Octubre y la séptima jornada no suelen tener la marca de cita decisiva para ningún equipo, sea de Primera o de Segunda, pero lo cierto es que el partido ante el Deportivo Alavés lo posee para el Real Zaragoza y sobre todo para Ranko Popovic, que vuelve a La Romareda, la misma que le ha pedido que se marche en sus dos últimos encuentros como local, saldados con derrotas dolorosas ante Córdoba y Osasuna y con intensidad creciente en esa petición. El equipo zaragocista mejoró la imagen, la consistencia, en Lugo, pero no ganó y exhibió la misma pobreza ofensiva que en anteriores partidos, ya que lleva tres seguidos y un total de 290 minutos sin marcar.

Así, necesita Popovic un triunfo, un bálsamo de tres puntos que aporte tranquilidad y calme unas revueltas aguas que también amenazan al director deportivo, Ángel Martín González. Solo en ese escenario, en el del triunfo que consolide de verdad la mejoría del Anxo Carro, podrá respirar tranquilo el serbio, cuya continuidad en caso de no ganar quedaría muy expuesta.

Confía el club en Popovic y de momento, pese a rozar una zona de descenso en la que podría caer el equipo si no gana hoy y con una victoria y seis puntos en seis jornadas siendo un candidato obligado al ascenso, una necesidad económica y real para este Zaragoza que debe acabar en Primera en junio sea como sea, el consejo ha mantenido al técnico en su puesto. Sin embargo, todo lo que no sea ganar, sobre todo una derrota con mala imagen, y una nueva demostración de La Romareda como las ya vividas contra el serbio generará un ambiente irrespirable que traerá seguro consecuencias.

MAL EN CASA Necesita Popovic esa victoria y fundamentalmente la necesita el equipo, consumido por las dudas y con demasiados nervios, sobre todo en su producción ofensiva. Para ser un candidato a subir de forma directa el Zaragoza debe ser mucho más eficaz, coleccionar triunfos por encima de consideraciones estéticas sobre el juego. Ganar, ganar y volver a ganar, que decía Luis Aragonés. Y el Zaragoza que dirige el técnico serbio lo hace poco, la verdad. Contando el playoff de ascenso del curso pasado, el serbio ha firmado siete victorias (cinco en Liga y dos en promoción) de 28 partidos. Y, en casa, en teoría el fortín para subir, el balance es igual de raquítico, solo cuatro triunfos y cuatro empates en los últimos 13 choques, con 16 puntos logrados de los últimos 39 como local.

Este Zaragoza, al que solo el Girona (2 puntos) y el Huesca (1) empeoran sus datos en su feudo en esta Liga donde solo ha sumado un triunfo ante su gente, necesita una reacción que vaya más allá de la siempre discutible cuestión estética de la mejoría vivida en Lugo. Popovic mantendrá el esquema de esa cita, con Erik Morán y Diamanka junto a Dorca, ha dejado en el aire la posibilidad del cambio de guardia arriba, aunque lo normal es que Ángel, al que solo le sostiene un gol en seis partidos, se mantenga en punta y Ortuño en el banquillo, y todavía ha llenado más de incógnitas la duda sobre el sustituto del lesionado Marc Bertrán. Isaac le genera interrogantes al técnico por su bisoñez en un partido tan vital, Vallejo implica retocar el eje y que entre Rubén y Abraham, zurdo cerrado, supone que juegue a pierna cambiada. Parece esta última la favorita a ser la elegida.

UN RIVAL FUERTE A DOMICILIO Y es que el Alavés va a exigir el Zaragoza más intenso, porque el enemigo muestra el sello de Pepe Bordalás, que se ha llevado a algunos futbolistas que tenía en el Alcorcón. El cuadro vitoriano ha ganado dos de sus tres salidas, es de los mejores visitantes y se siente muy cómodo a domicilio, porque el manejo del balón no está entre sus virtudes. Con el exzaragocista Laguardia en el eje y con Toquero y Manu Barreiro arriba, el equipo vasco destaca por su carácter físico, por ir al límite y por practicar un fútbol directo que nace en la presión al rival. Un enemigo incómodo y desagradable. Bordalás tiene claro su plan, exhibido también en sus anteriores equipos. Popovic no tanto. Pero el Zaragoza tiene más urgencias y no puede fallar. Si lo hace el plebiscito de la grada puede ser determinante para el preparador zaragocista.