Las calles de Tbilisi siempre han estado vestidas con las galas del fútbol más clásico. Aquel de infancia rodeada de balones desgastados, con porterías pintadas en las paredes de los edificios o con las mochilas del colegio a modo de poste, todo valía para poder jugar. Entre suelos de hormigón y parques se curtió Giorgi Papunashvili, o Gio, como le llamaban en casa. Un chico menudo, de complexión delgada, que se divertía con sus amigos allá por la modesta calle de Ritsa, ubicada en la zona de Mtatsminda, el casco antiguo. Era de esos muchachos a los que su madre le regañaba al llegar tarde a casa de jugar. Los orígenes modestos de un chico que creció bajo sueños de forma esférica.

Por el año 2002, Georgia estaba envuelta por la Revolución de las Rosas, un levantamiento social multitudinario contra el gobierno que dirigía al país tras su independencia de la antigua URSS. El hartazgo de la población sobre la corrupción y la pobreza generalizada desembocó en unos años de inestabilidad social y revueltas. En ese entorno crecía un Papu que ya se ejercitaba a las órdenes de su entrenador, Kote Dolidze, en el Vake 91. Se trataba de un club de formación para jóvenes promesas. Su progresión también se cimentó en equipos locales como el Irao o el Olymp; este fue el escaparate donde le vio el Dinamo de Tbilisi.

Se trataba del club más grande de Georgia y el emblema de este territorio bañado por el río Kurà, al fin y al cabo un club histórico. Muchos niños crecen con aquella historia que sucedió en 1981, cuando el Dinamo fue campeón de la Recopa. Aún era un club soviético, pero aquella escuadra logró el mayor hito del fútbol georgiano. Una gesta que se enseña a los chicos para que se sientan orgullosos de su equipo.

Su figura fue moldeada bajo el contexto del Dinamo, con una fuerte influencia de su tocayo Giorgi Kinkladze. Se trataba del prestigioso atacante de Tibilisi, que jugó más de 100 partidos con el Manchester City en el fútbol inglés. Su nombre saltó a la palestra nacional tras un campeonato europeo sub 17, donde un joven tímido de juego eléctrico desarboló a la selección de Islandia en cuartos de final -la mayoría de jugadores de aquella cita integran el exitoso combinado de Islandia actual-. Fueron eliminados en semifinales por Holanda, pero el nombre de Papu ya empezaba a figurar en muchas agendas de clubs europeos, entre ellos en la del Werder Bremen. Tim Borowski, por aquel entonces ojeador del club, fue el encargado de llevarse al talento georgiano a tierras germanas.

Escaparate Europeo / Tim confiaba en que Giorgi podía tener un futuro bonito en la Bundesliga, ya que con tan solo 19 años había sido una pieza esencial en el Dinamo. Su proyección apuntaba hacia el primer equipo en unos años, pero partir de casa nunca es sencillo. Jugaba en el sub-21 del club de Bremen, pero no consiguió adaptarse a la atmósfera centroeuropa.

El desconocimiento de la lengua, las inoportunas lesiones y la lejanía con su familia mermaron su evolución futbolística en un panorama tan exigente como el filial de un gran conjunto. Tras su paso por Alemania regresó a Tbilisi, una circunstancia que fue celebrada por sus aficionados. Pese a su juventud se había ganado a toda la hinchada por su condición de jugador con sentimiento de la tierra, por su desparpajo y pasión en el terreno de juego. Todavía es recordado un doblete que marcó en la final de la Copa de Georgia que sirvió para facilitar el título a su equipo.

El Dinamo vivía una dinámica aplastante en su Liga, era todo un coloso, pero habituaba a quedar apeado de Europa en las primeras rondas. El aroma de la Champions League envolvió a Papu, aunque se tratase de las rondas previas alejadas del glamour de la fase de grupos. Les eliminó en el 2013 el Steaua de Bucarest de la mayor competición continental. Aunque, quizás, su momento más recordado sea aquel tanto que marcó en la ronda previa a la Europa League ante el FC Qäbälä de Azerbayán. Papu marcó el tanto del triunfo en los instantes finales ante el delirio de una afición que añora aquellos años de paseos gloriosos por Europa.

Su progresión ha quedado demostrada en la forma que ha llegado hasta la selección absoluta. Papu ha formado parte de todas las categorías inferiores, lo que le sirvió para terminar asentándose entre los primeros espadas del fútbol georgiano. Este contexto invitó a que muchos clubs europeos llamaran a la puerta del Dinamo para conocer su situación y mostrar interés por hacerse con sus servicios. Las ofertas llegaron desde Rusia, diversos lugares de Asia y España, de donde recibió la llamada de dos equipos; uno de ellos el Real Zaragoza.

Un sueño en España / El primer contacto de Giorgi con la cultura española no fue tras su llegada a la península. Por muy extraño que parezca tuvo lugar en su Tbilisi natal. Xisco Muñoz, exfutbolista del Levante, jugó cuatro temporadas en el Dinamo. Un jugador que triunfó en la Liga georgiana y que dejó una gran huella entre todo el vestuario. Aunque no era su único conocido vinculado a España.

Papu mantuvo una buena relación con Zurab Pololikashvili, por aquella época el Director General del Dinamo de Tibilisi. Él terminó siendo embajador de Georgia en España y ahora secretario de la Organización Mundial del Turismo. Sus vínculos se han ampliado una vez aterrizado en Zaragoza, una oportunidad en su carrera para despuntar en un fútbol de gran magnitud en el panorama europeo.

Esta nueva experiencia supone un reto para su carrera, para todas aquellas aptitudes demostradas en Georgia y que le han llevado a ser uno de los futbolistas más codiciados de este país. Su primera etapa alejado de su hogar estuvo llena de los clásicos problemas tras un cambio de aires, ya que no todas las personas jóvenes que prueban suerte en otro lugar tienen la fortuna de adaptarse en poco tiempo. Una cultura distinta, todo bajo un idioma totalmente opuesto al que ha mamado y con toda su vida alejada a miles de kilómetros. Papunashvili arriesgó para cimentar el futuro que siempre ha idealizado y por el que va a luchar por alcanzar.

Su contrato es para cuatro años, en una apuesta clara de cara al futuro por parte del Real Zaragoza. Giorgi Papunashvili sigue mimetizándose con todo el entorno de Zaragoza, buscando encontrar en la capital de Aragón un nuevo hogar de donde extraer la savia suficiente para evolucionar sus prometedoras aptitudes. Aquel chico que pateaba un balón desgastado junto a sus amigos está en un equipo grande. Ha conseguido llegar a aquello que soñaba meintras jugaba a fútbol con seis años en su Tbilisi, allá por la calle Ritsa.