En la permanente revolución de plantilla que el Zaragoza vive cada verano la defensa suponía un examen de valor para la dirección deportiva por el calado de los cambios y porque en esta Segunda armar un bloque consistente, que sepa guardar bien su meta, es un pasaporte casi seguro hacia Primera. Está claro que el tino con el que se emprendió ese cambio en la zaga por parte de Narcís Juliá no ha sido el mejor, condicionado eso sí, por las estrecheces económicas del club, similares, en todo caso, a la gran mayoría de equipos de la categoría de plata, salvo los tres recién descendidos de Primera, por lo que ese atenuante no sirve en demasía.

El Zaragoza intentó renovar a Guitián, que se fue a Valladolid al intuir que lo de Palamós iba a ser una pesada losa para él, y deseó la quimérica continuidad de Vallejo, al que el Madrid quiso dar más vuelo en el Eintracht, algo que está logrando. La economía obligó a la venta de Rico al Leganés para que fueran el eje de la zaga, donde también acabó contrato Rubén, y el lateral zurdo, en el que además de Rico se le dio obligada salida cedido a Abraham, las mayores urgencias en los refuerzos. Tampoco siguieron Campins y Marc Bertrán, ambos laterales derechos, de escaso vuelo el primero y crucificado por las lesiones el segundo.

De la zaga del curso pasado solo siguen Isaac y Cabrera, los dos por cierto a un nivel mucho más bajo en esta temporada y el uruguayo continúa porque no encontró acomodo en la Championship y él no quiso irse a México o Bélgica. Así que Juliá optó en el eje de la zaga por Marcelo Silva, ahora lesionado, y que había dejado un nivel aceptable en Las Palmas y Valladolid, aunque con altibajos. El uruguayo, un zaguero contundente, necesita estar a su mejor nivel físico para ser realmente competitivo, pero lo cierto es que su fichaje sí está teniendo un rendimiento aceptable, aunque sin olvidar que es indiscustible, como Cabrera, porque su competencia ofrece muy poco.

A Popa no se le ha dado apenas la oportunidad. Solo en Copa, con un desastroso partido ante el Valladolid, y 7 minutos en Liga con el Huesca. «No está para lo que yo quiero como central», soltó Agné el viernes y antes ya dejó entrever los problemas de adaptación del jugador. De manera similar, o idéntica, lo veía Milla. El rumano, con 19 años, llegó tras rescindir del Inter como una apuesta de futuro, que de momento pasa por buscarle una cesión.

Bagnack arribó en el último día del mercado, con el aval de su paso por La Masía, pero procedente del filial del Nantes. De momento, no ha dado el nivel. Errores ante el Valladolid en Copa, frente al Levante, el Getafe… El partido menos malo que ha tenido fue el del sábado en Cádiz, de suspenso en todo caso. Es factible su salida en enero, aunque el club le mantiene que en principio cuentan con él.

Casado llegó al principio del verano como pareja en el lateral de Rico y su nivel, ya cuesta abajo en la Ponferradina y el Betis, se ha confirmado de la peor manera, con una colección de errores ya en su cuenta y una suplencia merecida en cuanto José Enrique se puso a tono físico. El lateral valenciano consumió el verano sin encontrar acomodo en Primera y la amistad de Cani y sobre todo de Zapater le hicieron venir al Zaragoza. Su fichaje, eso sí, es el más indiscutible de la defensa.

Fran es otra apuesta a largo plazo por la juventud, pero de momento tiene más oscuros que claros. Salido de la cantera del Madrid, firmó por tres años y aunque ha mejorado el pírrico nivel en el lateral derecho de Isaac también ha dejado claro que es un zaguero en formación, que va bien hacia arriba, en ataque, pero que necesita mejoras en la parcela defensiva. Estas se revelaron con toda su crudeza en Cádiz, aunque en otros partidos ya las había dejado entrever.