Se quedó atónito más de uno al final del partido cuando oyó a Agné decir que su vestuario «debe seguir creyendo» porque «este es el camino a seguir». Acababa de perder en Murcia ante el UCAM, el peor equipo de la categoría de punta a cabo, pero no se sonrojó en sus manifestaciones, que le dejan vergonzosamente expuesto ante la verdad del zaragocismo. La estupefacción futbolística de este incalificable conjunto ha llegado, sin duda, al banquillo, desde el que se explican cosas que el resto del mundo no acierta a ver. Pudo ganar el equipo aragonés en Murcia si se atiende a las ocasiones, es verdad. Así que a eso quiso prestar atención el entrenador, quien, curiosamente, en los días de victoria no permite que nadie le robe el sabor único del triunfo. No hay nada que paladear ahora. El Zaragoza se le atraganta a cualquiera, es molesto y pesado. Aún peor, no huele bien.

Ayer, antes de poder ganar, es decir, de perder, pasaron cosas. La más grave fue que Agné insistió en el estilo de Tenerife, con un central como volante tapón (Valentín) para acompañar a un mediocentro defensivo (Zapater). Entre los dos, se supone, tenían que componer el fútbol. El esperpento fue menor que en la isla porque estaba Cani, caído siempre hacia los vacíos para ayudar en la producción. No se esperaba, ni se entiende, que Agné haya recurrido en su huida a un fútbol tan primario, en el que solo hay peligro en pelotazos o jugadas a balón parado. Pedía, quiere, músculo y velocidad. Le han traído a Edu Bedia. ¿No ha entendido el mensaje?

No queda sombra de la personalidad primera del técnico, de aquel «jugar para ganar» como intención única. «Para ganar hay que hacer goles y para hacer goles hay que atacar», repitió a modo de corolario filosófico en las primeras semanas. La doctrina se transformó de forma temeraria, temerosa, para mirar a su portería. Desde que decidió que lo más le preocupa es que su equipo defienda mejor, ha perdido todos los partidos y no ha sido capaz de marcar.

Agné ha ido achantando al Zaragoza al tiempo que los resultados lo enromaban en correspondencia. Los números demuestran su pésima improductividad en 11 jornadas al frente del equipo. Son los mismos partidos que tuvo Milla, al que mandaron rápido a su casa pese a ser más vaporoso. Se entendió que el despido del turolense era «de libro» por resultados, y se le agravó la tacha por la insoportable conducta defensiva de su equipo en su última representación. Jugó en Zorrilla con dos delanteros (Ángel y Muñoz) y con Ros acompañando a Zapater. Fue considerado pecado. Lo fue por la posición de Casado.

Agné ha sumado solo un punto más que Milla, pero va perpetrando un atentado futbolístico con el Zaragoza, que no solo no gana, sino que se hace feo, indigno. Con ese estilo indescifrable, alejado de la identidad zaragocista, ha puesto a su equipo más cerca del descenso que de la sexta plaza. Si anteayer se dejó de hablar de ascenso directo, mañana se hablará sin tapujos de descenso. Puede entenderse pues que si el despido de Milla era de libro, este debe de ser de tomo y lomo.