Aunque no se lo crea, el Real Zaragoza consiguió el resultado que había establecido como estupendo el Reus antes de salir de puerto, mucho más después de que Toquero adelantara al conjunto aragonés con su viejo arpón de avezado pescador. El equipo de Natxo González puede manifestar la felicidad o satisfacción que desee, pero los catalanes jugaron con él, sobre todo en una segunda mitad liderada por los locales en la mayoría de las facetas y con una abrumadora superioridad aérea. El objetivo eran los tres puntos para no mirar al retrovisor del playoff, por lo tanto el brindis por la igualada no corresponde a un aspirante a la promoción de ascenso. Quizás si su consecución se hubiera producido de otra forma habría motivos para un festejo moderado en el camarote. Así no. Con el resultado a favor en un estadio hermético, no supo ni pudo defender una magnífica renta, dejándose llevar toda la noche por antiguas pesadillas, cuando concedía ocasiones a puñados, perdía el control en el centro del campo y Borja Iglesias se diluía haciendo guantes consigo mismo. Tiró también mucho de Cristian Álvarez, de nuevo salvador en al menos tres intervenciones...

Era una cita para ganar o para perseguir el triunfo. La victoria tenía que ejercer de colchón de seguridad frente a los dos próximos compromisos, en casa contra al Sporting y ante el Cádiz en el Carranza, duelos de máxima exigencia que ahora los vivirá forzado a no cometer error alguno. Se dejó llevar el Real Zaragoza con una alineación en la que aparecieron Papunashvili y Javi Ros en lugar del alicaído Pombo y del supuestamente cansado Zapater. El georgiano trabajó bien en los repliegues, pero pecó de un egoísmo reprochable hasta por sus propios compañeros, sobre todo por parte de un Borja Iglesias que perdió la paciencia con los caprichos del mediapunta: buscó su gol y se empeñó en lanzamientos inapropiados con opciones de asistir. Ros es un futbolista que transportaría solo si se lo pidieran la Muralla China en un bloque, pero en su buena voluntad no da para construir grandes cosas. Guti, que tiende en los últimos tiempos a creerse un papel de esforzado que le va bien pero no le deja expresarse como un jugador con mayores y más ricas prestaciones, tampoco ayudó a la fluidez en la zona de elaboración.

Se frenó el equipo sin que hubiera acelerado demasiado. El Reus, más maduro y consecuente con su estilo, no perdió en ningún momento la cabeza y buscó con puntería la del gigante Lekic, quien trajo por la calle de la amargura a los centrales. Se sabía de antemano que el serbio es el único poste ofensivo del Reus, pero siempre que se elevó fue para contactar con la pelota hasta que marcó un tanto muy suyo. Vino el pase por el costado de Lasure, esta vez superado por Yoda y por la inquietud... El Real Zaragoza defendió el punto porque sintió la derrota. En parte porque el Reus hizo las cosas bien, pero sobre todo porque al equipo blanquillo le temblaron las piernas, mostrándose ramplón, muy alejado del espíritu ganador que le ha hecho famoso en las últimas batallas. A muy mala hora tiró la toalla para conformarse con un combate nulo que en realidad se lo llevó el Reus. Este empate en forma de bombón está relleno de cicuta.