La principal responsable de esta crisis multidimensional del Real Zaragoza es una una directiva
desarropada por completo de conocimientos futbolísticos. Luis Milla aparece en la portada del
fracaso, primera plana que se ha ganado a pulso por sus errores y por su inexperiencia, pero
habría que indagar con mayor profundidad en si me merece el protagonismo exclusivo del fracaso
puntual y del que se avecina. No hace falta escarbar demasiado para hallar un buen número de
aliados en el descalabro, entre ellos Narcìs Julià, quien está evitando --cada vez con más
problemas-- las balas críticas con el escudo del prestigio, los conocimientos y la calidad
humana que le distinguen. El exjugador del club aragonés es un profesional de altura y de
nítida clarividencia, el hombre perfecto para liderar un proyecto deportivo de futuro y
sustancia. ¿Pero existe ese futuro? Por ahora es reo del presente, de una actualidad perversa
que da la impresión de estar superándole pese a su exqusito control de situaciones límite.
Julià vivió, ya dentro del organigrama zaragocista, el terrible episodio de Palamós. Reconoció
que estuvo a punto de irse a casa después de experimentar una profunda vergüenza. En lugar de
huir, asumió el reto de una reconstrucción que pasaba por prescindir de gran parte de los
inquilinos de ese bochornoso vestuario y alicatarlo con jugadores de carácter, compromiso y
ambición. Como antes con Lluis Carreras, eligió para conducir al equipo a un entrenador con
mínimo recorrido en la categoría, un técnico que se ajustaba más a las directrices económicas
que a las necesidades de un club aspirante al ascenso. Milla le ha salido rana, pero al
turolense le ha armado una plantilla ajena la que se pretendía tras el día después del partido
contra el Llagostera. Los chicos corren y pelean con Lanzarote en su particular trono de neón.
Sin embargo, carecen de una energía competitiva constante, se vienen abajo incluso con el
marcador a favor y últimamente holgazanean e incluso discuten como en el patio del colegio.
Es un equipo sin fútbol y con espíritu perdedor. Sí, empeorado por Milla, pero seguramente
imposible de mejorar mucho más por quien ocupe su lugar si no gana en Valladolid. Julià ha
concedido esa prórroga al entrenador en contra de la opinión de los consejeros, que han
respetado su decisión. Si fuera otro director deportivo, en esta postura se adivinaría una
clara maniobra para protegerse defendiendo su obra. No es así. Julià está convencido de que
habrá una reacción y un progreso. Posee este Real Zaragoza de la Fundación una capacidad
malsana de hipnotizar y desorientar a personas tan cualificadas y con un magnífico abanico de
valores. El director deportivo intenta sacar la paja del ojo de Milla sin ver la viga en el suyo ni en el de una directiva con mucha vista para no dejarse ver en una grave depresión que le pertenece.