Los jugadores de la Recopa hablan de La Romareda con veneración. Saben de lo que hablan, no como algunos que no respetan la historia ni a sus héroes. Los príncipes de París son conscientes de que la voz de su afición es alma y termostato del equipo. En las buenas, claro. En las malas también. Esa caldera zaragocista que tragaba gigantes y pequeños con la misma desconsideración es parte importante de su historia. La atmósfera de escalofriantes tardes y noches de fútbol maravilloso, que desapareció cuando Agapito lo estropeó todo, fue fundamental para subir al cielo en París. Saben también que a veces les pitaban, pero que lo hacían con razón. Y que no pasaba nada. Pero nada de nada. Tampoco se les ocurría censurar sus reproches.

Hoy es 11 de mayo y no hay nada que celebrar en El Pilar, aunque las velas dejen al fondo una tenue luz que enseña el angosto camino hacia la única verdad. El Zaragoza es sexto. Se diría que cumple el mínimo exigible después de ser impulsado por su hinchada ayer. La muchachada del Fondo Norte regresó al estadio tras solventar sus cuitas y el ambiente fue bien otro. Echó una mano el árbitro con esa jugada del minuto 3 en la que no vio fuera de juego y sí penalti --o sea, vio todo al revés-- y el equipo aprovechó el favor con unos minutos bien decentes y otro estupendo gol de Jaime.

La afición ha vivido momentos efervescentes estos días con el aniversario de la gloria parisina. Y ese borboteo lo trasladó al estadio, donde aparecieron algunas pancartas reivindicando la conmemoración que el club no quiso. Renació también el rugido zaragocista para pedirle al equipo que ponga lo suyo, que se deje empujar hasta el infinito.

Del tendido alto del gol de la Feria nació también la ola que engullió a La Romareda durante unos minutos. Fue extraña porque el partido no invitaba aún a vestirse de fiesta. Inevitable también. La gente, a la que Popovic parece no entender, anda con unas ganas locas de disfrutar. Siempre tiene ganas de hacerlo, tantas veces no le dejan. Por encima de todo está la nobleza. Aragonesa, sí. En fin, que el entrenador dijo que esperaban ese apoyo mucho antes. Pero puede tener claro que si el próximo día se merecen ser pitados, lo harán. Como ayer hicieron con Rico otra vez, sin ir más lejos. A los de siempre, a los que saben y sienten, no se les engaña con palabras. Están los hechos primero, en este caso el fútbol.

"Cuando la gente lo da todo apoyando al Zaragoza, es impresionante lo que se siente ahí dentro. Te empujan hacia la victoria y parece incluso que no te fatigas. Los oyes ahí detrás y sigues, y sigues, y sigues". Es una frase de Poyet, al que ayer recordaron en el coliseo zaragocista con aquel inolvidable 'Gus, Gus, Gustavo' para rematar la alineación que conquistó Europa en el 95. Puntualiza el que un día será entrenador del Zaragoza: "La afición ayuda, pero es el equipo el que debe responder en la cancha". Queda claro pues. El Zaragoza tendrá el factor Romareda de su lado, importantísimo si se piensa en el ascenso, siempre que se lo merezca y no precisamente porque se lo exijan.