Han pasado cuatro temporadas desde que Víctor Laguardia hiciera las maletas con destino a Vitoria. El joven defensa central se tuvo que despedir de su casa para probar suerte en otro destino, en búsqueda de la estabilidad deportiva que tanto anhelaba para su carrera. El Alavés se presentó como un proyecto cuyo objetivo era crecer en el balompié español de forma escalonada bajo un modelo de gestión atractiva en lo económico y deportivo. Se trataba de un sito idóneo para crecer.

El paso del tiempo, y los crueles azotes del fútbol, han moldeado a Laguardia como un central de gran reputación en Primera División. Su excelente pasada campaña a los mandos de la retaguardia vitoriana fue interrumpida tras romperse el ligamento cruzado en su rodilla derecha, un calvario que no ha minado en su ilusión y que, tras ocho meses de recuperación, ha vuelto a ver la luz: «Fue muy bonito volver a ponerme las botas y salir al terreno de juego. Tengo mucha esperanza y optimismo de cara al futuro». Laguardia vuelve a escena.

El canterano del Real Zaragoza ascendió al Alavés y lo comandó hacia su primera final de Copa de su historia. Esta dinámica de ensueño se vio truncada en un partido en Gran Canaria frente a Las Palmas, donde Víctor se tuvo que retirar lesionado por una nueva rotura del ligamento cruzado en su rodilla derecha. La tercera vez que padece esta grave lesión en su carrera. «Esta vez fue muy amargo porque fue en la previa a la final de Copa. Intenté forzar para jugar la final, hice todo lo posible. Traté de fortalecer los músculos de la pierna para que me aguantara la rodilla, pero una semana antes de la final me di cuenta de que era muy complicado. Fue un palo muy duro», aseveró el zaragozano.

Aquella primera lesión fue una experiencia muy amarga para el aragonés. La operación a la que se sometió con un reputado cirujano de Madrid no salió de forma positiva y, al poco tiempo, volvió a recaer al inicio del proceso de recuperación. «Viví momentos de incertidumbre, aunque lo peor fue la soledad que pasé porque no me sentí acompañado por el doctor que me operó ni vi que intentase buscar soluciones. En Zaragoza me pusieron todas las herramientas para favorecer mi recuperación, siempre estaré agradecido por ello», comentó.

Entre tanta oscuridad, Laguardia vislumbró un gran rayo de luz procedente de Barcelona. Fue el doctor Ramón Cugat, el artífice de su gran trayectoria. «Lo más positivo de este periodo negro fue que conocí al Doctor Cugat, él ha sido como un padre para mí. Me ha dado la vida, no solo por las dos operaciones en la rodilla, sino por su actitud y la de toda su familia. Te hace ver las cosas graves de forma positiva», dijo.

ZARAGOZA EN SU MENTE

Víctor Laguardia pertenece a esa larga estirpe de jugadores zaragocistas que, desde que visitaban La Romareda con su familia, siempre han soñado con defender la camiseta del conjunto aragonés. Por circunstancias de este deporte tuvo que partir hacia el norte de España, pero el Real Zaragoza ronda constantemente la cabeza del central del Alavés.

«Me resulta especial pisar La Romareda como visitante así que ni te cuento lo que sería volver a jugar con el Real Zaragoza. Ya no solo jugar, es muy bonito visitar la ciudad. He ido a La Romareda desde que tengo uso de razón con tres años y mis recuerdos en ese campo y en ese club son muy bonitos. Ojalá en un futuro pueda volver a vivirlo, sería una alegría muy grande para mí». Cuando se marchó no dijo adiós, simplemente espetó un hasta luego. «Habría que ver si el Real Zaragoza quiere contar en un futuro conmigo, el club es muy grande y cualquiera no puede jugar ahí. Ojalá un día nos volvamos a encontrar», explicó Laguardia. Un zaragocista que ahora disfruta del fútbol en Vitoria.