Jaime Romero, tras una perfecta combinación con Borja Bastón cuando el reloj caía ya como una losa en La Romareda y el partido apuntaba a unas tablas hasta justas, solventó la victoria ante el Racing en una tarde gris que salvó la pegada zaragocista. Jugó muy poco el Zaragoza, casi lo mismo que el rival, pero esta temporada el equipo aragonés tiene dinamita arriba y saca un gol, normalmente brillante, de casi nada, un poder vital para pensar en regresar a la élite. De hecho, anoche pisó zona de promoción por primera vez tras amarrar 14 puntos de 18. Borja, sin romper a sudar los jugadores, había adelantado al Zaragoza nada más comenzar el choque, igualado por Koné tras un error de Rubén en una tarde más que calamitosa del central.

La victoria fue celebrada casi en éxtasis por La Romareda, ya que casi se daba el punto por bueno después de que el árbitro mirase para otro lado en un derribo de Mario a Koné que pareció penalti y que provocó el enfado y la expulsión del técnico del Racing. Bastó en el descuento una jugada que nació en Tierno, continuó en Jaime, que se apoyó en un Borja bendecido ante el gol, con su sexta diana en ocho partidos, para que le devolviera la pared y pudiera fusilar con un disparo cruzado a Raúl. Así es este Zaragoza, eléctrico y con pólvora en la zona de arriba. Juega poco y encima acusó la baja de Galarreta, aun con la irregular aportación que ha dado el vasco, ya que le faltó salida de balón en la medular, donde ni Dorca ni Tierno ofrecieron soluciones en un equipo atascado en esa zona.

Pero la misma dinamita que selló el triunfo ya se mostró en el arranque. Willian José abrió para que Eldin se fuera como una flecha y diera una perfecta asistencia por encima de la defensa que Borja definió con un sutil y gran golpeo de vaselina. Un golazo, vamos. El Racing casi ni vio la jugada, solo cómo el balón entraba mansamente.

El tanto tan madrugador sentó mal al Zaragoza, que se acomodó, que bajó el nivel de intensidad y la presión para que el Racing fuera ganando posesión y cercanía a Whalley. Es muy justo el conjunto cántabro, pero tiene velocidad arriba con Koné, una pesadilla para la zaga zaragocista, Iñaki y Concha. No es mucho, pero sí lo suficiente para que el partido empezara a coger mal cariz para un Zaragoza que se encargó de dar vida al rival ralentizando el ritmo y reduciendo mucho la presión, lo que en un equipo con tan poco fútbol implica hacerle desaparecer.

RUBÉN Y KONÉ Tras dos malos remates de Willian José, que apareció mucho, pero sin demasiada fortuna, Rubén cometió su primer error, pero Koné no lo aprovechó y Tierno enmendó el fallo. El segundo ya sería letal. El central, que nunca fue rápido, pecó de suficiencia en un balón que Iñaki le robó para asistir a Koné, que batió por bajo a Whalley. El meta cedió su palo y pudo hacer algo más, porque el tiro era parable. En la jugada siguiente, otra vez Iñaki volvió a sorprender a Rubén, esta vez solo para dejar constancia de que el central no tenía su día, ya que la jugada acabó en susto.

Pese al mal nivel y a la charla en el vestuario, mantuvo el mismo once Víctor tras el descanso. Es verdad que salió más enchufado el Zaragoza y que Eldin conectó de nuevo con Borja para que el disparo del ariete lo rechazara Raúl, pero la misma sensación de fragilidad atrás, por el flanco de Rubén, con otro error ante Iñaki, provocó que a Víctor se le agotara la paciencia y decidiera un valiente doble cambio. Vallejo y Jaime entraron por el central y por Javi Álamo, desesperante de nuevo. Tanto el extremo como el canterano opositaron al once con su salida al césped, ya que mejoraron mucho las prestaciones de los relevados.

El Zaragoza se ajustó mejor atrás con Vallejo y Mario empezó a aparecer en el corte y en la anticipación, pero el partido entró en una fase de imprecisiones y de poco fútbol que amenazaba con dejar las tablas hasta el pitido final.

El equipo, es verdad, estaba más vivo, pero Raúl apenas sufría. Un remate de Borja, a pase de Willian, una chilena del delantero, una falta lanzada por Eldin, un córner donde Vallejo y Mario no acertaron a disparar en condiciones... Demasiado poca cosa para que el Racing temiera por el empate que en el conjunto cántabro se veía como un tesoro que pudo aumentar hasta una victoria de oro cuando Mario se comió un balón y Koné enfiló hacia Whalley. El central derribó al delantero en el área y el árbitro, por suerte, miró para otro lado sin pitar el penalti. Unos días dan y otros, como en Lugo, quitan.

De la posible derrota se pasó a la victoria en un abrir y cerrar de ojos. Jaime, desde la izquierda, mostró que es un revulsivo que pide a gritos ser titular. Su remate tras pared con Borja le dio el triunfo a un Zaragoza gris que vive cada vez mejor recostado en su pegada, en su capacidad para marcar jugando muy poco al fútbol. Si a su buen momento ya le añadiera algo más con el balón...