-¿Está vivo de milagro?

--Sí. Tuve un susto grande, por decirlo de alguna manera. Fue un accidente. Me cogieron rápido, me metieron en el hospital y me hicieron un operación que para mí fue muy grande. Entre comillas, me recuperé bastante rápido gracias a que he sido deportista, según dicen. Tuve suerte, diez centímetros a la izquierda o a la derecha podría haber muerto.

-¿Fue muy grave?

±Una lesión en el estómago, perdí más de litro y medio de sangre. El doctor y el equipo que estaba trabajando esa noche me salvaron la vida.

-¿Fue en Serbia?

--Sí, estaba terminando el tercer nivel de entrenador. Allí se llama pronivel, es un poco más alto que el de aquí. Vienen entrenadores famosos a darte clases y tienes que hacer prácticas.

-¿Vive en Zaragoza?

--Sí. Cuando volví de Grecia, hice la pretemporada con el Huesca, pero ellos ya pensaban en otro jugador. Dejé el fútbol profesional, pero entré en La Muela con Emilio Larraz y ya decidimos quedarnos a vivir en Zaragoza. Mis niños se sienten cómodos aquí, mi mujer también, tengo bastantes amigos... Nos sentimos felices. Mis hijos se sienten muy españoles, muy maños.

-¿Sabía algo de Zaragoza cuando llegó en el 2001?

--Nada. Ni me imaginaba que mi vida iba a estar aquí. Siempre pensaba que si salía algún día de Serbia para jugar a fútbol, después volvería allí a vivir. Pero vienen los niños, te cambian la mente...

-¿De dónde le sale su pasión por el fútbol?

--Es feo decirlo, pero yo no tenía muchos juguetes en mi casa. Tenía un balón y uno o dos coches. Y, claro, estaba todo el día con el balón.

-¿Le afectó mucho la guerra?

--Yo era pequeño con la guerra de Bosnia. Después, la guerra de la OTAN, en el 99, sí me afectó mucho. Ya estaba entrenando con el Estrella Roja y nos sobrevolaban los aviones bombarderos en los entrenamientos. Ya sabes que la tecnología es muy alta y que no se suelen equivocar, pero siempre hay errores... Afecta mucho. En la UEFA, cuando jugamos contra el Leicester, nos hacían el ruido de los aviones, como si nos fueran a bombardear. Eso asusta bastante. Luego, la vuelta no la quisieron jugar en nuestra casa, tuvimos que ir a jugar a Viena. Los eliminamos y jugamos contra el Celta, que no puso problemas.

-Cuentan las malas lenguas que gracias a esa eliminatoria contra el Celta acabó fichando por el Zaragoza.

--Bien. Ganamos en casa 1-0 y perdimos 5-3 en Vigo. Aún se acuerda la gente de ese partido, fue raro. Hay gente que dice que algunos compañeros estaban comprados, porque nos remontaron de 1-2 a 5-2 en 20 minutos. Yo marqué tres goles y lo único que sé es que Víctor Fernández (entonces entrenador del Celta) hablaba muy bien de mí en Zaragoza antes de que me fichasen. -Había estado jugando en España siendo bien joven.

--¿Cómo fue su experiencia?

--Con 18 años estuve en el Barça B seis meses, pero el equipo bajó a Tercera y no podía tener contratos profesionales. Así que volví al Estrella Roja, aunque el Barça se guardó una opción.

-¿Qué se encontró en Zaragoza cuando llegó?

-Llegué con mucha ilusión, unas ganas increíbles de triunfar. Estaba como un toro y viendo los nombres que tenía el equipo, pensaba que iba a disfrutar mucho. Pero me pasó lo peor que le puede pasar a un futbolista. Desde ahí ya empezó a andar el carro hacia atrás y yo no lo podía sujetar. Una lesión, y otra, y otra... Y nunca paraba, nunca, nunca. ¿Sabe cuando paró? Cuando llegué a jugar en Tercera, que estuve dos años y pico sin ninguna lesión. Yo quería ayudar, pero fue imposible. Volví y me rompí el isquio. En la pretemporada de Segunda, otros dos meses y medio con el cuádriceps. Volví y me rompí el menisco subiéndome a caballo de un compañero. Y así. En fin...

