Raúl Guti volvió a vaciarse. El del barrio de Torrero reventó el cuentakilómetros con una nueva exhibición física por todo el verde. Fue omnipresente; sin el balón fue astuto y raudo, con el cuero en su poder oxigenó el juego y la circulación. El canterano ejerció su faena silenciosa, esa que no suele agasajar a los más exquisitos, pero sin la que no se podría entender la actual condición triunfante del Zaragoza.

«Desde el primer día de este año dije que el equipo nos iba a dar mucho. Yo siempre he dicho que hay que mirar hacia arriba», comenta con ambición el joven zaragozano. No se equivoca. Él nunca renunció a ver al equipo opositar a los puestos nobles. Ni siquiera cuando las posiciones de descenso estaban a la vuelta de la esquina. Guti siempre abogó por el partido a partido, por dejar un margen de encuentros para valorar en qué situación se encontraba la escuadra blanquiazul. Por escapar de la zona baja, pero siempre con un ojo mirando tímidamente a esos puestos que te dan el derecho a soñar.

Para ganarse este derecho tuvieron que tumbar al Real Oviedo, claro candidato a esas plazas: «Sabíamos que era un partido complicado. Los dos equipos tuvimos miedo en la primera mitad, pero luego nos hemos soltado y hemos terminado por hacernos con la victoria. El Real Oviedo venía jugando muy bien», sintetizó el aragonés.

Finalmente el equipo ha reaccionado. El 2018 le ha sentado muy bien al Real Zaragoza: «Los resultados llegan cuando se trabaja bien. Se está viendo en el campo todo lo que hemos ido trabajando durante estos meses», explicó Raúl Guti. Uno de los principales valores del Real Zaragoza y que, ayer, volvió a levantar los aplausos de la grada con una actuación que superó el notable.