­—¿Cuánto cuesta llegar hasta aquí?

Mucho, muchísimo. Son un montón de años de trabajo y de esfuerzo que, por fin, se ven recompensados.

—¿Qué hay que hacer para quedarse?

Nadie tiene la receta. La única que he conocido yo durante estos años ha sido el esfuerzo. Es la única idea que te puede llevar a mantenerte.

—Decía el otro día que estaba haciendo todo lo posible por seguir como titular, pero que no sabía si sería suficiente. ¿Por qué no lo va a ser?

Uno hace autocrítica y siempre piensa que se puede mejorar. Yo creo que puedo hacerlo mejor aunque considere que lo haya hecho bien, pero no sé si seguiré en el once porque la competencia, entre otras cosas, es muy dura.

—¿Se imaginaba esta situación?

Mi sueño era llegar al primer equipo, pero jamás pensé cómo se iba a dar ni las circunstancias concretas. Ahora que estoy aquí y lo veo con perspectiva, me encanta que haya sido así. Me siento muy orgulloso de mí mismo y me hace mucha ilusión.

—¿Perdió en algún momento la paciencia o la fe?

Siempre hay momentos muy complicados, muy duros. En mi caso, por ejemplo, he tenido muchas lesiones, sobre todo en los últimos años. Tuve mala suerte, algunas lesiones extrañas como una fractura de vértebra.

—¿Cuándo entendió que podía llegar al fútbol profesional?

Siempre mantuve la esperanza, y cuando tienes confianza siempre ves esa luz que te indica que puedes llegar. Pero hasta que no hablan contigo y se acerca el momento, lo ves difícil. Cuando eres pequeño te dedicas a jugar y ni piensas en eso. Empiezas a verlo de otra manera cuando llegas al División de Honor o al filial porque te das cuenta de que empiezas a rozar el techo.

—¿Desde cuándo se recuerda jugando a fútbol?

Desde los 5 años. En el campo de fútbol sala de El Olivar tengo mis primeros recuerdos.

—¿Allí empezó todo?

Nos mudamos de casa y, como vivíamos cerca de El Olivar, un entrenador del otro colegio nos recomendó que fuéramos allí. Él también iba.

—¿Siempre ha sido lateral izquierdo o era uno de esos niños chupones que marcaba un montón de goles?

No era lateral, pero tampoco era chupón (risas). Cuando destacas de pequeño, a los buenos siempre los ponen arriba. Conforme vas creciendo te retrasan. En mi caso fue en cadetes mi reconversión al lateral.

—¿Quién lo cambió?

Creo que Paco Román fue el que me fue cambiando poco a poco. Al principio me costó porque mi mentalidad era muy ofensiva, pero poco a poco me fui haciendo a la idea de que tenía que defender mejor.

—Decía Delmás hace poco que firmaría ya mismo poder estar toda su carrera en el Zaragoza.

Yo también, sin duda. ¡Buah!

—¿Cuánto cambia el fútbol al llegar a profesional?

Cuando subes, de repente te conoce un montón de gente. A mí no me ha afectado en mi vida diaria. Sí que notas en el primer equipo que estás más expuesto, que tienes el foco sobre ti, pero lo llevo con bastante naturalidad. Yo me exijo a mí mismo, no siento que me exija nadie.

—Tiene un juego muy sobrio, tanto en ataque como en defensa. ¿Es el reflejo de su personalidad?

Sí. En general intento ser bastante equilibrado en mi vida y en el campo no soy diferente. No soy consciente de ello, pero sí intento buscar el equilibrio.

—Parece muy tranquilo.

Lo soy. Me gusta poco salir, no me va mucho el jaleo. Soy un chico muy familiar.

—¿Viene de familia futbolera?

No. Mi padre no jugó a fútbol, aunque en casa siempre han sido muy zaragocistas.

—¿Ahora le dan coba o le recuerdan que hay que tener los pies en el suelo?

Agradezco que no son los típicos padres pesados que están encima y te meten presión. Se interesan más por la persona que por el personaje y eso me encanta.

—¿Estudia?

Sí. Estoy estudiando Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, el antiguo INEF, y empecé también Fisioterapia. Ahora estoy más con CAFD, pero cuando la acabe continuaré con la otra carrera. Voy a mi ritmo, no tengo prisa, pero pienso terminar las dos.

—No es el prototipo de futbolista de futbolista de hoy en día.

Es verdad que el ambiente del fútbol es diferente al que me he movido en mi vida. Muchas de mis amistades son externas al fútbol, pero con la gente del fútbol también me relaciono bien. Sí que tengo otras inquietudes diferentes, eso es cierto.

—Bonita cuadrilla de amigos se han juntado en el primer equipo.

Sí. Hemos tenido la suerte de subir varios a la vez.

—¿Sienten que, de alguna manera, pueden conformar el núcleo del futuro Zaragoza?

