—¿Cuáles son sus primeras sensaciones en Zaragoza? ¿Se ha encontrado lo que esperaba?

—Sí. De momento, muy contento. He tenido un recibimiento muy cariñoso y todo es un poco como me lo esperaba: un sitio grande y con mucha repercusión.

—Se le ve bien informado de lo que es el Real Zaragoza y el significado que tiene en la ciudad.

—Para los de mi generación el Zaragoza ha sido un referente en el fútbol español. Hemos crecido con el Zaragoza ganando títulos. Cuando yo empezaba a conocer bien el fútbol, entre los 15 y los 25 años, el Zaragoza era un referente, uno de los mejores clubs de España a nivel de resultados y de calidad. No me sorprende nada, sé lo que es el Zaragoza. Además, desde el punto de vista profesional, me he informado, he seguido muchísimo la Segunda División y soy consciente de lo que significa este club.

—¿Cuántas preguntas le ha hecho a Mario Gibanel, el aragonés que trae de segundo entrenador?

—Con Mario ya hablaba mucho del Zaragoza desde que estuvimos trabajando juntos en el Lleida. Además, el Zaragoza es un club por el que yo, desde fuera, siempre he sentido interés y admiración. Me parece un club muy grande. Los últimos años está pasando un pequeño calvario porque está en una categoría que no le corresponde, ni al club, ni a su historia, ni a su afición. Pero esta es la realidad y con ella tenemos que lidiar.

—¿Por qué trabaja con él? ¿Qué es lo que le aporta?

—Es un aragonés del Real Zaragoza, que quede claro. A mí me quedó muy claro cuando lo conocí hace tres años. Mario me aporta todo. Es un profesional espectacular en el día a día de los entrenamientos, es muy bueno en el análisis del rival y en la lectura de los partidos desde el banquillo. Es una persona de mi máxima confianza. Conecté con él desde el primer día en el Lleida. Tuvimos un año muy complicado por impagos y otros problemas y la realidad es que sin la energía de Mario no hubiéramos llegado donde lo hicimos. Es energía positiva en su máxima esencia. Yo creo mucho en la energía y, desde luego, con Mario me iría al fin del mundo.

—¿No le destacó ningún aspecto en concreto?

—No. Me habló, sobre todo, de la potencia que tiene el zaragocismo, para lo bueno y para lo malo. Es una realidad que el zaragocismo es enorme. Lo es en los buenos momentos y en los malos, porque puede haber más críticas que en otros sitios. Pero, bueno, para mí eso es una motivación.

—Ya sabía que iba a ser entrenador del Zaragoza y estaba viendo el ‘playoff’ desde la grada. ¿Qué sensaciones tuvo?

—Evidentemente, crees que vas a ser aunque no tienes la confirmación. Estas cosas, ya se sabe, que hasta que no se firman, no lo eres. Pero estuve deseando lo mejor, claro, por el hecho sobre todo de que el lugar que le corresponde al Zaragoza es otro.

—¿Cuáles son los trazos sobre los que quiere cimentar su estilo futbolístico en el Zaragoza?

—Este año el equipo ya jugaba bien, ya intentaba proponer y llevar la iniciativa. Va un poco por ahí. No me gusta hablar porque creo que los entrenadores tenemos que prometer menos y dar más. Hay que trabajar entre semana para que el equipo sepa transmitírselo el domingo a su gente. A mí me gusta, sobre todo, que seamos activos, que no salgamos a los campos a ver qué pasa sino a proponer cosas.

—¿Se parecerá algo su Zaragoza al de Natxo González? ¿Cuántas cosas podrá aprovechar del equipo del año pasado?

—Seguro que se parecerán mucho. A mí me gustaría que el Zaragoza de la segunda vuelta se pareciera al nuestro porque eso querría decir que estamos en puntuación de lo mejor. Entiendo que cada entrenador tiene sus matices. La plantilla, aunque mantiene su estructura, va a tener cambios significativos en alguna posición importante y eso nos condiciona a todos. A partir de ahí, somos un cuerpo técnico nuevo y tendremos que adaptarnos también. Pero es verdad que el equipo hacía muchas cosas bien y nosotros tenemos que tener la inteligencia suficiente para aprovechar eso.

—¿Se le puede encajar dentro de unas preferencias en cuanto a sistema de juego o no tiene rigidez en el estilo?

