César Láinez (Zaragoza, 10-4-77), portero, uno de los últimos ídolos del zaragocismo, el equipo de su vida, con el logró dos Copas del Rey. Miguel Ángel Sánchez, Míchel, (Madrid, 30-10-75), centrocampista, 17 temporadas en el Rayo, con quien se retiró en el 2012 y tras jugar en Primera, en Segunda y en Segunda B. Los dos técnicos de la casa. Uno, el zaragocista, en el filial, el otro, en el juvenil, tras haber sido ayudante de Paco Jémez en el primer equipo rayista y director de metodología en la cantera de ese club. Y los dos han pasado por el mismo trance, el de tomar las riendas de un banquillo profesional para salvar al equipo de su corazón de un descenso a la categoría de bronce que en ambos casos, sobre todo en La Romareda, tenía funestas consecuencias, aunque también bajar era un durísimo golpe para el futuro del conjunto madrileño.

Los dos se han enfrentado a un reto vital en sus carreras como entrenadores nada más iniciarlas. Y los dos están a un paso de cumplirlo con éxito. Con el conocimiento que tenían ya del equipo, ambos con jugadores que antes fueron compañeros (Zapater, Cani, Amaya o Trashorras), los dos no tuvieron dudas en su apuesta, entendiendo que la única manera de salir de abajo era a través del balón, porque ni Rayo Vallecano ni Zaragoza tenían una plantilla para una apuesta defensiva. Los dos clubs equivocaron muchos nombres en verano y, con lo que había, tanto Míchel como Láinez vieron claro que lo que había que hacer era gobernar los partidos en la medida de lo posible a través del balón. Y la receta funcionó lo suficiente en ambos casos para alejarse del peligro del descenso.

La reacción rayista

Fue mayor ese peligro en el caso del Rayo, que ha pasado toda la temporada en la zona de abajo, aunque también es cierto que bajar supone una catástrofe mayor para el Zaragoza. Por eso, ambos tomaron una tremenda responsabilidad al hacerse cargo del equipo. Lo hizo antes Míchel, tras la jornada 26 y después de una dolorosa en casa ante el Mirandés, con solo un punto de renta con un descenso que el equipo rayista pisó en varias ocasiones en este curso, hasta en seis en concreto. Seis victorias y tres empates en trece partidos, 21 puntos de 39, ha firmado el entrenador madrileño, suficiente para huir.

Míchel se apoyó en los pesos pesados del vestuario, en Trashorras, Javi Guerra, Amaya o Dorado, que nunca entendieron el estilo y el comportamiento de Sandoval ni la apuesta defensiva de Baraja. La mano izquierda en el manejo del grupo, la condición de ídolo de la afición y el gusto por la posesión han hecho que Míchel se terminara de ganar al vestuario y que propiciara la clara mejoría del Rayo.

Láinez tomó el Zaragoza tras la jornada 30, después de rozar el esperpento en casa con el Sevilla Atlético y con solo tres puntos de renta con el peligro. 11 puntos de 15 impulsaron al Zaragoza hasta dejarlo a punto de sellar su continuidad en Segunda, algo que no ha podido hacer aún tras atascarse en las últimas cuatro jornadas, con solo dos puntos de 12.