—¿A qué se dedica ahora Chema Lumbreras?

—Cuando me retiro del fútbol ya tenía un negocio en Tudela de Intersport, una tienda de deportes. Estuve echando una mano en el Tudelano, pero mi vida no iba encaminada a seguir vinculado al fútbol. Ascendimos a Segunda B y surgió la posibilidad de ir a San Sebastián, cuando apostaron por Jagoba Arrasate, para ser segundo entrenador. Conocía la casa y encajé en lo que pretendían. Estuve dos años, volví a Tudela y no busqué otro equipo. No es mi opción prioritaria.

—Aunque vive en Tudela pasa bastante tiempo por Aragón por su hijo Fernando, que juega en el Tarazona.

—Los fines de semana, cuando toca fuera, si puedo lo sigo porque me gusta el fútbol y porque no me supone un problema coger el coche. En la medida que puedo voy todos los partidos a Tarazona y fuera de casa, también.

—¿Cómo fueron sus inicios futbolísticos?

—Mi vida estaba en Tudela y empecé en los colegios. Aquellos tiempos eran muy diferentes a los de ahora porque no había tanto captador de jugadores y pasé al Tudelano hasta que debuté con el primer equipo con 17 años en Segunda B con Rosendo Hernández. Enseguida fiché por Osasuna, estuve unos meses en el filial y ya me incorporé al primer equipo, que estaba en Segunda División, y permanecí nueve años hasta que salió la posibilidad de ir a Zaragoza. Entendí que era una etapa que había cumplido y el Real Zaragoza, a nivel de su historia, daba un respaldo deportivo muy importante.

—¿Por qué acabó eligiendo al Real Zaragoza?

—Los motivos no fueron económicos, porque aunque no perdí dinero, esa no era mi prioridad. De hecho, tenía una oferta del Murcia que económicamente era mejor, pero a nivel deportivo, de su historia, de trayectoria y de todo, el Zaragoza tenía un gran peso. Venía de ganar la Copa del Rey, de jugar la Recopa y de caer eliminado con el Ajax. Hubiera sido un mal negociante, he de admitirlo. Negocié fatal, seguro (risas). Me guié por el sentimiento futbolístico y la pasión y el Real Zaragoza me llenaba. Tengo la sensación de que los dos años que pasé en Zaragoza fueron fantásticos, de los mejores de mi vida.

—¿Recuerda qué sucedió en su primer partido de Liga con el Real Zaragoza?

—¡Hombre, cómo no lo voy a recordar! Fue contra la Real Sociedad, ganamos 1-0 y metí gol. Como anécdota, del Real Zaragoza me fui a la Real Sociedad y allí coincidí con Górriz. En mi vida no iba mucho a rematar los córners, pero aquel día marqué y siempre le tomaba el pelo con que le gané aquella acción. Cuando das un cambio tienes sensaciones nuevas y en los primeros meses estaba muy a gusto, y eso que Zaragoza es una plaza muy exigente.

—¿Es cierta esa fama de dura que tenía La Romareda?

—Sí sí, era exigente. A nivel de ciudad, mediáticamente y de respaldo de gente, Zaragoza es Zaragoza, no es cualquier sitio. Cuando van mal las cosas, la gente está, pero cuando van bien, La Romareda se llena. Es exigente por su historia y porque ha estado acostumbrada la afición a ver a su equipo arriba y jugando bien al fútbol.

—Su primera temporada en el equipo se calificó como nefasta porque el objetivo era la UEFA y se coqueteó con la promoción de descenso, ¿coincide?

—Tengo el recuerdo de un inicio a nivel particular bueno, pero se venía de que en los años de atrás se había ganado la Copa, jugado la Recopa y siendo eliminado tarde. Quitado el Barcelona y el Madrid mantener el nivel tan alto mucho tiempo es muy complicado, igual que jugar miércoles y domingo. No hay más que ver en estos años al Celta, la Real Sociedad o el Athletic. Empezamos con Luis Costa, hubo un cambio y en la plantilla quizá había gente de un perfil más de Costa y otros de Santamaría, que era el director deportivo. Hubo sus más y sus menos y complicaciones.

—¿Qué sucedió ahí dentro? Luis Costa fue relevado y la afición mostró su enfado con Santamaría y la directiva.

