—Debutó en Liga en Lugo tras jugar antes en Copa y desde entonces se ha hecho indiscutible. Ha caído de pie...

—Pienso mucho a largo plazo, cuando uno llega a cierta edad no acostumbra a quedarse en el momento, en los partidos, sino a pensar en global. Me propuse al llegar trabajar día a día y ser honesto toda la temporada. Con los rendimientos, yo trabajo para que sean buenos y estoy conforme con mi labor, en los partidos y más en el día a día, tanto la mía como la de mis compañeros.

—Venía de estar sin jugar un año cuando fichó. ¿Temía que sus sensaciones en su retorno no fueran buenas?

—En el puesto de los porteros se convive con los temores. Desde pequeño, vives al límite, porque es una posición de extremos, o eres ángel o demonio, o estás arriba o abajo. Al llevar un año de inactividad en los primeros días al llegar me planteaba si podría reaccionar como antes, si iba a poder volver a sentirme así. Pensé en ir poco a poco, primero recuperar la forma y después paso a paso. Las cosas fueron progresivas y fui cogiendo confianza, aunque aún estoy en ese proceso.

—¿Qué lleva a un portero con 30 años y tras una buena temporada en Cerro Porteño a retirarse, a dejarlo?

—Hay que ir al plano personal y yo siempre he sido una persona muy emocional. No sentía que era el momento de seguir, si firmaba por un club no estaba preparado e ilusionado, no me iba a entregar al 100%. Eso son muchas circunstancias, cosas personales, como el nacimiento de hijos, cuestiones familiares... Por eso me dije de tomarme un tiempo y no sabía cuánto iba a ser.

—¿Podía haber sido su retirada definitiva del fútbol o siempre pensó en volver?

—Claro que la contemplaba esa retirada. La decisión la tomé con total consciencia de no saber si iba a volver, porque también me quitaba del círculo de los clubs, me salía fuera. Era algo muy consciente y madurado, con mi familia y con mis seres queridos. Y sabía que igual no volvía a jugar. Pero tras un año volví.

—Hace unos años se definía como melancólico, nostálgico y en búsqueda de su identidad. ¿Ahora sigue siendo así?

—Todo ha sido un proceso y yo lo he vivido. No es nada extraño, muchas personas pasan por diferentes etapas y gestionan cada vez mejor sus emociones. También es mi caso. Hace unos años me veía de esa forma, pero ahora no es tan así. Ahora no pienso tanto. La madurez me ha llevado a gestionar mejor las emociones, a aprender cuáles quiero vivir o cuáles no, también lo mismo con los pensamientos, aunque a veces los controlas y otras no tanto. Estoy en un aprendizaje. No soy de quedarme en lo que era, no me aferro al pasado.

—Con 20 años usted ya leía a Karl Marx. No es muy moneda de uso común eso en los futbolistas...

—Hay muchos más jugadores que leen, créalo, aunque a lo mejor no salen tantos a decirlo. También en el fútbol hay gente interesante, con cosas para decir, aunque no lo parezca desde fuera. Y yo también eso lo he ido aprendiendo con la edad, cuando aprendí a ver y a observar. Con 20 años era mucho más radical en mis pensamientos y ahora miro más a las personas y me sorprendo con cosas y gentes con las que antes no lo hacía.

—¿Se puede ser futbolista y ser culto?

—Claro que sí. Hay cantidad de ejemplos, muchos entrenadores que han sido jugadores, por ejemplo. Y ser culto no quiere decir ser filósofo, artista o haber estudiado una carrera. Se puede ser culto siendo un hombre de familia. Ser culto es también ser derecho y recto.

—Entre sus planes de antaño estaba escribir un libro. ¿Mantiene ese sueño?

—A las palabras les tengo mucho respeto y no me animo a largar muchas cosas que antes sí decía. Guardo cosas para mí y solo las digo cuando son reales. Ahora, no está en mis planes escribirlo. Solo pienso en el fútbol.

—También hace unos años decía que no le gustaban los focos, las portadas, que sentía un cierto pudor y vergüenza.

—(Sonríe) El error que cometí fue hablar de más, ser muy sincero, probablemente haya sido eso.

—Usted es rosarino, se formó en la cantera de Rosario Central. Y de allí es Messi.

—Con él no tengo ninguna relación, más allá de ser compatriotas y de las veces que hemos coincidido. Tampoco con su familia de allí. Es nuestro máximo estandarte y exponente, lo que habla también mucho de lo que implica el fútbol socialmente para la gente. Es un jugador enorme, fantástico, un crack mundial.

—Bielsa o Menotti también son rosarinos, pero usted decía quedarse con gente como Fontanarrosa o Fito Páez.

—Todos trascienden y son importantes. Claro que lo hace Messi, pero también Bielsa, aunque no a un nivel tan global. Lo hace en cada persona con la que tiene trato. Yo he hablado y he sido como he sido, sigo siendo esa persona, pero ahora soy diferente, me gusta hablar de fútbol.

—Tras tres meses de su decisión de volver. ¿Cree que ha sido la adecuada?

