La victoria contra el Tenerife ha producido una descarga orgiástica tan lógica por la ausencia absoluta de placeres esta temporada como algo o bastante desproporcionada. Un fingimiento venial si se quiere. El fútbol y sus espejismos han cumplido con rigurosa puntualidad con sus cruzados tiempos que imponen el presente sobre la reflexión pausada, que incluye sin duda la coherencia en la lectura global. El Real Zaragoza necesitaba ganar y ganó, que era lo importante pero no lo trascendental. Porque el equipo aragonés necesita seguir subido a esa dinámica para conseguir cuanto antes los puntos que certifiquen su salvación, objetivo poco popular pero de rabiosa actualidad todavía. Olvidar el pasado, que es una huella aún vigente, sería cometer un grave error de cálculo muy común en un deporte que se practica en el tobogán de las emociones. Hace apenas una horas, Natxo González, en técnico a la deriva, tenía las maletas preparadas en caso de derrota; Borja Iglesias había sido puesto en tela de juicio; no había un patrón de juego y sólo los canteranos sobrevivían al cahaparrón de las críticas. Cuando se supo que Delmás no era titular este sábado, se hizo cola para lapidar al técnico.

El gol de Pombo ha provocado un cierto grado de distopía. Natxo parece haber dado con la clave; ha subido la cotización de la plantilla y los canteranos han sido elevados a un pedestal. De este efecto mariposa, lo que más se aproxima a la certeza es que Delmás, Guti y Lasure tienen categoría de titulares mientras que Pombo, técnicamente intachable, sigue pendiente de examinarse en cada encuentro de una asignatura profesional que se le atraganta: tomar siempre la decisión correcta y rebajar todo lo posible las tentaciones ornamentales de más riesgo que productividad. Los cuatro progresan adecuadamente y con nota en una tesitura complicada, y su protagonismo debe encuadrarse en ese marco de satisfacción por la presencia en el primer equipo de gente de la casa que aporta mucho corazón, que bombean ilusión y buenas dosis de talento donde falta fútbol.

El Real Zaragoza fue justo vencedor contra el Tenerife. Generó más ocasiones, tuvo ambición y chispa; estuvo muy bien comandado por Eguaras y un Benito profundo hasta que se le acabó el combustible; dispuso de un penalti que esta vez desperdició Borja y luchó contra la amenaza final de una desgracia. Esos primeros 20 minutos ya se habían visto en alguna ocasión, al igual que el resto de un encuentro por el que la mayoría se perdió en la niebla. Con el 1-0 y el viento a favor, después de ese sobresaliente tramo inicial frente a un adversario muy afectado por importantes y numerosas bajas que se fueron incrementando en La Romareda, se puso a tragar sables con fuego. Fallos no forzados de Eguaras, Pombo y Febas dieron alas a contragolpes inadmisibles por la forma en que se produjeron, con Natxo comiéndose los nervios en el banquillo observando cómo su equipo no sabía interpretar los códigos que pedía una situación tan favorable. Los centrales se desajustaron y Borja perdió un balón muy peligroso cerca del área de Cristian por creerse en la otra punta del campo... El Tenerife inquietó porque el Real Zaragoza se lo permitió en una recta final caótica y angustiosa que sólo Guti y un magnífico Lasure, el mejor duante los 90 minutos, entendieron.

De la natural alegría al orgasmo hay un trecho. El Real Zaragoza es el mismo que derrotó al Tenerife con la diferencia de haberse despegado de la zona baja por el momento, lo que no es poca cosa. Ahora bien, su proyecto de futuro alcanza al viernes en Los Cármenes contra el Granada. Y después, jornada a jornada con Natxo al frente. Porque si alguien salió ganador el sábado, ese fue el entrenador. El fútbol es un maravilloso monstruo mutante.