—El sistema es un punto de partida desde el que los equipos se organizan. A partir de ahí, se mueven el balón y los jugadores, con la pelota o sin ella. Me importan más los comportamientos que el sistema. El sistema es un punto de partida. Podemos hablar del rombo, por ejemplo, como sé que se ha hablado mucho aquí este año. Pero si yo en el rombo pongo a Papu en la derecha y a Pombo en la izquierda, estoy jugando un 4-3-3. El sistema, al final, es un punto de partida para que nos organicemos. A partir de ahí, lo importante es que los jugadores entiendan el juego y sean capaces de comportarse en función de lo que nos interese en cada momento.

—¿La táctica tiene tanta importancia como se le da?

—En el fútbol todo es táctica, todo tiene que ver con una idea. Pero luego están las emociones. ¿Cómo se puede valorar el impacto que ha tenido la energía de La Romareda en el equipo? Es difícil. No es lo mismo salir a La Romareda pensando que si pierdes un balón te van a pitar, que saber que te van a aplaudir aunque lo pierdas. ¿Qué es más importante: la táctica o las emociones? Un poco todo. Para mí, lo más importante es la energía. Sería muy importante que pudiéramos mantener esta energía que se ha generado en los últimos meses.

—En La Romareda gustan los entrenadores valientes. ¿Imanol Idiakez lo es?

—Me gustaría decir que sí, pero ahora lo tengo que demostrar.

—Hablaba antes de los cambios significativos que va a haber en alguna posición. Por ejemplo, el de Borja Iglesias, que no va a estar. ¿Cómo se sustituye a un futbolista que ha tenido tanta influencia en el juego del equipo?

—Debemos tener la capacidad de olvidarnos de él. Borja ya no está, ha venido Jeison, llegará otro y debemos pensar que son los mejores del mundo. Y con esos irnos a la guerra a pelear por el Zaragoza.

—Habla de los futbolistas con mucho conocimiento, como si los hubiese entrenado ya, como si hubiese visto cien partidos del Zaragoza.

—He visto muchos. Durante el año, desde Chipre, porque he seguido la Segunda División y al Zaragoza lo televisaban muchas veces. En la parte final de la temporada, además, cuando la cosa iba destinada a venir aquí, me he puesto a analizar en serio el equipo. He visto 15 o 20 partidos, sí.

—El otro cambio significativo sería la marcha de Cristian Álvarez. ¿Le preocupa mucho que decida irse?

—Me gustaría que se quedara y mucho. Tengo confianza en que se va a quedar.

—¿Se lo ha dicho Cristian?

—No he hablado con él, pero espero que se quede y que dentro de un año se alegre de haberse quedado.

—Hablaba antes de La Romareda y de la fuerza que transmite la afición. ¿Un estadio puede subir a su equipo a Primera División?

—Es difícil cuantificar algo tan incuantificable, pero con La Romareda a favor, entre 10 y 15 puntos nos daría. Así de claro lo veo. Creo de corazón que entre todos tenemos que conseguir que la gente se conciencie de lo importantes que son. Los aficionados, a veces, no se dan cuenta de lo importantes que pueden llegar a ser para nosotros, para los profesionales. En un sitio donde el sentimiento de equipo es tan grande, donde la gente que es del Zaragoza es tan del Zaragoza, creo que tenemos que hacérselo llegar. Vamos a partir con una desventaja económica respecto a unos cuantos equipos y eso lo podemos suplir con La Romareda. Se ha comprobado este año. Cuando estás acostumbrado a que tu equipo esté 50 años en primera, cuando bajas no se asimila. Pero este año ha habido un cambio, la gente se ha dado cuenta. Yo en eso voy a insistir. Da igual que esté Idiakez o Natxo González, da igual cómo se llame el entrenador. Aquí hay una cosa mucho más importante y es el Real Zaragoza. Si La Romareda empuja, creo que puede haber 15 puntos más, que son los que te pueden hacer estar ahí.

—Los principios de Liga son muy importantes para lograr eso a lo que se refiere, para enganchar a la gente. Y eso pasa por lograr buenos resultados en las primeras jornadas.

—Que nadie dude de que vamos a hacer todo lo que esté en nuestra mano para que eso pase y la gente siga enganchada.

