Se han abierto muchos debates en los últimos días en torno al Zaragoza, su fútbol y sus futbolistas, además del controvertido entrenador. La escasa aportación de los laterales, la baja calidad de los centrales suplentes, la negativa intermitencia de Erik Morán y otros problemas han difuminado las dudas de la portería, bien tempranas por otra parte. Xabi Irureta ha vuelto al foco tras su grave error ante el Elche, tanto que por primera vez se ha puesto en duda su titularidad el domingo en Zorrilla. Su inconstancia, sus vacilaciones, no han desaparecido pese a la apuesta de confianza que le ha dado Milla. Más allá, ha empezado a regalar puntos y a perder en la comparación ante cualquier portero rival.

El guardameta vizcaíno encajó en el grupo y en la ciudad como un guante. No habían pasado dos semanas cuando hablaba abiertamente su satisfacción por haber elegido Zaragoza. «He acertado plenamente», decía el guardameta vasco. Sus primeras apariciones ratificaron sus palabras. La pretemporada fue inmaculada, con notable en Tarragona y sobresaliente en Vitoria, donde paró cuatro penaltis en la tanda. Detuvo otros dos ante el Eibar, uno durante el encuentro y otro en la rueda final.

La actuación ante su exequipo, sin embargo, dejó muchas sombras pese a esas dos intervenciones decisivas. Poco que discutir. Irureta fue directamente el culpable de los dos tantos que permitieron al Eibar igualar el 2-0. Primero salió mal en un córner y permitió el remate a placer de Dos Santos. Un cuarto de hora después, no pudo atajar un disparo sencillo de Inui. Despertó recelos, que se confirmaron en las tres primeras jornadas de Liga, donde repitió errores de bulto. En su debut en La Romareda, con el partido sentenciado, regaló un penalti al UCAM Murcia en una salida a destiempo en la que derribó a Imaz, que transformó el 3-1 en el minuto 94.

Unos días después, Irureta cometió el primer desacierto que costó puntos al equipo aragonés. Con el partido prácticamente sentenciado y el Lugo aturdido, el gato de Berriatua provocó un malentendido con Cabrera, no despejó el balón y permitió a Joselu marcar a puerta vacía. El equipo gallego entró en el partido, empató poco después y pudo ganar.

Una semana después, el cuadro de Milla ganó al Huesca e Irureta ofreció una excelente respuesta de reflejos a un temprano disparo de Urko Vera. Sin embargo, su imagen de inseguridad en los instantes finales sobresaltó a La Romareda, con dos graves errores en balones aéreos.

El vasco no tuvo nada que ver en la goleada sufrida en Valencia, pero estiró la desconfianza al congelar a más de uno en un par de balones aéreos ante el Alcorcón y permitió a Manu del Moral rematar casi en la raya en Soria. Sumó un punto en Tarragona al detenerle un penalti a Uche, aunque ni en Sevilla ni ante el Córdoba pudo ayudar a su equipo a ganar. Su racha recuerda a aquellos tiempos en los que Gaizka Garitano tuvo que sentarlo al final de la Liga para dar paso a Jaime Jiménez. Fue casi su funeral en el Eibar, donde apenas volvió a contar. La historia parece repetirse. Al gato ya no le quedan siete vidas. Ni mucho menos. Quizá haya llegado la hora de Ratón.