—¿Qué balance hace de la temporada hasta ahora?

—Estamos bien. Se ha construido un equipo nuevo y se ha conseguido dar sensación de que se va a poder salvar el año. Dentro de eso, tenemos la ilusión de mejorar clasificaciones anteriores.

—¿Está en el cálculo de puntos que se hace en pretemporada?

—El grupo está muy raro. Hay equipos que están muy por encima de los demás, como Mallorca, Elche y Hércules, incluso Villarreal B. A partir de ahí ha bajado la diferencia de potencial y está todo muy igualado. Ahora tenemos al 50% la ilusión de poder hacer el mejor año de todos y el 50% de preocupación por el riesgo de caer abajo.

—¿Cuánto puede crecer el Ebro?

—Lo que está realizando el Ebro desde la parcela institucional y deportiva tiene un mérito tremendo. Habernos estabilizado en Segunda B, encima en el grupo 3, es reconocido por todos los rivales. Pero tenemos el defecto, tanto Ander (Garitano) como yo, de ser ambiciosos, de querer seguir avanzando en nuestras carreras. Quizá tengamos más prisa o queramos ir más rápido de lo que tiene que ir un proyecto de forma natural. Seguramente hace falta más tiempo para que crezca la masa social, para que se vaya a una instalación más acorde y todo este tipo de cosas.

—¿En qué momento llega el equipo al partido contra el Aragón?

—El equipo ha llevado una fase lógica de crecimiento, pero en este momento que pensábamos dar el salto hemos tenido el problema de las bajas, todas concentradas en la misma posición. Estas semanas está el equipo un poco falto de fuerza y consistencia.

—¿Qué significa el derbi?

—No le damos ninguna importancia en el sentido de que no tiene tradición. Prácticamente todos nuestros jugadores son de fuera, no hay mucha rivalidad y ninguno de los dos movemos mucha afición. Queremos llevar la semana lo más natural posible.

—¿No va a incidir entonces en que es un partido diferente?

—Cuando hablas de derbis y de rivalidades a gente que no lo ha mamado, normalmente los llevas a confusiones. Tratan de poner corazón, agresividad, cosas que les pueden llevar a equivocarse. Lo mejor para nosotros es afrontarlo como una semana más.

—El filial llega en una situación muy mala, sin ganar todavía. ¿Se le ha pasado por la cabeza que sea ante el Ebro cuando logre su primera victoria?

—Por probabilidades, alguno le toca ganar y siempre tienes ese miedo de ser tú el primero. Ya me habría gustado que hubieran ganado algún partido ya. Perder entra dentro de lo posible siempre, pero sé que en la Ciudad Deportiva haremos un buen partido.

—¿Por qué va tan mal el filial?

—Evidentemente, cuando un equipo no es capaz de ganar ni un solo partido de quince es porque tiene una debilidad de plantilla en relación a la categoría. No creo que dependa exclusivamente de nadie. Es cuestión de una plantilla que no da el nivel.

—¿Está condenado al descenso?

—A estas alturas no hay nadie condenado, pero si yo, que tengo 11 puntos más que ellos, estoy preocupado al 50%...

—¿Se le moverá algo por dentro al volver a la Ciudad Deportiva?

—Si dijera que no, mentiría. Si digo que sí, entraría en lo que he dicho que no quiero entrar, por mis jugadores y por mí. Quiero tener la cabeza centrada en el rival. Prefiero tomármelo así, aunque está claro que si dijera que es un partido más, no pasaría el detector de mentiras.

—¿Qué le quedó en el corazón de su paso por el Zaragoza?

—Es como una relación de pareja en la que tú eres feliz y tu pareja te deja. Tiene que haber una sensación de dolor que queda y eso es inevitable. No tiene que ver con rencor, pero sí con un dolor que, como mejor combato, es evitando pensar en ello. Prefiero llevar mi vida al margen.

—¿No se permite pensar que puede volver algún día al Zaragoza?

—No me lo planteo en absoluto. Digamos que la pareja que decidió dejarme sigue viviendo en esa casa. No voy a ser yo quien le convenza de que vuelvo a casa cuando fue a mí al que me invitaron a marcharme.

—En algún momento estuvo incluso cerca de ser el entrenador del Zaragoza. ¿Puede volver esa posibilidad algún día?

