-¿A qué se dedica ahora?

-Tengo ya 72 años, ¿qué le parece, que aún puedo dedicarme a muchas cosas? (sonríe). Todavía estoy trabajando en el Sparta de Rotterdam, es el equipo más antiguo del fútbol holandés, pero desde hace cuatro años está en Segunda. Y la gente del club me ha pedido que les eche una mano para buscar relanzar el equipo hacia Primera. Por así decirlo, soy directivo en el departamento técnico para ayudarles un poco en la sombra.

-No se resiste a dejar el fútbol.

-Para mí es una droga. Si llevo 50 años de mi vida dedicados a él, ya que como entrenador empecé en 1965. No lo puedo dejar.

-Al Zaragoza llega en marzo de 1981 y antes había estado entrenando en el Ajax de Amsterdam. ¿Qué recuerdos tiene de su llegada al club?

-Mi deseo era entrenar en España y eso se vio cumplido con el Zaragoza, porque tengo en mi carácter algunas cosas de estilo latino, ya que soy muy temperamental y pasional. Para mí fue una oportunidad fantástica en un momento complicado, porque quedaban siete partidos y el Zaragoza estaba cerca del descenso. Además, en esos encuentros nos quedaba jugar contra el Barça, con el Atlético, que era líder, con el Madrid. No fue fácil lograr esa permanencia, pero se consiguió. Empatamos con el Barcelona, ganamos en el Calderón... Sí, lo recuerdo bien, con jugadores muy fuertes como Güerri, Casuco, Casajús... Esos tíos eran fantásticos.

-Era su primera experiencia fuera de Holanda y en sus primeros entrenamientos utilizaba un traductor para hacerse entender.

-Es verdad, pero me duró poco. Entrenar es emoción, es pasión y cuando estás trabajando con eso, si quieres transmitir esas órdenes para hacer equipo, esa intensidad, y hay a tu lado un chico que traduce tus instrucciones sin emoción, eso no puede funcionar bien nunca.

-¿Le costó poco tiempo aprender castellano?

-Bueno, lo que he aprendido... (sonríe) Al principio no fue fácil. Yo estuve hablando español como un japonés, horroroso, pero mire, en la cancha la gente se entiende, porque el idioma del fútbol es universal. Y yo creo que sí les hice llegar esa emoción, tocar esa fibra, a pesar de que no hablara muy bien.

-Su primera temporada completa es la 81-82. Las expectativas se dispararon desde el principio con lo que podía lograr el equipo.

-Porque había una buena plantilla. Yo desde el principio tuve mucho apoyo de Avelino Chaves, que tenía perfecto dominio de talentos y de jugadores de otros equipos. Ese año recuerdo que llega Señor, un jugador que era una joya y teníamos otros futbolistas muy buenos, una gran delantera con Valdano, Pichi y Amarilla. Y Amorrortu era pura inteligencia en el campo, mientras que Güerri era un recuperador de balones fenomenal y con un carácter fuerte. Había un gran equipo y fue mucha culpa de Avelino Chaves, que hizo un trabajo técnico extraordinario.

-Sin embargo, el equipo, tras ese buen comienzo, se cayó en el tramo final, lo que más o menos se repitió en sus tres temporadas completas en el Zaragoza. ¿Por qué cree que le sucedió eso en su etapa aquí?

-No sé el motivo, aunque esas tres temporadas el Zaragoza estuvo siempre al final entre los diez primeros. Y con los equipos tan fuertes que hay en España, creo que hay que darle mérito. No ha sido tan mala esa época, aunque es verdad que al final pagábamos un poco la cuenta por el esfuerzo de toda la temporada por la razón que fuera. Pero en general yo diría que fueron años bastante completos.

-Se hablaba del fútbol total de Beenhakker, una clara apuesta por el ataque, por buscar la portería contraria. ¿Cree que llegó a verse esa filosofía de forma completa en su etapa aquí?

-Mi idea y en general la filosofía holandesa es que se juega al fútbol para ganar y también para hacer disfrutar al público. Entiendo que a veces algunos pongan un autobús en el área, pero este no es mi fútbol y el Zaragoza tenía gente de mucha calidad y que iban a mejorar más llevando la iniciativa del juego, teniendo el partido en nuestras manos y dominándolo. Esa es la idea donde los jugadores se sienten más a gusto y también una señal, un mensaje, a la afición de La Romareda, que siempre le gustó ese fútbol.

-Muchos también le señalan como un innovador cuando llegó a España. ¿Se siente así?