Son cosas que se comentan, evidentemente. Tampoco somos ajenos a los medios o a lo que se habla y claro que escuchas cosas y claro que se comentan en grupo. A todos nos hace mucha ilusión que se hable de esto porque ves que la gente cuenta contigo y te tiene en consideración.

—¿Cómo son estos amigos?

Somos todos muy diferentes, no nos parecemos prácticamente en nada. Cada uno tiene una personalidad muy marcada. Julián es un chico muy de la calle, muy lanzado, que se maneja bien en muchas situaciones. Pombo es parecido pero a su estilo; le encanta estar de bromas, de cachondeo. Y a Raúl también le gusta pasárselo bien, pero es diferente, más inseguro; es más serio, muy responsable, pero en las distancias cortas le encantan también las bromas.

—¿Esas personalidades las ve igual en el campo?

Creo que sí. Pombo, por ejemplo, ese atrevimiento que tiene en el campo lo traslada de la vida. Es muy echado hacia delante, no se piensa las dos cosas dos veces, y ese atrevimiento se le nota jugando. Julián es un poco más de lo mismo, no se come mucho la cabeza, va al grano. Y Guti también, muy parecido.

—¿Nota en la calle el cariño que se le tiene al jugador de casa?

Conmigo la gente es supercariñosa y muestra su alegría, el orgullo de saber que eres de su ciudad, que llevas su misma sangre. Eso se valora por encima de muchas cosas.

—¿Por qué le ha costado tanto jugar de titular?

Hay muchas circunstancias. La primera es porque estamos hablando del Real Zaragoza, que no es cualquier club. La competencia que existe aquí es enorme, con jugadores muy buenos. También tuve un pequeño percance físico en pretemporada y siempre cuesta más reengancharse al grupo. En cualquier caso, yo seguí trabajando y, por suerte, ha llegado.

—¿Fue en la noche de Copa ante el Valencia cuando se dio cuenta de que podía ser titular en el Zaragoza?

Ya había jugado un par de partidos con el primer equipo y me había demostrado a mí mismo que valía y que podía hacerlo bien. Sí que es cierto que el Valencia era otra cosa, un rival de Primera División y con un nivel mayor. Ese día sí que sales a ver a qué nivel rindes, y yo me encontré a gusto, así que de alguna manera te das cuenta de que puedes.

—Natxo González lo tuvo en el olvido antes de afirmar en la previa del partido frente al Tenerife que iban a jugar Lasure y diez más. ¿Qué le dice el entrenador?

Me comunicó antes del partido del Barcelona B que iba a ser titular y me preguntó qué tal me encontraba. Le dije que bien. Previamente, alguna vez había hablado conmigo para decirme que estaba haciendo las cosas bien, que perseverara porque encontraría la recompensa. Charlas normales entre un entrenador y un jugador, nada fuera de lo común.

—Viene la pregunta difícil: ¿cuándo ascenderá el Zaragoza?

Sí que es una pregunta difícil. Todos querríamos que fuese lo antes posible, que fuese este año. Pero el ascenso te lo marca un poco el día a día y no puedes estar pensando si va a ser este año. No se puede exigir paciencia porque todos queremos subir, pero la afición y nosotros tenemos que hacer muchísima fuerza para intentar ganar cada partido. Hay que pensar en cada día, en cada tres puntos, no en objetivos a más largo plazo.

—El Zaragoza está ahora lejos de los puestos de ascenso. ¿Se les ha pasado por la cabeza renunciar?

Por supuesto que no, más bien lo contrario. Somos conscientes de nuestra situación, que no es la que desearíamos, pero intentamos siempre mirar hacia arriba. Está complicado, pero mientras digan las matemáticas que se puede, nosotros vamos a intentarlo.

—En caso de ganar mañana, el Zaragoza se pondría a solo 4 puntos del Granada, un claro candidato al ascenso. ¿Puede ser este partido un punto de inflexión?

Puede ser. Aunque veces es difícil determinar cuál es el punto de inflexión porque cada partido puede serlo. Es mejor olvidarse de si estás a 7 puntos o a 9 y ganar.

—¿Se ha imaginado cómo sería la celebración de un ascenso con el Zaragoza?

No puedo mentir, el ascenso lo he imaginado muchas veces. Tampoco me he imaginado situaciones concretas, pero sí mi sensación, la alegría que voy a sentir en ese momento.

—Será un ascenso bien diferente cuando llegue, desde luego, después de tantas temporadas en Segunda División.

Hay muchísima ilusión por que el Zaragoza suba y eso mantiene a la gente más expectante pensando en el cuándo será.

—El equipo ha ido haciendo picos a lo largo de la temporada. En los dos últimos partidos parece haber superado la mala racha de final del 2017. ¿Cómo se sienten ahora?

Las sensaciones son muy buenas. Al final ves que todo el equipo tiene las ideas claras. El entrenador nos las transmite bien y nosotros estamos de acuerdo con ellas. Estos últimos días se ha visto que se ha jugado bien, que se quería el balón e ir a por los partidos. La línea ahora es similar, bastante continua. Por eso mejoran las sensaciones.