Al partido contra el Sevilla, otro momento concluyente de la temporada, Gay se presenta con la soga anudada al cuello, un escenario macabro que hasta el propio técnico ya asume públicamente. La posición de máxima debilidad del entrenador, al que el varapalo contra el Betis le ha dejado sin el oxígeno extra que le proporcionó la victoria ante el Mallorca, es la punta del iceberg de un estado de inestabilidad, confusión y de interminable guirigay que consume al Real Zaragoza semana a semana.

Desde la eliminación en la Copa, Edmilson reprobó en voz alta el sistema de juego con cinco centrales, Nayim lo puso en su sitio con autoridad al día siguiente y, ayer, Gay, muy a su manera, le pasó la mano por el lomo como hubiera hecho un buen padre con un hijo travieso. Desde la eliminación en Copa ha saltado a la luz pública que Ernesto Bello, el coordinador de la Ciudad Deportiva, otro de los supuestos hombres de confianza de Agapito, quiere volverse por donde vino por la misma razón que antes salieron corriendo Pardeza, Poschner, Bandrés o todo el anterior consejo de administración. La guinda a este clima de arenas movedizas la puso ayer Matteo Contini, que no terminó el entrenamiento por unas molestias sospechosas. No es la primera vez.

Cada cosa que sucede en el Real Zaragoza se añade a las anteriores y enrarece todavía más su día a día. Se suma a la terrible situación económica y sus consecuencias, a los disparates de Agapito, a las reuniones de jugadores a espaldas del entrenador para criticarlo, al descrédito de Prieto, que pende de un hilo tan fino como Gay y que también lo sabe, y al incesante ruido de cuchillos, que empieza a sonar en cuanto el menos pintado se da la vuelta.

Además de pelear contra sus rivales en la lucha por la permanencia, el Real Zaragoza no para de pelear contra sí mismo. En ese escenario de tensión, en el que muchas cosas suceden por acción o inacción del presidente y otras tantas se precipitan por la espiral de malos resultados y las crecientes suspicacias que provoca el pobre rendimiento deportivo, el equipo juega esta tarde un partido de fútbol, vital para Gay, al que se le agotan las vidas, vital para el club y vital para el futuro.

La derrota con el Betis fue delatadora y anuló los efectos provechosos del triunfo in extremis frente al Mallorca. No restó tres puntos, pero liquidó la confianza que el gol de Gabi pareció haber generado y puso de nuevo a la plantilla frente a frente con su realidad. Y, paradójicamente, la realidad es que este estado de inestabilidad solo pueden aliviarlo quienes, Agapito aparte, en buena parte lo producen con sus resultados: los jugadores. En medio de esa atmósfera tan cargada, el equipo puede salir hoy del descenso. Ese sería el mejor remedio para que la tempestad amaine un tiempo y no arrecie con más fuerza.