La historia de Víctor Rodríguez, el protagonista principal de la victoria del Real Zaragoza ante Osasuna, es de aquellas que apetece contar y descubrir. La tienen perfectamente desmenuzada en las páginas de esta sección: sus sensaciones, su forma de mirar el presente y el futuro después de su primera gran tarde en La Romareda, la evocación de su trayectoria como futbolista, su pasado en el Barcelona, el paralelismo de su itinerario por el fútbol con el de Jordi Alba, ahora brillante lateral izquierdo azulgrana y de la selección y, antes, compañero de equipo de Víctor en los alevines de La Masía. Sus vidas han llegado a destinos muy distantes, pero han atravesado por caminos parecidos y dificultades similares...

En fin, la historia de superación de un futbolista nacido de la fábrica de jugadores más importante del mundo, pero curtido en campos pequeños, de tierra, de hierba artificial y sin focos apuntándole. En la vida deportiva de Víctor Rodríguez hay desde este verano dos personajes fundamentales. Los dos trabajan para el Real Zaragoza.

El primero, Ander Garitano, que tuvo la listeza y el ojo avizor suficiente para ver en su pequeña figura un futbolista útil cuando estaba en el Badalona en Segunda B y ficharlo para el filial. Así fue la historia y así se la contamos en este diario hace semanas. Hoy, el propio Víctor le pone palabras a aquella negociación. Y el segundo, Jiménez, que lo mira, lo ve entrenarse, descubre en él algo distinto y tiene la valentía, poco habitual en muchos técnicos, de darle la alternativa en Primera.