-No me veo como un innovador. Es verdad que, cuando llegué, pues en mi forma de trabajar no estaba la obsesión por el tema de entrenar sin balón. El aspecto físico se puede trabajar con la pelota, con los juegos posicionales, con ejercicios. Siempre el 95% de mis entrenamientos eran con él. Salvo algún calentamiento o algún complemento extra de fuerza o esfuerzo, todo era con balón. Es que al fútbol se juega con él. Es así de sencillo.

-Y el Zaragoza tenía futbolistas para jugar bien con balón. En la 82-83 llega Barbas y usted coloca a Señor de lateral derecho.

-Era un lateral demasiado ofensivo, como a mí me gusta. Esa temporada perdimos a Pichi Alonso, que nos daba mucho, pero también pescamos en el Barcelona a Salva. Y vino Pedrito Herrera, que era incansable, un centrocampista de área a área. Era impresionante lo que corría. De nuevo, insisto, el trabajo de Avelino Chaves, que nos hacía tener un muy buen equipo.

-Unos meses después el Zaragoza ficha a García Cortés, Casuco vuelve al lateral derecho y Señor regresa al medio con Barbas. Menudo centro del campo de calidad entre ambos.

-Eran fantásticos. Barbas tenía un toque de balón espectacular, jugamos partidos del fútbol que me gusta, dominando totalmente el balón. Tuvimos jugadores fuera de serie en el aspecto profesional, pero también en el humano. Siempre fue así. Y también en la directiva. Ya le he hablado de Avelino Chaves, pero no me quiero olvidar de Armando Sisqués, que también me dejó trabajar muy libre, muy a gusto en el club.

-No le ponía el listón demasiado bajo el presidente. Llegó a decir que aquel Zaragoza era mejor que el de los Magníficos. ¿Lo recuerda?

-Bueno, pero en el fútbol es complicado comparar épocas. Ahora, por ejemplo, se juega de manera diferente que en los ochenta, ya que el fútbol actual tiene menos espacio, menos tiempo para pensar, es más rápido. Por aquellos años el Zaragoza que dirigí pudo ganar y perder, pero jugó a un nivel muy alto.

-Con Raúl Amarilla mantuvo algunas diferencias, ¿no?

-Pero es parte de manejar un vestuario, cada uno busca lo mejor para sí mismo, pero eso choca con la necesidad de hacer un bloque, de ir todos a una. Raúl en la cancha siempre respondió bien, no hubo problemas grandes. Siempre hay algo en un vestuario, son 24 chicos distintos, con el carácter y eso. Siempre hay roces, es lo habitual.

-El equipo acusó en sus últimos años aquí el bajón de rendimiento de Valdano. Era uno de sus jugadores favoritos...

-Me encantaba por varios motivos. En el plano individual era un gran jugador y además era muy inteligente en la cancha, sabía ayudar al bloque dentro del partido, para cambiar la forma de jugar. Era capaz de dar lo que el partido necesitaba, tenía mucho ojo para el funcionamiento del equipo. Volví a coincidir con él en el Real Madrid y tuvo la mala suerte de la hepatitis. Fue un fenómeno, en el plano individual pero sobre todo por el equipo.

«He pasado por un cáncer de piel,ahora estoy controlado y limpio»

-En aquellos años había la ilusión de luchar por la Liga. ¿Cree que el Zaragoza tenía nivel para eso?

-Entonces el fútbol español tenía menos diferencias con los grandes, pero en esa época equipos como Real Madrid, Barcelona o Atlético también dominaban y había otros fuertes como el Athletic de Bilbao o la Real Sociedad. No creo que llegáramos a esos niveles. Es verdad que casi, que no andábamos lejos, pero nos faltaba algo, que no se notaba en la confrontación directa con el Barça o el Madrid, pero sí en la regularidad. Es no perder puntos con Osasuna, con Salamanca o con el Betis. Ahí se ganan y se pierden campeonatos. Eso nos faltaba.

-Su episodio más triste en Zaragoza fue el corte de mangas en un Zaragoza-Sporting en el final de la 82-83. Después, explicó que fue para un aficionado, no para la grada. ¿Se acuerda de aquello?

-Sí, lo recuerdo. No me acordaba del partido en concreto, pero sí del gesto. Bueno, se deterioró todo un poco, la afición perdió un poco la paciencia, exigía al equipo, y yo mismo estaba muy decepcionado por la marcha del Zaragoza. Y, claro, la tensión que había. Fue estúpido, muy estúpido, pero pasó y lógicamente es algo que siento.