—Sí, estoy 100% seguro de que ha sido lo mejor. Me estoy sintiendo muy a gusto, indiferentemente de los resultados. Desde la mayor madurez, me reencontré con el fútbol, en un lugar y con un grupo fantásticos. Me he sentido como en casa, y eso es fundamental, pero no solo por los compañeros, también por los ayudantes, los utilleros, la gente del club, el área técnica... Observar el fútbol desde un lugar de mayor madurez y de menor lucha interior en mi caso hace que florezca más la parte linda. Y lo estoy disfrutando.

—Desde que el Zaragoza bajó han pasado nueve metas por su portería. ¿Cree en maldiciones en ese puesto?

—No pienso en eso, en si hay o no maldición, en si hubo muchos porteros antes o en si no se sube a Primera División. Las palabras tienen un papel muy fuerte. Pienso en el éxito, en la alegría, en el disfrute cada partido en un estadio lleno de gente disfrutando.

—El éxito sería…

—Ser honesto día a día en el trabajo, conseguir frutos a través de la honestidad y ganar porque uno lo merece.

—¿Por qué el Zaragoza no deja su portería a cero?

—Nos convirtieron siempre, así de sencillo (sonríe).

—¿El equipo defiende bien?

—Claro que sí. Es cuestión de insistir en las formas en las que trabajamos. Si yo ahora digo que defendemos mal, me echo piedras a mi tejado, porque además no pienso que sea así. Tenemos momentos y dificultades que van a estar en algunos casos todo el año, porque no vamos a ser perfectos, ni ahora ni en la última jornada. Hay que confiar en nuestro trabajo y situaciones que se dieron y estuvieron en contra se darán a favor. Así llegará la portería a cero.

—¿Que le ha sorprendido más de Natxo González?

—Me sorprende lo metódico, lo minucioso que es para armar los partidos. Lo había vivido antes, con otros entrenadores, por ejemplo con Pochettino, con una capacidad de trabajo y de análisis brutal. Ahora lo estoy volviendo a vivir y es muy valorable. El míster sabe, transmite y se aprende mucho con él.

—El equipo transmite buenas sensaciones, pero tiene seis puntos de 21 posibles.

—Y somos conscientes de eso. No estamos diciendo que viva la Pepa y que somos los mejores de Segunda. Tenemos seis puntos, aquí se juega a sumar, es lo que vale, y si no ganas más partidos es porque no se hace todo bien. Todo eso es un trabajo de mejora, de insistir a largo plazo.

—¿Teme que en un vestuario tan joven pueda pesar al final que no lleguen resultados en la confianza del grupo?

—No. Intento no temer eso, porque veo jugadores jóvenes con personalidad y los más veteranos acompañamos y estamos en una misma línea de argumentos. Si llegan los momentos duros, lucharemos por salir, pero no pienso en que vayan a venir.

—Tras el empate en Oviedo, Natxo González se mostró convencidísimo en que los buenos resultados llegarían...

—Ese es mi discurso también y esa es la línea en la que estamos mentalizados. Si seguimos trabajando en el día a día como ahora, en las 24 horas, cuidándonos, siendo profesionales, todos con la mente puesta en los objetivos, en la mejora continua, los frutos llegarán, porque este grupo tiene calidad y capacidad. Además, es un vestuario sano, con buenos líderes, como Zapater, con una gran capacidad de liderazgo y otros veteranos que estamos empujando y ayudando a interpretar la idiosincrasia de la institución y de la afición zaragocista.

—¿Entiende que la afición del Zaragoza les exija subir, retornar ya a Primera División?

—Claro que entiendo esa exigencia de la grada. Eso es bueno, es algo saludable y que te empuja. Podría ser contraproducente en algún punto, pero suma. Cuando se trabaja siendo honesto, después, en lo que pasa en el fin de semana, en la grada, la gente te lo va a agradecer, lo va a recibir y lo va a transmitir. Y puede ir mal, claro que sí. Nos puede pitar todo el campo. Imaginemos que eso pasa, ¿qué haces? Trabajaste duro, entrenaste bien, te cuidaste la mente y el cuerpo, pero no se dio y, ¿qué más puedes hacer? Lo que se trata es de hacer todo eso.

—¿Cree que la camiseta del Zaragoza pesa más que la de otros equipos de Segunda, que hay jugadores que rinden más cuando se marchan de aquí?

—Sí, estoy de acuerdo. Pero tenemos que conseguir que la camiseta les pese a los otros, a los rivales, no a nosotros. Es un hecho ese mayor peso porque el Zaragoza es un club grande para Segunda, este escudo y esta historia pesan, como también la de otros como el Granada, aunque no tanto como la de aquí, no tienen la repercusión del Zaragoza.

—No ha sido internacional absoluto con Argentina. ¿Tiene esa espina clavada?

—Fui convocado, pero no jugué. No me diga de tener esa espinita, porque quién sabe aún qué puede pasar, pero no la tengo porque no me aferro a las cosas. Sí puedo decir que entonces no estaba preparado para subirme a ese tren. Por eso no lo aproveché.

—¿Y ahora estaría preparado?

—Completamente. Física, mental y emocionalmente lo estoy. Antes no, fue una pena.

—¿Se ve jugando en la élite con el Zaragoza?

—Claro que me veo aquí y en Primera, lo visualizo.

—Su continuidad está pendiente de los partidos que juegue, ya que solo firmó un año.

—Sí, está pendiente de que las cosas se den también en la parte personal, de que juegue. Si las cosas salen bien, yo estaré la próxima temporada aquí.