La sensación de crisis no es nueva en el zaragocismo en la historia reciente, se diría incluso que forma parte del paisaje habitual de la entidad en los últimos 10 años, donde solo se recuerdan dos temporadas de cierta tranquilidad, no exenta de algunas turbulencias, la primera con Agapito Iglesias en el club, la 06-07, y la del ascenso a Primera (08-09). En el resto, siempre ha habido espacio para la palabra crisis, la que ahora de nuevo se ha instalado en el club, que vive ya en enero, en el ecuador del campeonato, y con 21 jornadas por delante, con la impresión de que el ascenso, el deseado retorno a Primera, es una quimera. Desde luego lo parece por la vía del ascenso directo, ya a 12 puntos (el líder Levante lleva 19 más), pero es que hasta el camino de la promoción, a cuatro puntos, más de un partido ya, no parece sencillo si no hay una mejoría que no se vislumbra. Al contrario, la sensación es de clara caída.

El Zaragoza arriba al punto medio de la competición con 27 puntos y decimotercero, con ocho derrotas y con la sensación de que Luis Milla no dio con la tecla, lo que justificó su destitución tras 11 jornadas, y que Raúl Agné, que revitalizó algo al equipo tras su llegada, ya anda preso de las limitaciones de la plantilla y de la incapacidad para que este Zaragoza adquiera un poco de consistencia y algo de regularidad que le permita competir de verdad de forma constante.

Y el Zaragoza sigue siendo un conjunto poco fiable, sin norte, raquítico de fútbol, con algo de gol, aunque ahora acumula dos partidos seguidos sin ver puerta, y nefasto en defensa, donde los errores en los fichajes, empezando por la portería y siguiendo en varios componentes de la zaga, y la incapacidad de construir un bloque le convierten en un equipo con una manifiesta incapacidad para dominar su propia área. 30 goles en 21 partidos es una cifra impropia para estar arriba.

El club ya gastó la bala del cambio de técnico y la sensación que se tiene en las oficinas de la entidad es negativa desde hace semanas. El Zaragoza mejoró con Agné, con siete puntos de los primeros nueve, pero después bajó prestaciones a pasos agigantados. Y solo mejora ligeramente el promedio de puntos con Milla. Tocó fondo en Cádiz y se levantó, con fortuna, con los triunfos ante el Oviedo y el Rayo, que se dispararon al pie y facilitaron la victoria zaragocista para que a las navidades, al parón, se llegara con una sensación de reacción que atenuaba la necesidad de cambios en la plantilla que se percibía.

IMPRESIÓN FICTICIA

Está claro que era más ficticia esa impresión que real. El Girona dio el primer golpe y el Tenerife, en un partido impropio y pobre de los de Agné, mandó de nuevo al Zaragoza a la lona para que sonaran todas las alarmas. Ya ha llegado Valentín, refuerzo imprescindible en la zaga para elevar el nivel del eje y el Zaragoza busca en el mercado al menos un centrocampista y un punta. Pero necesita dar salidas, al menos las de Popa, Erik Morán y Juan Muñoz. Y se tiene también la sensación de que el cambio en la plantilla debería ser mayor, aunque ni hay margen económico para una revolución de seis fichajes y tres salidas que vino tras la llegada de Juliá y Carreras en enero pasado ni existe el convencimiento de que eso vaya a funcionar. Hace un año, de hecho, no lo hizo y la temporada acabó en desastre en Palamós.

La figura y el crédito de Agné se empiezan a debilitar de manera clara tras 10 partidos, ante la afición y también en el club. El Zaragoza apenas tiene margen salarial y la Liga solo autoriza pasarse de ese límite para el primer relevo en el banquillo, el que ya se hizo, donde el club contó con 140.000 euros, el 80% del salario que le quedaba por cobrar a Milla hasta final de la presente campaña, para buscar su sustituto. Ese fue el margen para traer a Agné.

Con las limitaciones económicas para reforzar la plantilla, salvo que salga alguno de los jugadores llamados importantes y con mayor salario (el año pasado el adiós de Ortuño es el que propició el gran tamaño del cambio), y con la sensación de caída y de tener una plantilla con escasas respuestas en algunos casos, en baja forma en otros y superada por el peso de la responsabilidad en algunos más. Así se divisa el negro panorama para el Zaragoza, en el que Juliá, en la presentación de Valentín, pedía paciencia y tranquilidad a una afición ya muy harta de este triste devenir. Eso, sin contar las urgencias económicas por ascender, con el club buscando vías para tratar de amortiguar el impacto de la deuda, y con los nervios a flor de piel a poco que vienen mal dadas. Y ahora lo hacen en forma de crisis galopante.