-¿Se marchó del Zaragoza en junio de 1984 con mal sabor o con una buena sensación global? -La decepción fue sobre todo por la última temporada, pero en general para mí el Zaragoza fue algo muy importante. Fue mi primer equipo fuera de Holanda. Siempre digo que gracias al Zaragoza a mí se me abrieron las puertas para poder entrenar al Real Madrid y poder trabajar en más sitios en el extranjero, fuera de mi país. Eso fue por la oportunidad que me dio Sisqués para tener un buen equipo que creo que jugó un fútbol extraordinario. Para mí fue fundamental el Zaragoza y mi cariño y agradecimiento es total.

-Dirigió después a otros clubs, como el Volendam, el Madrid, el Grasshopper, el América de México, el Vitesse, sus etapas en el Ajax, pero también fue seleccionador con Holanda, Polonia o Trinidad y Tobago. ¿Qué se siente más entrenador o seleccionador?

-Me gusta más estar cada día en la cancha, en un trabajo más cercano. Me siento mucho más entrenador de equipos. El día a día de un vestuario, ese trabajo para mí es lo más bonito que hay. Ser seleccionador supone una época muy corta para trabajar con los chicos. Es más difícil. Y la emoción es distinta, aunque también es magnífico emocionar a todo un país, como me pasó con Polonia con la Eurocopa o con Trinidad y Tobago con el Mundial. Recuerdo que allí hicieron tres días festivos cuando nos clasificamos. Eso es muy gratificante, pero en lo personal me quedo con el día a día en un club.

-Los que lo han tenido a sus órdenes dicen que era un entrenador que hablaba a la cara y de un humor peculiar, incluso socarrón o cínico. ¿Está de acuerdo?

-Lo sé y es así (sonríe). Yo al blanco lo llamo blanco, no voy dando vueltas. Y siempre traté a mis jugadores así, daba la enhorabuena si lo habían hecho bien, pero si no habían dado todo lo que yo quería no me callaba, les decía la verdad. Mi relación fue siempre directa y sin duda hay que trabajar así en un vestuario. -Llevaba fama de que le gustaba vivir bien, la buena vida.

-Bueno, lo normal. Nada de cosas raras. Lo que sí me encantaba es la emoción del fútbol en los países latinos. Transmitir emociones, no reprimirse. No hay que ser actores ni representar nada, si algo te emociona lo dices. Si hay que llorar, se llora. El fútbol tiene una parte técnica muy importante, pero igual de importante es la parte emocional, humana. Por eso siempre traté de estar cerca de mis jugadores, de su vida particular. Nunca fui un entrenador arrogante, de marcar distancias, sino que traté de ser parte del equipo.

-Antes no se hacía tanto grupo en un equipo, había más diferencias entre titulares y suplentes.

-Es verdad, en eso el fútbol ha cambiado bastante.

-¿Ha dejado ya el tabaco?

-Desde hace algún tiempo no fumo y mucho antes lo dejé en el banquillo. Pero no solo fue por la prohibición de hacerlo durante el partido, también vi claro que el tabaco tenía que estar alejado de dirigir a un equipo con gente joven. En esa época era normal fumar en los entrenadores. Si Menotti fumaba como si fuera la fumata blanca del Vaticano... Yo lo hacía algo menos.

-¿Cómo se encuentra de salud?

-Bastante bien, aunque los años no perdonan. He pasado tanto tiempo en los campos, con calor, con frío, que si tensión, lluvia, nervios... Todo eso tiene después una factura, pero me encuentro bien, salvo pequeños problemas. Pasé por un cáncer de piel, externo, tampoco gran cosa. Pero ahora estoy totalmente controlado y limpio. Son pequeñas cosas que llegan y hay que afrontarlas.

-La palabra cáncer asusta...

-Sí, es así. En mi caso físicamente no fue gran cosa, pero la palabra se te pone en la cabeza. No es fácil manejar eso mentalmente, es una batalla sobre todo ahí. Pero, insisto, ahora está muy controlado, con las revisiones cada tres meses y eso. Me encuentro muy bien. No hay problema.

-¿Qué contacto mantiene con el Zaragoza y la ciudad?

-Bueno, el equipo está en mi cariño y lo sigo, sé cómo le va. Hablaba a veces con Pedro Herrera cuando estaba como secretario técnico. Con Avelino he perdido por desgracia el contacto y también con otra gente de allí. Estar tan lejos tiene estas cosas.

-En su época como entrenador mantuvo una tensión con Johan Cruyff. ¿Han hecho ya las paces?

-Bueno, no hay problemas serios ahí. De vez en cuando calentamos un poco el fuego del fútbol, pero solo eso. Esas frases que nos decíamos como entrenadores del Barcelona y del Madrid... Era decir esas cositas, pero jamás hubo un problema personal. Hay una relación correcta