Llevaba un año Cristian Álvarez de retirada, tras dejar Cerro Porteño y en una carrera que en España había incluido al Espanyol y al Rayo, cuando su agente, Fabián Soldini, telefoneó al final de la segunda quincena de julio a Lalo Arantegui para sondear la posibilidad de que el meta recalara en el Zaragoza.

La dirección deportiva zaragocista, que había visto alejarse la opción de Caro, por la negativa del Sevilla, y la de Alberto, que se decidió por el Rayo, ni había contemplado el nombre del meta rosarino porque sencillamente ni se sabía que estaba en el mercado. Y es que había decidido ese retorno al fútbol profesional que había dejado un año antes aludiendo problemas personales.

«No sentía que era el momento de seguir, si firmaba por un club no estaba preparado e ilusionado, no me iba a entregar al 100%. Eso son muchas circunstancias, cosas personales, como el nacimiento de hijos, cuestiones familiares... Por eso me dije de tomarme un tiempo y no sabía cuánto iba a ser», explicó a este diario Cristian unos meses después de su fichaje por el Zaragoza.

La negociación, una vez conocido ese ofrecimiento y la absoluta predisposición del meta, fue rápida. Muy rápida. En muy poco tiempo se cerró un contrato por un año con dos opcionales si jugaba 25 partidos más de 45 minutos, algo que ya ha cumplido. Lalo habló personalmente por teléfono varias veces con el portero, que tiene la residencia en Font Rubí, en el Alto Penedés, y el Zaragoza aprovechó ese año fuera del fútbol para firmar, también en las condiciones económicas, a un meta con nivel de Primera, que puso todas las facilidades para llegar en una incorporación cerrada a primeros de agosto y que generó no pocos comentarios de dudas.

Pero Cristian no tardó en darse cuenta del acierto de su regreso. Lo mismo que el Zaragoza de la gran oportunidad que había aprovechado. «Desde la mayor madurez, me reencontré con el fútbol, en un lugar y con un grupo fantásticos. Observarlo desde un lugar de mayor madurez y de menor lucha interior en mi caso hace que florezca más la parte linda. Y lo estoy disfrutando», dice Cristian, que necesitaba, tras un año lejos del fútbol, de un tiempo para recuperar sensaciones y ritmo.

Natxo se lo dio, debutó en Copa ante el Granada el 6 de septiembre y en Liga en Lugo nueve días después. Para entonces ya se había ganado al vestuario por su carácter afable, por su amabilidad y por la tranquilidad que transmite. Al Zaragocismo se lo ganó como ídolo a base de actuaciones portentosas. Ya aquel día en el Antxo Carro, en la quinta jornada, estuvo a gran nivel pese a la derrota final, pero después empezó a dar puntos con sus intervenciones para convertirse en más que indiscutible, algo que en la portería del Zaragoza, un imán de cambios en los últimos años, no se había vivido desde la presencia del ahora malaguista Roberto (09-10 y 11-13).

En Lorca, con el Nástic, el Rayo Vallecano, en Gijón y ante el Córdoba, ambas con penalti decisivo parado, en Alcorcón, frente al Lugo o el partido en Tarragona ante el conjunto catalán fueron buenos ejemplos de actuaciones estelares, muchas de ellas decisivas para ganar. Sin embargo, en Pamplona, si eso era posible, Cristian subió otro nivel, con una tarde para la leyenda en el camino hacia la remontada con destino al ascenso. «Me veo aquí y en Primera, lo visualizo», decía en octubre. Y su visión va rumbo a cumplirse, una visión que además nació de una llegada casi accidental al Zaragoza.