Llegaron las estadísticas al fútbol para intentar explicar algunas cosas que en otros deportes resultan útiles. Han servido para poco, curiosidades como conocer cuánto corre un jugador, sin definir las direcciones ni la utilidad de sus acciones, sin saber si entiende el fútbol o toca el balón. Y si lo toca y, además, lo hace bien, sin explicar si sus pases fueron inteligentes o adecuados para el equipo. El fútbol en mayúsculas entiende de registros, sobre todo, en número de goles, aunque tampoco sirva este esencial dato para explicar el talento de genios como Cani, que marcó solo 46 tantos en sus 15 años de carrera. Lo hizo en Segunda, en Primera, otra vez en Segunda... y en diferentes competiciones europeas. En total, el zaragozano repartió sus 492 partidos oficiales entre el Zaragoza, el Villarreal, el Atlético de Madrid y el Deportivo, más de 30.000 minutos sobre el césped antes de que ayer dijera adiós.

Su estreno fue inolvidable, en un partido ante el Barcelona el 11 de mayo del 2002. El Zaragoza estaba ya descendido, después de aquella bochornosa noche de Villarreal. Marcos Alonso le dio al chaval del filial 30 minutos para enseñar el futuro. En el primer toque de balón, Cani le hizo un caño a Reiziger, famoso lateral del equipo azulgrana y la selección holandesa. La Romareda rugió con el descaro de aquel muchacho que sería el abanderado del ascenso un año después. En Oviedo, un domingo de marzo del 2003, el aragonés cautivó con una sesión de ilusionismo. Talento puro que sirvió para elevar al Zaragoza hasta Primera, con celebración adelantada el 16 de junio del 2003.

Esos tres primeros momentos de Cani anunciaron la llegada de un futbolista descomunal. Solo nueve meses después, el 17 de marzo del 2004, levantaba en Montjuic la Copa del Rey ganada a los galácticos con un fútbol de alta escuela. La expulsión que le regaló Carmona Méndez en el minuto 67 solo sirvió para excitar a un Zaragoza creciente. Enfureció a Cani, pero no le hizo cambiar. Aprendió las otras reglas y siguió adelante. Cinco meses más tarde levantaba otro título al remontar la Supercopa ante el Valencia. Era el 24 de agosto, en el ecuador de esos diez momentos que pueden definir su carrera.

Su noche redonda llegó el 8 de febrero del 2006, cuando repartió tres pases de gol en el 6-1 al Real Madrid que dejó al Zaragoza en las puertas de aquella final perdida ante el Espanyol, poco antes de que le negociasen el futuro a su espalda. Alfonso Soláns lo vendió al Villarreal en mayo del 2006, momento que abrió un decenio lejos de su casa. Pareció casi siempre que no iba a volver, pero el 7 de julio del año pasado más de cinco mil personas se reunieron en La Romareda para celebrar su regreso. El genio estaba de vuelta para encender una temporada que se fue apagando con el paso de los meses. El 29 de enero marcó su último gol, ante el Lugo en casa. Casi todo lo demás hasta el final en el Zaragoza fue regular tirando a malo. Hasta que ayer, 4 de julio del 2017, 180 partidos después, llegó lo peor.