-¿Qué recuerda de la lesión en Benasque?

--Llevaba el balón entre picas y detrás de mí iba Sundgren. Había que acabar disparando, pero se me fue un poco el balón y al recortarlo se me fue la rodilla hacia dentro. Cuando caí, lo primero que vi fue a Paul (Knaap) que venía corriendo, pero enseguida me di cuenta de que Sundgren estaba detrás vomitando. Lo había visto todo.

-Había tenido una lesión parecida en la otra rodilla unos años antes. ¿Se dio cuenta enseguida?

--Primero pensé que no era tan grave. El doctor (Villanueva) me ayudó muchísimo. Hablando con él en el taxi hasta Madrid me fue dando ánimos, aunque yo ya lo intuía. No quería creérmelo, pero en el fondo lo sabía. Al final fue rotura del cruzado.

-Una temporada maldita.

--Ese año 2001 es inolvidable, el peor año de mi vida. Acostumbrado a pelear por títulos en mi país, llegar a un equipo con la presión de no bajar a Segunda, tener esa lesión tan grave y sentir la impotencia de querer ayudar y no poder... Yo lo intentaba, pero no podía. Era imposible. ¡Y con ese equipo que teníamos!

-Si era tan buen equipo, ¿por qué bajó?

--Es una opinión personal, pero creo que el descenso empezó cuando empezaron a pitar a Chechu Rojo. Yo no lo entendía. Cuando empiezas a cambiar de entrenador es que las cosas van mal. Ese año estuvimos con Chechu Rojo, Luis Costa y Marcos Alonso.

-Hubo de todo. A Rojo lo echaron, Marcos no ganó ni un partido y Luis Costa se fue.

±Se fue porque no lo respetaban los jugadores. Un vestuario es fundamental. Lo que no te pueden dar los jugadores en el campo, te lo da un grupo. Cuando vino Savo parece que unió un poco los grupos, entre españoles, sudamericanos, los demás...

-¿Hubo enfrentamientos en el vestuario esa temporada?

±Cuando ya estábamos descendidos, en el último partido de Liga contra el Barça (1-1), cuando entramos al vestuario había gente, tres o cuatro, cantando en la ducha. Cuartero y Láinez estaban llorando, pero llorando como niños. Se montó un lío. Normal, eran gente que llevaban en el Zaragoza toda la vida.

-¿Y después de la derrota en el Bernabéu, cuando dimitió Luis Costa?

--No lo sé. Yo no puedo hablar porque no estaba. Había grupos y en la antepenúltima jornada, después de perder ante el Celta, estuvimos cuatro o cinco horas encerrados en el vestuario esperando que se marchara la gente que esta fuera enfadada. Yo les decía que no nos iban a pegar, que podíamos salir tranquilos. Salimos y la gente nos gritaba, algo normal. Bueno, también se habían enterado de que si uno salía mucho por ahí, que si al otro no le importaba que el Zaragoza bajara a Segunda División, que si tal...

-¿Sintió una presión extra por ser el fichaje más caro (2.150 millones de pesetas, unos 13 millones de euros) de la historia del Real Zaragoza?

--Siempre, aunque yo nunca se lo decía a la prensa. Voy a contar una cosa que poca gente sabe. Cuando volvimos a Primera con Paco Flores, yo estaba muy fino, muy bien, en mi mejor momento, y le decía a Paco Flores que veía que no iba a jugar. Él fue muy sincero y me dijo que su primer delantero era David Villa, que los demás tendríamos que pelear por el puesto. Así que yo me fui a hablar con Pedro (Herrera) y le dije que veía que iba a perder el año, que me dejaran salir cedido seis meses aunque fuera a Segunda. «Ni hablar, es la última vez que hablamos de esto», me dijo. Y así fue, nunca quiso dejarme salir.

