El Zaragoza no ha tenido una defensa firme en toda la Liga. Ha dejado algún partido serio, sí, como el último en casa, ante el Eibar, que cerró una racha de 9 encuentros seguidos recibiendo dianas, en los que el equipo solo sumó 4 puntos de 27 y Paco Herrera tuvo que hacer la maleta, pero en líneas generales la consistencia atrás no es ni de lejos la virtud de este Zaragoza, que flojea por alto, solo hay que ver los tantos que ha recibido de cabeza, y que ayer encontró la condena a la espalda de los zagueros.

Esta vez el Numancia, que tenía la lección aprendida de asaltar la banda de Rico y buscar el despiste de la zaga, encontró petróleo en sendos errores impropios que supusieron salir de vacío de Los Pajaritos.

Fue un día en el que Álvaro y Laguardia trabajaron bien los envíos por alto a Enrich --el Numancia tiene su gran virtud a balón parado--, pero se olvidaron de Vicente en el primer gol. El extremo, con una diagonal, se coló entre ambos, Enrich no fue a por el balón de Gaffoor y Laguardia no lo atacó, no buscó el despeje, un fallo grueso del central zaragozano, que había aumentado su nivel en los últimos partidos. La media salida de Leo Franco y la tranquilidad de Vicente hicieron el resto con una sutil vaselina de por medio.

Rico, al que ya Natalio había retratado, se quedó clavado en el segundo gol, un envío de Julio Álvarez en el que el lateral descuidó su espalda. Natalio asistió a Enrich para empatar. Rico, fijo para Paco Herrera y también para Víctor, lo que también señala a Abraham, desmotivado y descentrado, ha tenido 23 partidos de titular --24 en total--, 2075 minutos con más errores que aciertos y siendo el objetivo habitual de los ataques rivales.

El Zaragoza, con 43 dianas encajadas, solo tiene a seis equipos que han ofrecido peores números en esa faceta, señal clara de inconsistencia, de que no es un equipo sólido, por mucho que Víctor, evitando en lo posible la salida del balón desde atrás, ha querido paliar eso. No es suficiente, está más que claro.