Contaban los números que el Mirandés llegaba al partido de ayer como un rival temible, casi terrible, un equipo capaz de ganar los cuatro últimos partidos de manera consecutiva (Leganés, Osasuna, Recre y Barça B), un conjunto firme y convincente que había empezado su racha ante los que son dos de los grandes favoritos al ascenso (Las Palmas y Valladolid). No dio esa impresión de ferocidad, ni mucho menos. Más pareció un equipo arcaico, con oficio y unos cuantos resortes repetidos que, desde luego, en ningún caso le darán para subir a Primera, objetivo y obligación zaragocista.

El caso es que sus pelotazos, los del Mirandés, y segundas jugadas le bastan para infundir temor a los mejores. Mete miedo, que es de lo que se trata, y consigue llevar a sus enemigos a un territorio inhóspito. Casi todos caen en la trampa. El Zaragoza no fue una excepción en Anduva. Mereció ir ganando antes de marcar y se le vio desmejorado desde el gol de Pedro, a lo que unió la roja a Jaime. Pero le faltó control, otra vez. No hay gobierno en este fútbol zaragocista, que no supo bajar una marcha el partido, que no aprende a dominar situaciones de ventaja. Ni en Miranda, ni ante el Girona, ni en Albacete. Tan ingenuo, tan cándido... Conste que mereció ganar. Conste, además, que nunca debió dejarse empatar. Las formas, discutibles antes y ahora, son lo de menos en determinados momentos.

La lectura negativa deja que vuelve a permitir que se le escapen puntos en campos fáciles. Aquí no debe valer como excusa el buen momento del rival, como no le servía en Soria o en Albacete. Si quiere ascender, el Zaragoza tiene que aprender a ganar en estos terrenos. Sin embargo, perdió en Los Pajaritos, solo empató en el Carlos Belmonte, ha repetido en Anduva. Con esos siete puntos ni siquiera sería líder, dato preocupante pese a que falte tanto. Al menos, estaría a rebufo en la carrera que se le exige, la del ascenso directo.

Así, queda una sensación de desengaño con este equipo que dice que quiere jugar a otra cosa, que no lo consigue; con este Zaragoza al que, solo a ratos, se le adivina lo que cuentan; con este cuadro que sigue siendo endeble, que se mueve a impulsos, que vive fundamentalmente de acciones aisladas, de golpes maestros como el de Pedro. Ni gobernaba antes ni lo hace ahora. Debe hacerlo, lo sabe, no puede. Cuestión de jugadores será. Probablemente. No se trata de señalarlos, ni de dudar. El equipo corre, hasta aprieta, pero no logra trazar el fútbol que necesita. Amaga, asoma con cuatro pases... No hay manera.

Y solo mediante el control encontrará el modo de que no llegue un cualquiera y le amargue el día con tres pelotazos orientados. Únicamente así este equipo llegará a ser lo que se espera: un candidato sólido a regresar a Primera. Debe ser el gran reto del 2015, una obligación, un deber, una responsabilidad. Se habla de mando, dirección, dominio... Se trata de demostrar la jerarquía de ese equipo que sabe ganar por encima de todas las cosas.