Tras siete jornadas de escalada, tras conquistar 15 puntos de 21 desde aquella tarde en Lugo y tras un trío de victorias seguidas ante su gente, el Real Zaragoza volvió a verle la cara a la tristeza, de nuevo en La Romareda, donde acumuló su tercera derrota de la temporada para bajarse de las plazas de ascenso directo. El Valladolid, que no había ganado fuera, volvió a hacerlo en el Municipal, donde en sus cinco últimas visitas solo acumula sonrisas y puntos. Solo necesitó el equipo de Miguel Ángel Portugal orden y poner la cesta para recoger los regalos al principio de cada parte, uno al alimón entre Cabrera y Manu Herrera, otro un penalti inventado por Ais Reig, de terrible arbitraje en su estreno en La Romareda. El resto lo hizo la propia incapacidad ofensiva del Zaragoza, nada nuevo bajo el sol y algo que necesita remedio tanto en el día a día, en los entrenamientos, como, sobre todo, en el mercado, donde urge comprar gol y calidad.

El Zaragoza de la reacción, el que se levantó desde el Anxo Carro en torno al orden, al 4-1-4-1 y a la consistencia defensiva, en la idea de encajar lo menos posible y rentabilizar al máximo cada gol, le falta, como ya se sabía y como es palmario desde pretemporada, talento arriba y gol. Si juega con el viento a favor del marcador, el problema se oculta entre resultados, entre tablas sin goles y triunfos pragmáticos. Si el rival se adelanta, como lo hizo ayer el Valladolid sin romper a sudar, el desnudo del emperador, como aquel célebre cuento, es absolutamente indiscutible.

Es verdad que el equipo notó las bajas, la ausencia de la sobriedad de Bono, del carácter y la concentración de Vallejo y, sobre todo, del despliegue de Diamanka, y que el arbitraje de Ais Reig fue nocivo, no solo por el penalti inexistente de Olaortua sobre Tiba, también por permisividad en las faltas y en las pérdidas de tiempo al Valladolid, pero haría mal, muy mal, el Zaragoza en mirar solo al colegiado o a los que no estaban. Está claro que el equipo de Ranko Popovic compite, que es serio y ordenado, pero no lo es menos que en ataque ofrece demasiado poco y no se sube solo defendiendo bien, hacen falta goles y el Zaragoza los hace a cuentagotas. O menos. Solo 13 en 13 jornadas, donde se ha quedado en 6 sin marcar.

Con Pedro para hacer el papel de Diamanka, con más calidad, pero menos físico, arrancó el Zaragoza, con el mismo plan pese a las bajas ante un Valladolid donde Portugal ajustó los mecanismos y también salió con trivote, con Álvaro Rubio, Leao y Tiba, para plantar batalla en la medular. El equipo pucelano, además, se topó con un escenario idílico muy pronto. Había llegado a La Romareda, con un césped, por cierto, irregular, a especular y marcó en su primer intento para reforzar sus intenciones.

GOL MADRUGADOR

Cabrera, que remató hacia la portería la prolongación de Villar en un córner ante la dudas de Manu, inseguro en su retorno, puso en ventaja al Valladolid nada más empezar. Un gol en contra supone una cuesta hacia arriba importante para cualquier equipo, para el Zaragoza, con su escaso bagaje ofensivo, es casi el Tourmalet. Y eso que el equipo se levantó con ánimo ante la adversidad. Aparecieron Pedro e Hinestroza. El primero combinó con Ángel, que remató mal, el segundo exhibió potencia ante la zaga rival. Balas de fogueo en todo caso frente a un Valladolid eficaz en el timón del medio con Álvaro Rubio y que casi se generaba más dudas en sus cesiones al meta del Promesas Julio, titular por las bajas --también los rivales las tienen--, que las que le provocaba el Zaragoza con su fútbol.

El arreón local duró, siendo generosos, un cuarto de hora. Hinestroza, en teoría por los efectos de la gripe, y Pedro, por el cansancio, bajaron el nivel y el equipo se hizo previsible y sin recursos. No se los daba Dorca en el medio, ni tampoco Ángel en la banda, mientras Ortuño abusaba en demasía de la conducción a ningún lado. El resultado era que el Valladolid vivía cómodo, muy cómodo, solo con el sobresalto de la lesión de Leao y que La Romareda se desesperaba con el arbitraje de Ais Reig, que miraba hacia otro lado mientras el rival mantenía su plan de faltas y pérdidas de tiempo.

El guión para el cuadro pucelano mejoró ya por completo tras el descanso. Popovic cambió el dibujo y acostó a Pedro en una banda para juntar a Ángel y Ortuño, para jugar con un 4-4-2. Sin embargo, Ais Reig vio penalti donde nadie lo vio, de Olaortua sobre Tiba, y el Valladolid marcó por medio de Manu del Moral, lesionado poco después. Con 0-2 el partido fue una oda a la impotencia zaragocista, que en ningún momento le levantó de ese segundo golpe.

Popovic tiró de Jorge Díaz, por un agotado Hinestroza, y recurrió, tarde, a Sergio Gil para buscar más fútbol, pero casi nada cambió en el Zaragoza, que solo inquietó a Julio en un remate de cabeza de Ortuño en un saque de falta y que pidió un penalti sobre Jorge Díaz que no lo pareció. El Valladolid fue dejando pasar los minutos y pudo marcar por medio de Tiba, algo que Cabrera evitó. La Romareda silbó al colegiado y acabó resignada ante la demostración de incapacidad de su equipo, que frenó su racha de 7 partidos sin caer con un preocupante ejercicipo de falta de respuesta a los golpes.