Echar un vistazo a los dos últimos meses y medio de Raúl Agné es bastante clarificador. Desde que empezó 2017, el Real Zaragoza, aspirante teórico al ascenso que en la práctica no lo ha demostrado, ha sumado dos victorias, dos empates y seis derrotas, ocho puntos de 30 posibles, una estadística que solo el Mirandés y el Rayo empeoran. Y, sin embargo, el técnico de Mequinenza se mantiene en el banquillo, en un baile sobre la cuerda de equilibrios que está prolongado por una conjunción de factores que, reunidos todos, dan la imagen de ese inmovilismo del club con respecto a un entrenador al que ni los números ni las sensaciones sujetan. Tampoco el crédito que tiene en la SAD, a niveles bajísimos, casi nulos en algunos casos, desde hace bastante tiempo.

No penalizó demasiado la derrota en Córdoba a efectos clasificatorios, ya que el Zaragoza, que miraba la zona de descenso antes de arribar al Nuevo Arcángel a seis puntos, tiene de renta cinco para evitar un cataclismo absoluto que sería el descenso a Segunda B. «Lo normal, sin ninguna duda es que Raúl Agné acabe la temporada», decía Lalo Arantegui la semana pasada en este diario. ¿Qué sería, pues, lo anormal? ¿Qué llevaría al club a tomar la decisión de un relevo en el banquillo? Pues acercarse más a la zona de peligro, bordear con más cercanía el desastre, tener el colchón reducido o inexistente con el pasaporte a la muy probable desaparición que sería bajar a Segunda B.

Agné relevó a Milla tras 11 jornadas del turolense en el banquillo y apenas ha mejorado sus números. Ha firmado 22 puntos en 18 partidos (40,7%), mientras que su antecesor selló 13 en 11 citas (33,3%). Tampoco ha logrado que el equipo tuviera más consistencia, ni que alcanzara una cierta regularidad, ni que mejorase la sangría defensiva. Por si fuera poco, los números en los últimos meses son mucho peores que en las primeras semanas del técnico de Mequinenza, señal clara de la caída del equipo.

El Zaragoza utilizó el excedente que logró en el límite salarial en los cinco refuerzos de enero y apenas cuenta con disponibilidad económica. Y la Liga solo autoriza superar ese límite en un primer cambio de entrenador, la bala que ya se agotó con Luis Milla. Así, la oferta para el posible tercer técnico en esta temporada sería bajísima y con un abanico de opciones que se alejaría a años luz de los candidatos que se pudieran considerar más ideales para revertir la dinámica.

NO MARCAR EL FUTURO

Por no hablar de que, con ese marco, el técnico fichado es más que factible que pidiera asegurarse la continuidad la próxima temporada en caso de salvar al Zaragoza del descenso a Segunda B, lo que ya dejaría a Lalo Arantegui con las manos más atadas para planificar el próximo curso.

La apuesta, así, tiene más opciones de llegar desde la propia casa, de un técnico del club, con César Láinez como candidato para dejar el filial y tomar la primera plantilla, a la que conoce bien (Cani y Zapater fueron compañeros y son amigos suyos). Sin embargo, la inexperiencia del exportero en un banquillo profesional y la sensación de que se está adelantando su salto actúan de freno. Si la dinámica se tuerce más, la veteranía es un factor a tener cuenta en un club histórico con una amenaza tan seria como la de bajar.

Y hay otros dos factores, ya que Agné, además, no ha tenido hasta ahora una protesta mayoritaria de La Romareda y cuenta con el respaldo del vestuario, más allá de casos solucionados al menos en teoría en la cocina, como el de Lanzarote, o con la salida del jugador, como el vivido con Juan Muñoz, que puso rumbo al Levante en enero.

Restaría un motivo más para justificar ese inmovilismo con Agné. Y es que el técnico ha tenido suerte con los tiempos, los cambios en la dirección deportiva y con dos victorias cruciales, sobre todo la de Huesca. Narcís Juliá dimitió tras la derrota en Murcia con el UCAM, pero el club le pidió que terminara el mercado de invierno y él solicitó que no se destituyera a Agné mientras estuviera para no cargar con el tercer cese de una apuesta personal en 13 meses del ya exdirector deportivo.

En ese tiempo hasta la salida de Juliá del club, se volvió a tropezar ante el Lugo, pero se firmó la victoria en Huesca, todo un balón de oxígeno para Agné, añadido a una cierta mejoría de sensaciones. La búsqueda de un sustituto para Juliá llevó al club tres semanas más, para que Lalo Arantegui llegara el 27 de febrero y ya hubiera un máximo responsable deportivo. Como no podía ser de otra manera, Arantegui arribó con un mensaje conciliador, de confianza hacia el técnico. Y la victoria ante el Numancia supuso un espaldarazo a esa teoría de aguantar como sea hasta final de temporada. Sin embargo, la dura derrota en Córdoba vuelve a exponer a Agné y si la hecatombe se acerca en los próximos partidos....