La incidencia de los partidos de pretemporada en lo que ocurre en abril, mayo o junio, cuando la Liga se inclina hacia el éxito o hacia la decepción, es nula. El verano está para hacer pruebas, para ensayar, para ilusionarse, para reivindicaciones personales. «Para mil historias», como dice el propio Imanol Idiakez, que resume esta fase de la preparación de manera certera: «Hasta que no pita el árbitro en la primera jornada, nada es verdad». Nada es verdad aunque haya muchas cosas que no engañan y que sí permiten dibujar los primeros trazos de cómo será el equipo en las semanas iniciales de competición.

El Real Zaragoza de Idiakez es la continuación del que creó Natxo González. El entrenador vitoriano erró estrepitosamente en la gestión de su salida pero dejó hecho un trabajo sólido, legitimado por una extraordinaria segunda vuelta que terminó sin el premio del ascenso en el playoff. Usando el sentido común, Imanol ha conservado aquella idea ganadora, sintetizada en el rombo y sus mecanismos. Ha probado con otros sistemas, pero incluso sin Eguaras, la razón de ser de ese modelo de juego, ha insistido decididamente en la fórmula. Esa es una de las incógnitas que todavía hay que despejar: cuál será la repercusión real, con fuego verdadero, de la ausencia de Íñigo.

La otra, claramente, cómo llenará Idiakez el inmenso vacío dejado por Borja, el hombre más importante de la temporada pasada, determinante a nivel deportivo y emocional. El valor de lo que hizo en La Romareda lo ha puesto el mercado este verano: 10 millones. Gual, Medina y el delantero que falta por llegar tendrán que cubrir ese hueco.

La pretemporada ha permitido extraer otras conclusiones: la plantilla es larga, con puestos doblados (incluso triplicados), con jugadores de nivel parecido en muchos puestos, lo que multiplicará la competitividad y encarecerá los minutos. Hay bastantes hombres con buen pie, Cristian es una garantía absoluta y la cantera continúa empujando con fuerza: Soro es una joya. Y Clemente, también. Desde el domingo, contra el Majadahonda, a pasar por la máquina de la verdad.