Sobra decir mucho más de la terrible decisión del colegiado De la Fuente Ramos señalando un penalti por mano de Guitián cuando el balón le da en el pecho y de rebote. Lo pitó, además, con tanta determinación, con tanta seguridad de haber visto lo que no era, que solo invita a pensar en que los árbitros de Segunda son tan malos que no solo no ven cosas que ocurren sino que se inventan otras. La pena máxima añade azufre en la herida que López Amaya había abierto por completo en Soria y conduce a instaurar la idea entre el zaragocismo de que, en esta recta decisiva, los colegiados han coartado muchas opciones de ascenso directo. Dicho esto, el Zaragoza, en un duelo vital y directo ante el Nástic, que valía un paso de gigante hacia el billete a la élite tras la derrota del Leganés, no estuvo a la altura y soltó un partido plano de fútbol y mediocre en ataque,donde solo Lanzarote, sobre todo en la estrategia, logró inquietar a un rival que vino a empatar y ganó, y que mostró tanta solidez como capacidad en el fútbol oscuro y marrullero.

Lo enseñaron, por ejemplo, en la pena máxima que pudo devolverle el punto que había merecido el Zaragoza, que nunca firmó argumentos para ganar. Reina desquició a Lanzarote en el claro penalti, este sí, en los últimos minutos por mano de Tejera y sus compañeros le ayudaron en la tarea, además de destrozar el punto fatídico. Así, el extremo mandó al limbo esa oportunidad mientras De la Fuente Ramos pedía a gritos acabar el choque sin meter más la pata, porque al fallo en la pena máxima de Guitián hay que añadirle, en honor a la verdad, otro en la primera parte de Isaac sobre Naranjo, además de un reparto espantoso en las amarillas, ahí sí perjudicando a ambos. Vamos, como si le dan una pistola a un mono...

GRAN AMBIENTE

Entre una cosa y otra, en ese doble pecado mortal, el del árbitro y el de su propia flojera, el Zaragoza dejó escapar el tren del ascenso directo, que sigue a cinco puntos cuando restan nueve. El esfuerzo ahora se debe centrar en atar una plaza de playoff -ahora es quinto- que está cara y que va a exigir un pulso firme en las tres citas que restan. El Zaragoza, tras seis jornadas sin perder y tras siete marcando y enseñando pólvora, cayó y se quedó sin anotar en el día donde más necesitaba ganar, con una Romareda, además, empujando como nunca esta temporada ycon la mejor entrada.

Ni ese apoyo incondicional desde antes de empezar el partido llevó al equipo de Lluís Carrerasa ganar un duelo muyi gualado e intenso, aunque de poco fútbol.Con Guitián de retorno al eje y sin sorpresas en el once arrancó el conjunto zaragocista, al que se le escapó el gobierno del choque por la mejor disposición táctica del rival, sobre todo en el centro del campo,donde ni Dorca, ni Morán ni Ros lograron imponer su ley. Con todo, el buen trabajo defensivo mantenía a raya a un Nástic peligroso arriba, aunque al equipo aragonés le faltaban toneladas de fútbo ly de capacidad en ataque.

En ese escenario de problemas ofensivos solo el talento de Lanza fue un argumento de verdad. Al margen de un remate de Rico que obligó a la estirada a Reina, el extremo estuvo en casi todas. Le puso un gran balón a Hinestroza que remató mal para iniciar el colombiano las muchas cosas que no hizo bien y, después, obligó a Reina a despejar un buen intento de gol olímpico. Fue, de hecho, a balón parado como más peligro llevó el Zaragoza, mientras que el Nástic, con Lobato tímido y Naranjo atado en corto por Guitián y Cabrera, se mostró arriba mientras a Emaná le duró la gasolina. Que no fue demasiado. El camerunés cruzó mucho tras envío de Naranjo y un gran pase suyo dejó solo al punta para que Isaac, tras un posible codazo, le derribara en el primer error de bulto del árbitro, dos acciones que llevaron a la grada a contener el aliento, igual que en un despeje de Guitián que casi acaba en un tonto gol en propia puerta.

El Zaragoza acabó mejor el primer acto, aunque Ángel mandó al limbo una oportunidad a centro de Hinestroza y Guitián tuvo otra a córner de Lanza, pero en el inicio del segundo fue el Nástic el que avisó primero. Un preciso centro del activo Tejera lo mandó fuera Naranjo y Guitián estuvo providencial para arrebatar el balón a Emaná cuando se iba solo. El Zaragoza trataba de dar un paso adelante a costa de descubrirse más. Ya se sabe, la teoría de la manta. En medio del iniciado diluvio, Lanzarote volvió a poner un córner con peligro, pero Ángel de nuevo estuvo pocof ino.

Carreras, poco valiente en los cambios, apostó por Diamanka y Dongou y ambos empeoraron al equipo, porque los dos salieron con la mente en otro sitio. Tampoco aportó mucho Pedro después. El partido se iba al empate sin goles que el Nástic, que tampoco inquietó con el velozAssoubre, llevaba muchos minutos firmando a sangre y fuego y que Lanzarote intentó evitar con una vaselina tan genial como fallida. Ahí, en los últimos instantes, Isaac se durmió ante Lobato y el extremo ejecutó fatal la jugada, pero tuvo la suerte de que el árbitro vio lo que nadie.

No falló Naranjo y, en la locura final, entre disputas en los banquillos y en el césped, Lanzarote sí lo hizo para que el Zaragoza y su gente se quedaran con una sensación de derrota dolorosa, de doble castigo por incapacidad arbitral y propia, que supone que el sueño del ascenso directo se torne ya en quimera.