César Láinez ha asumido el papel que en su día representaron, con mayor o peor fortuna, Luis Costa o Manolo Villanova, el de hombre de la casa, zaragocista y exjugador reclamado para, desde la interinidad, apagar un incendio de grandes dimensiones. Al exportero, sin experiencia en esta situaciones --ni siquiera en el fútbol profesional-- como en los casos de sus predecesores, le ha tocado la peor amenaza de siniestro en los 85 años de vida del club: luchar para sobrevivir en Segunda División, sin duda para seguir existiendo. La misión es colosal con el equipo a tres puntos del descenso, con una plantilla triturada física y deportivamente y sin que se puedan sumar recursos externos para mejorar la competitividad. Tuvo dudas, como Jesucristo en Getsemaní, pero no ha podido rechazar lo que para él "es una responsabilidad" como miembro de la SAD "aficionado y persona ligada al club durante 20 años". Se lo pidieron por favor y Láinez, según ha explicado esta mañana en su presentación en La Romareda, ha dado un paso necesario por la especial tesitura que atraviesa la institución en todas sus áreas, con énfasis en la económica. "Yo soy un formador de futbolistas, pero entiendo que ante la propuesta del Consejo de Administración me debo al club. Para mí no supone un marrón, ni tampoco la interpreto como una oportunidad. Se trata de una responsabilidad".

El nuevo entrenador del Real Zaragoza no ha querido pronunciar la palabra salvación aun reconociendo que el momento es muy delicado. "Hay que distanciarse lo antes posible de la zona de abajo. Lo primero será el partido contra el Elche. No puedo ni debo pensar más allá". Ve al equipo cualificado para no sufrir y sobre cómo lograrlo, sobre todo si se aplica "con los valores que yo tenía como jugador". Se refiere a compromiso, orgullo, profesionalidad, "actitud"... En estos momentos no sobra ninguno de esos ingredientes en el vestuario y será lo que intente transmitir al grupo. Sobre si tiene previsto realizar alguna probatura o cambio táctico, Láinez también se ha escudado en la diplomacia en cuanto a cuáles so n sus intenciones táctica so de estilo, aunque ha enviado lo que podría interpretarse como un mensaje. "Yo no entiendo lo de las probaturas cuando precisamente jugué una final de Copa y un partido contra el Celta en el que nos salvamos sin apenas experiencia en la élite". Lo único que le ha pedido a la directiva es que disponga de absoluta libertad en esta aventura-pesadilla. Con él estarán sus hombres de confianza en el filial, Raúl Ardiel Dobato, segundo entrenador, y David Madurga Mínguez, preparador físico.

Con una chaqueta beis y una camisa blanca, serio y concentrado en sus palabras, con Arantegui y Lapetra a su lado, César Láinez ha explicado qe no ha adquirido ningún compromiso de continuidad en el cargo en función de lo que ocurra. "En absoluto. Yo estoy ahora para el primer equipo pero al final de temporada me debo a lo que indique el club, bien sea regresar al filial o a un equipo cadete". Lo que sí pretende es recuperar a la afición, otro arduo objetivo, porque la considera imprescindible para huir lo antes posible de las llamas que le han casi rogado que apague con un vaso de agua y con la ayuda de Cani y Zapater, con quienes coincidió como jugador y con los que comparte alguno de esos valores que espera inyectar en vena a la actual y compungida plantilla.