-También hubo problemas con el reparto de ese dinero en Serbia. ¿Qué sabe?

--Nada. Yo me pongo loco con estas cifras. Sé que los del Estrella Roja hicieron tonterías y tampoco sé exactamente cuánto dinero fue. Por mi parte no hubo nada raro. Cuando me reuní a hablar con Jerónimo (Suárez) y Pedro no estuvimos ni cinco minutos. Ellos me dijeron: «Te podemos dar esto». Y yo les dije: «Vale, ningún problema». Yo tenía la presión de mi club, que me decían que tenía que aceptar porque, si no, iban a entrar en problemas. Yo no pedí ni una parte del tránsfer, tenía miedo.

-¿Qué recuerdos buenos le quedan de sus cuatro temporadas en el Zaragoza?

--De la manera que a mí me gusta el fútbol, yo hubiese disfrutado mucho del fútbol español, con toda esa gente tan buena alrededor. Lo que más disfruté fue la Copa 2003-04. Este año me decía Flores que al Zaragoza la Copa siempre le interesa y que Corona y yo íbamos a jugar todos los partidos. Bueno, pues yo jugué todos los partidos de la Copa excepto la final, que me quedé en la grada. Flores me decía que tenía que demostrar por qué había pagado el Zaragoza tanto dinero. Y cuando llegó la eliminatoria contra el Betis, me hizo jugarme una cena. Me metió presión, me pidió más, me dijo que se iba a cabrear conmigo... Y me salió un partido espectacular.

-¿Ese es su gran partido con el Zaragoza?

--Sí, sí. No solo por los goles (dos en La Romareda en la ida), sino por el partido de Sevilla. David estaba espectacular, pero no tenía gol. Me acuerdo de que Paco Flores llegó a decir: «Cuando me echen del Zaragoza, Villa empezará a marcar goles». Y así fue. El caso es que en la vuelta en Sevilla le regalé el gol.

-¿Y su gran gol?

--Uno que le metí al Málaga, o el mismo del día del Betis que le metí por encima. Tampoco tengo muchos goles...

-Al menos puede presumir de tener un título con el Zaragoza.

--Sí. Y es un título grande. -Y de un ascenso.

--Sí, claro. Cómo jugaba Cani, qué cosas hacía. Y Soriano, que decían que no iba a jugar en ningún equipo... Menos mal.

-¿Cómo fueron sus últimos años en el fútbol griego?

--Primero fui a Bélgica (Lokeren), con un año de contrato y opción a tres más. El presidente estaba loco conmigo, pero había tanta humedad que las rodillas no me aguantaban. Después de los entrenamientos lloraba de dolor. Así que le dije a mi representante que me buscara un país de calor. Fui al OFI Creta, primero a prueba. En tres días ya se habían decidido. Me salió un buen año y nos metimos en la UEFA.

-Y acabó de nuevo en Aragón.

--Sí. En La Muela, Andorra y Sariñena. De cuatro años en Tercera, tres subí.

-¿Cómo ve al Zaragoza?

--Bueno, se ha sufrido mucho los últimos años. Ahora ha entrado gente más seria, aunque esto tiene que ser un proceso de tres o cuatro años para devolver al Zaragoza donde se merece.

-¿Va a ser entrenador?

--Sí. En marzo me dan el certificado, queremos hacer un staff técnico entre amigos, con Iván Martínez y Rubén Falcón, engancharnos a algún sitio y empezar poco a poco. Me gusta. Me encantaría entrenar un día al Zaragoza, lo voy a intentar.

-¿Qué sabe de Popovic?

--No lo he conocido aún, pero me han comentado lo mejor. Pronto nos conoceremos.