No ganaba el Zaragoza desde el 22 de marzo cuando se impuso al Racing, cuatro partidos y más de un mes en el calendario, y hasta más de dos llevaba sin hacerlo en La Romareda, desde que el 7 de febrero había superado al Barcelona B por un claro 4-0, ya que por el Municipal habían pasado el Llagostera, el Lugo, el Alcorcón y el Sporting y las tablas había sido el signo común con un enfado creciente de la grada. A esas dos rachas les puso fin ayer con su triunfo ante el Numancia. Es obvio que los malos resultados, las crisis y las dinámicas negativas generan desconfianza y aumentan los nervios. Por eso el valor de los tres puntos ante los sorianos es tremendo.

El Zaragoza vivía lejos del triunfo, que se había convertido en algo casi quimérico con solo una victoria en diez jornadas y nueve puntos de 30 como balance antes del choque con el Numancia. Tras ganar al conjunto de Anquela, que se queda a seis puntos en la tabla y se aleja de la pelea por la promoción, el equipo aragonés volvió a reconciliarse con el triunfo, a sentirse cercano a la esencia del fútbol. Como decía Luis Aragonés, "ganar, ganar y volver a ganar". El Zaragoza reciente no lo hacía casi nunca, pero dio el paso para empezar a cambiar la dinámica, un paso que tiene que tener continuidad en el decisivo encuentro en Ponferrada el domingo.

La afición, que en un número destacable hizo el pasillo a los jugadores hasta La Romareda y que se mostró nerviosa y con pitos en el tramo final por la incertidumbre de la victoria, también necesitaba ese triunfo. Sobre todo necesitaba creer que su equipo puede ofrecer una versión mejorada de la gris de los últimos tiempos, lo que hizo en la primera parte, y que va a pelear por la sexta plaza.

La grada entiende y acepta los problemas, la pesada herencia de Agapito, las trabas económicas y hasta la manida excusa de las bajas, pero todo eso no justifica no atrapar una más que barata sexta posición, una rendija para el retorno a Primera a través de los playoffs, cuando los enemigos son la Ponferradina, el Llagostera o el Leganés. Y menos si se hacen partidos tan flojos como los de la época reciente. Por eso era vital otra cara, acabar con la mala racha y con la oscuridad.