—Siempre se dice que en el fútbol hay que estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Y yo creo que lo estuve. Estuve en un Zaragoza que había alcanzado un nivel general tan bajo que no era descabellado que Emilio Larraz pudiese ser el entrenador del equipo. Digo con humildad que, en un Zaragoza normal, y lo digo habiendo sido abonado, jugador de categorías inferiores y entrenador del filial, el perfil de Emilio Larraz era impensable que pudiese entrenar al primer equipo. Pero en ese momento sí, y creo que no hubiera sido una decisión desacertada, no por mí sino por apostar por alguien de casa que se lo ha ganado todo a base de trabajo y que tiene el reconocimiento de la gente del fútbol de Aragón. Creo que habría sido aceptado por la afición y habría salido bien.

—Ese Zaragoza del que habla hace años que no existe. Viene de pelear por no bajar a Segunda B, por ejemplo. ¿Cómo lo ve ahora?

—Se empezó mal porque se empezó despreciando la categoría. Se pensó que las decisiones deportivas no eran importantes, que el Zaragoza iba a subir de cabeza a Primera. El tiempo ha demostrado que no, que las decisiones fueron equivocadas. Eso ha hecho que cada vez sea más un club de Segunda que de Primera. Hoy en día, lo que hay que tener claro es que el Zaragoza es uno más de Segunda. No es ni mucho mejor ni mucho peor que los demás y en ese contexto hay que trabajar dando mucha confianza a la gente que trabaja contigo, y tratando de aprovechar cada temporada lo que ha valido, pero no se puede empezar todos los años de cero. Ahora ya se está cuestionando a Natxo, pero yo tengo el absoluto convencimiento de que nadie puede sacarle mayor rendimiento a esa plantilla que él. Lo conozco de toda la vida y sé que es una persona que siempre ha sacado lo máximo de las plantillas que ha entrenado. Lo que pasa es que se ha trasladado la opinión de que la plantilla del Zaragoza es extraordinaria y no es así. No es mejor que las demás, es una plantilla del montón de Segunda. Dando confianza a la gente que trabaja allí se puede estar arriba porque, al final, es una categoría que se puede ascender siendo sexto, pero nadie se puede echar las manos a la cabeza porque esta plantilla pierda en cualquier campo de Segunda.

—No es lo mismo perder compitiendo que ser goleado jugando con tres velocidades menos.

—Cuando un equipo comienza a transmitir sensaciones negativas, que es lo que le está pasando ahora, es un error hacer único culpable al entrenador. Tampoco se le ponía como único responsable cuando las sensaciones eran positivas. El Zaragoza está en un proceso normal cuando tu equipo no es ni mejor ni peor que los demás. Con confianza y autocrítica desde todos los estamentos se puede llegar a estar entre los seis primeros o tener una base para la próxima temporada. Si de lo que se trata es de buscar un culpable para esconder que todos somos un poco culpables, se acabará echando a Natxo y seguirá el bucle.

—¿Lo ve más problema de club?

—Si el Zaragoza, hoy en día, tiene una plantilla de un nivel de 6 y todo lo que rodea al club transmite confianza, apoyo y autocrítica, esa plantilla puede llegar a dar un 7 y estar entre los seis primeros. Pero nunca dará un 9 porque no lo tiene. Si además se mete presión y se desestabiliza, probablemente bajará a un nivel de 4 y tenga problemas como el año pasado.

—¿De qué conoce a Natxo?

—Cuando yo empecé a entrenar en los juveniles del Oliver, él estaba en los del Alavés; nos enfrentamos en una fase de ascenso, él con el Alavés B y yo con el Andorra; también cuando yo estaba en el Principado de Andorra y él en el Reus; con el filial también en Segunda B… Comenzamos muy parecido y luego a él le han ido mejor las cosas. Pero somos entrenadores que llevamos 30 años y sé que es muy solvente.

—Se le achaca ser metódico.

—Que los entrenadores tengan un método es una virtud. El defecto sería no tenerlo, ir a bandazos. Natxo tiene un método porque lleva muchos años trabajando y muchos años confeccionando una manera de trabajar los equipos que le ha ido bien. Cuando él impuso ese método a principio de temporada se le alababa y ahora se le critica. Pero los resultados no son consecuencia del método, sino del potencial de la plantilla. Luego tiene que ver con estados de ánimo, estados de forma y el ruido exterior. Si transmite confianza al grupo, dará un poquito más. Si transmite nerviosismo, dará menos.