—Lo que pasa en muchos sitios, que cuando se está acostumbrado a dar un gran nivel, es difícil mantenerse. Se complicaron las cosas y a veces se genera inestabilidad en los distintos estamentos por los resultados. No tengo un recuerdo muy nítido de lo que pasó, pero sí que hubo más complicaciones en mi primer año en Zaragoza que en el segundo.

—No se terminaba de arrancar con el paso de las jornadas, ¿fue un tema de vestuario y de que hubiera varios grupos muy diferenciados?

—Puede ser que hubiera un perfil de gente más afín a Luis Costa y otros de otros cortes. Cuando destituyen a Luis Costa quizá hubo gente que defendía su evolución, su trayectoria y su rendimiento. Luego siempre surgen pequeñas cosas en cuanto a convivencia y gestión. Cuando no se dan los resultados surgen más tiranteces.

—Eso sí, lo que era innegable era la calidad de muchos jugadores de aquel Zaragoza.

—Sí, había muchísimo nivel. Eran los mejores años de Pedro Herrera, Señor, Casuco, Rubén Sosa, Pardeza… Había un equipazo. Era un equipo que jugaba muy bien al fútbol, en una franja de edad muy buena, con mucho peso y para terminar quinto hay que tener mucho nivel. Si no, no lo consigues.

—En su segunda temporada llega Antic al banquillo, ¿qué recuerdo guarda de él?

—Era un hombre con una mentalidad distinta y venía con exigencia, carácter y una mentalidad futbolística fantástica. Era extraordinario, hicimos un año muy bueno, jugando bien al fútbol y quedamos quintos, que no es fácil. Y eso que fue un año complicado porque hubo cuatro porteros, que eran Chilavert, Andoni (Cedrún), Vitaller y Ruiz. Estaban Fraile, Juanito, García Cortés, Casajús, Pardeza y vino Frank Rijkaard, que estuvo unos meses con nosotros.

—Su salida del club fue complicada, ¿qué sucedió?

—Cuando recalé en San Sebastián me pasó factura, porque uno no es ajeno a los problemas. Tuve percances musculares debido a la tensión acumulada. Tenía tres años de contrato y una cláusula de salida. Hablé con Miguel Beltrán y el club entendía que no tenía tal cláusula y comprendo que ellos defendieran su postura. Entonces estaba en una edad muy buena, rindiendo muy bien, pero me pusieron encima de la mesa la posibilidad de la Real Sociedad y entendí que era una buena opción. De nuevo sin afán económico, para nada. Seguramente también negocié mal, con algún representante de los de hoy en día otro gallo hubiese cantado (risas). Había pasado dos años muy buenos y la Real me llenaba. En la vida se toman decisiones y no sé si uno acierta o no. Vi cosas que no me gustaron. No tenía nada contra nadie, no quería hacer mal a nadie y entiendo que cada uno defendiese su postura.

—Para los que no le vieron jugar, ¿cómo era Lumbreras sobre el césped?

—Un jugador de equipo y muy de mis compañeros. Podía ser mejor o peor, pero siempre he sido muy de equipo. Empecé de centrocampista, pero también jugué mucho de lateral izquierdo a pesar de ser diestro. No creo que fuera sobresaliente ni un crack, pero no me daría un suspenso.

—No son pocos los que piensan que el Real Zaragoza de finales de los 80, en el que usted jugó, fue el germen del que años después ganó la Copa del Rey y la Recopa, ¿opina igual?

—Había varios jugadores de aquella plantilla y de hecho Víctor Fernández era nuestro segundo entrenador. Radomir Antic tenía una personalidad muy definida y el perfil de los futbolistas no podía ser cualquiera. Se puede tomar como referencia a todo un Juan Señor en su mejor momento. Tanto como el germen no lo sé, pero los clubs suelen tener una tradición y el Real Zaragoza ha estado relacionado con un buen fútbol.

—¿Guarda alguna relación con excompañeros o miembros del Real Zaragoza?

—Sí, por ejemplo coincidió que el año pasado fui a la Ciudad Deportiva con el Tarazona una hora antes para charlar un rato con Juliá y Belsué. No hace falta estar a todas horas con el teléfono, pero cuando has convivido con alguien y te lo encuentras, haces por estar. Te has podido llevar mejor o peor, pero coincides con excompañeros y parece que han pasado cuatro días. Cada uno llevamos nuestra vida, pero eso no quita para que cuando te ves, tengas todo muy presente.

