario y su entrenador se muestra incapaz de activarla en 90 minutos. El peligro es que mantenga ese cero a la derecha, porque entonces no será nada y asomará la guadaña.