Fue un partido para olvidar, una tarde negra en Soria donde el Real Zaragoza hizo todos los méritos posibles para salir derrotado. No necesitó el Numancia mucho para superar al equipo de Luis Milla, porque tampoco parece que el conjunto soriano ande sobrado de recursos, pero a este Zaragoza, al de ayer en Los Pajaritos, le puede ganar cualquier enemigo de Segunda. Cualquiera. Sin fútbol, sin llegada, sin apenas ser capaz de tejer juego con sentido y, lo que es peor, sin alma y sin capacidad para levantarse ante la adversidad. La derrota es dolorosa, pero lo verdaderamente preocupante es la imagen de pobreza futbolística y de espíritu que demostró un equipo que se puso por delante sin casi hacer méritos, con el estreno goleador de Juan Muñoz, y que abrió todas las puertas para la remontada del rival, dejando una segunda parte que va directa al museo de los horrores.

El gol de Manu del Moral a punto de llegar al descanso fue el latigazo que descompuso del todo a un Zaragoza que, como después reconoció su entrenador, se vino abajo mentalmente, sin ninguna capacidad de reacción. Esa debilidad es una pésima noticia que habla muy mal de los futbolistas, pero también del entrenador. En esta Segunda de perfil tan bajo en lo futbolístico, la fortaleza de carácter, de espíritu, es un valor innegociable para tratar de ascender y este Zaragoza, que sigue sin ganar fuera de casa y que enseña un perfil mucho peor a domicilio que en La Romareda, necesita una mejoría urgente en esa faceta. Y en la futbolística, claro. Tanto en Tarragona como en Soria ha declarado su divorcio absoluto con el balón. La diferencia es que en el Nou Estadi fue serio y solidario en defensa. En Los Pajaritos, una caricatura.

Con muchos menos zaragocistas en las gradas y con un 4-1-4-1 y con Ángel acostado a la banda izquierda para que Juan Muñoz estrenara titularidad en Liga como referencia arriba salió el Zaragoza en Los Pajaritos. Y salió, además, con una colección de imprecisiones que hizo que el Numancia fuera el dueño del partido en el arranque. Con Isaac sufriendo en la banda, lo que no es nuevo, esta vez con Marc Mateu, y con una medular donde Erik Morán y Javi Ros no podían gobernar el encuentro, el equipo dio un paso atrás después de que Juan Muñoz tuviera la primera ocasión que desbarató con su salida Munir.

Irureta sacó el remate de Marc Mateu tras irse de Isaac e Íñigo Pérez probó fortuna un par de veces desde lejos. Al Numancia se le ve justo para andar por Segunda, pero era mejor que el Zaragoza, donde la incapacidad para generar juego y el recurso a Cabrera como lanzador de balones con destino a ningún lado dejaban en nada algunos buenos movimientos de Juan Muñoz y la actividad de Ángel, incómodo y con ganas en la banda.

MAL PARTIDO

Con todo, el choque era malo de solemnidad y solo pasada la media hora, cuando Lanzarote decidió darse una vuelta por los focos del choque, el Zaragoza empezó a dar más señales de vida en ataque. Un rechace de Regalón, poco fiable con el balón en los pies, a envío del extremo que no aprovechó Juan Muñoz y dos centros con veneno fueron la antesala del gol en una jugada que cocinó Isaac y que se guisaron entre Ángel, con su brega incansable, y Juan Muñoz hasta que el balón quedó muerto en el área y el pepinazo necesitó un suspiro para armar la pierna y batir a Munir.

El Zaragoza se puso por delante con muy poco, pero no supo mantenerlo. Un cambio de juego de Galarreta, la debilidad del costado de Isaac y el centro de Julio Álvarez fueron suficientes para que el cabezazo de Manu del Moral pusiera el empate antes justo del descanso en un jugada donde Irureta no estuvo bien. En los últimos partidos está más comedido en las salidas, en esa jugada el balón debía ser suyo saliendo y no lo hizo.

El gol del equipo soriano fue un mazazo, un golpe en la línea de flotación del Zaragoza, que ya se le puso una cara de derrota al salir del intermedio que se veía a leguas de distancia. El partido no cambió en demasía. El Numancia siguió buscando el costado de Isaac, donde Marc Mateu y Ripa tenían licencia privilegiada en esa autopista, pero el segundo tanto llegó por el costado de Casado, que tampoco anda sobrado de facultades defensivas.

Los laterales, ya se sabe, un problema más que constatado. Nacho, tras una buena jugada de Julio Álvarez, mandó el balón a la red y ahí cualquier zaragocista con sentido común ya vio que ese partido no iba a acabar bien.

Porque la última media hora fue un monumento absoluto a la impotencia zaragocista. Fran relevó a Isaac en el costado derecho, un cambio que no mejoró en nada en lo futbolístico, pero que era necesario por el nivel que estaba dando Isaac, el que lleva dando desde que arrancó la Liga. Con el Numancia viviendo tranquilo y con la ventaja en el marcador, el Zaragoza solo creó peligro en un buen pase de Ángel que Fran centró mal. La tarde no estaba para nadie, Zapater dejó su sitio a Barrera y tampoco pasó nada. Erik Morán, de terrible vuelta al once, pasó al pivote defensivo, pero la medular siguió sin funcionar. Como todo el equipo, que ni puso fútbol ni alma en un partido que deja una honda preocupación.