—También jugó con la selección olímpica, una experiencia diferente, ¿no?

—Estuve en las categorías inferiores de la selección jugando en Osasuna y ya en Zaragoza fui a la olímpica, con 26 años, para intentar clasificarnos para los Juegos de Seúl 1988. Estuve en alguna eliminatoria y no me diga por qué fui. Podían acudir pocos jugadores mayores de 23 años y me llamaron a mí.

—Después de retirarse del fútbol pasó a los banquillos, ¿era algo que ya tenía en mente en los últimos años de su carrera?

—No, estando en San Sebastián monté con mi cuñado un negocio en Tudela y cuando me retiro con 35 años entiendo que es una etapa cumplida y vuelvo a Tudela a otra vida. Entré en el Tudelano para echar una mano y fui encontrando mi sitio para ubicarme tras retirarme, algo que nos pasa a la mayoría. Empecé con el juvenil del Tudelano, pero sin afán de llegar a nada tampoco. Luego pasé al de Tercera, también por ayudar, de forma altruista, por colaborar con la ciudad. Después de muchos años conseguimos el ascenso a Segunda B, estuve un año entrenando y me surgió la posibilidad de la Real Sociedad. Mi vida no la entendía en un mundo tan profesional como el del fútbol.

—La oferta de la Real Sociedad para ser segundo entrenador, ¿era irrechazable?

—Pues sí, si uno dice que no, no te diré que no tiene alma, pero casi. Tuve la suerte de ir cuando la Real terminó en cuarto puesto, jugamos la previa de la Champions y eliminamos al Olympique de Lyon y luego en la fase de grupos jugamos con el Bayer Leverkusen, Manchester United y Shakhtar. El segundo año llegamos a semifinales de Copa del Rey y nos clasificamos para la Europa League. Nos eliminó el Krasnodar, se complicaron las cosas y en noviembre, vuelta a casa.

—Como exjugador de Osasuna y Zaragoza, ¿entiende la rivalidad actual entre ambos equipos?

—En mi época no había rivalidad, más bien todo lo contrario. Había naturalidad. En los últimos ha habido más agresividad y complicaciones. Son dos ciudades cercanas y en las que se respira el fútbol. Entra gente joven con otro perfil y se encuentran cómodos en el enfrentamiento. Espero que vaya remitiendo y se vuelva a la normalidad.

—Jugó en tres clubs y dos de ellos de gran tradición con la cantera como Osasuna y Real Sociedad, ¿cuál es el secreto y qué debería hacer el Real Zaragoza?

—Tener una buena base en cuando a captación, cubrir las zonas que te corresponden y algo muy importante que aprendí en San Sebastián es que si no apuestas nunca por la cantera puedes tener remesas mejores o peores, pero si no los pones, nunca tendrás una base. Cuando llegué a la Real estaba Toshack, que se fue al Real Madrid, pero después volvió y subió a diez o doce chicos del Sanse, siguiendo la filosofía del club. El año que apuesta, con tantos del Sanse, nos clasificamos para la UEFA. Y cuando se baja a Segunda, se hace cargo del equipo Loren y salieron los Agirretxe, Carlos Martínez o Xabi Prieto. El Zaragoza nunca ha tenido su prioridad en el fútbol base, aunque ahora parece que sí que se empieza a mirar abajo, quizá motivado por las circunstancias económicas.

—¿Ha cambiado mucho el fútbol de ahora con respecto al de su época?

—Creo que sí y a mejor. Hoy en día no sé si algunos de mi época jugaríamos. Se juega con otra velocidad, es mucho más rápido en ataque, defensa y transiciones, hay menos espacios y se requiere de más calidad y preparación.

—¿Es este el año del ascenso?

—Vi al Zaragoza a principio de temporada y me causó una gran impresión. Hablaba con Mikel González, porque coincidí con él en la Real cuando era segundo entrenador y él jugó con mi hijo en el Sanse, y le dije, cuando me enteré de que iba a Zaragoza, que iba a una plaza que solo tiene margen de mejora. Me gustó mucho cómo empezó el Zaragoza, luego tuvo problemas y ahora está en una fase muy ascendente. Creo que han tenido más paciencia que nunca y eso va a jugar a su favor. Va a tener sus opciones, no sé si de ascender directo, pero de promoción de ascenso a Primera seguro que sí.