—Estuvo en el último partido de la temporada, en La Romareda ante el Numancia, y vio todos los sentimientos que afloraron en el césped y en la grada después del partido. ¿Qué pensó?

—Que ese sentimiento lo tenemos que poner en valor. Lo tenemos que coger con las manos, meterlo en una caja y protegerlo como un tesoro. Ese sentimiento es del que nos tiene que llevar en volandas.

—Ha cambiado un tanto su discurso respecto al que se mandaba algunos de los años anteriores. En su presentación ya dijo que el Zaragoza solo puede tener un objetivo.

—Sí, pero no voy a decir la palabra (ascenso) por superstición. Estamos en el Real Zaragoza y decir otra cosa es engañarnos. Lo que hay que enseñarle a la gente es que eso pasa después de 42 semanas peleando como bestias. Si vengo aquí y me pregunta dónde debe estar el Zaragoza, yo tengo que contestar eso porque el Real Zaragoza es uno de los mejores clubs de España.

—¿Cuáles han sido sus influencias en el banquillo?

—Hace poco leí un tuit muy bueno que decía: ‘Me gustaría atacar como Guardiola, presionar tras pérdida como Bielsa, contraatacar como Klopp y, si no soy capaz de robar el balón, defender bajo como Simeone’. A mí me gustaría que mis equipos fueran perfectos, como a todos los entrenadores. Es mi aspiración y mi trabajo. Una gran influencia en mi vida fue Juan Manuel Lillo. Me abrió una mirada diferente del juego. Con 30 años ya tenía esa necesidad de entender el juego y esa visión que me introdujo me ayudó un montón.

—Tuvo una larga carrera como jugador, sobre todo en equipos de Segunda B. ¿Cuándo se dio cuenta de que quería ser entrenador?

—Yo era mediocentro y siempre me gustó el juego. Seguramente un extremo siente el fútbol de otra manera, pero cuando eres mediocentro tienes un montón de estímulos alrededor que tienes que controlar. Tuve una lesión muy grave con 20 años y eso me condicionó físicamente, lo que me hizo pensar todavía más. Desde mis inicios sentía el entrenador dentro, quería tratar de entender por qué pasaban las cosas en el juego y se fue desarrollando en mí ese sentimiento. Con veintipico años ya tenía muy claro que quería ser entrenador. Es una profesión preciosa, pero requiere muchas cosas. Hay que preparar entrenamientos, estar pendiente de lo que pasa alrededor de los jugadores, tratar de entender el juego cada día mejor, ser capaz de transmitirles a los jugadores cómo competir... Se trata de mejorar todas las variables que uno cree que debe tener como entrenador. Y en ese proceso estoy, en el de intentar ser mejor cada día.

—¿Ha hablado con Alberto Zapater, que es el punto de referencia del vestuario, casi del club?

—No he hablado, pero estoy deseando que llegue el día 9, juntarme con él y tener una buena charla. Soy consciente de lo que significa Zapa para el equipo y tengo muchas ganas de conocerle.

—El 90% de la plantilla de la próxima temporada va a ser la misma. ¿A nivel cualitativo da para poder aspirar a ser primero o segundo?

—Vamos a hacer todo lo posible para que dé. Hemos perdido un jugador con un valor difícil de cuantificar. Borja va a jugar en Primera División. No sé en qué Liga, pero lo hará, y tenemos que ser capaces de adaptarnos a eso. Porque al mismo tiempo, el resto de la plantilla también ha ganado valor, y lo ha ganado en el campo con su rendimiento.

—¿Hay algún jugador que vea necesario en particular y le pediría al club que no lo vendiese?

—Estoy viendo todos los días un partido o partido y medio para tener la mayor información posible. No conocía a Lalo, pero mi sintonía con él ha sido buenísima y estamos hablando a diario de todo. Por supuesto que si veo algo, le diré lo que pienso, pero también soy consciente de que aquí hay una serie de requisitos, un límite salarial, y tengo que adaptarme a lo que diga el club. No obstante, siento confianza con Lalo, y los dos queremos lo mismo para el Zaragoza.

—¿Por qué han preparado una pretemporada de nivel tan exigente en cuanto a amistosos, con cuatro rivales de Primera División?

—Bueno, para competir, no sé. No le doy mucha importancia a los resultados de la pretemporada. Está el fútbol lleno de casos de pretemporadas buenas que se han convertido en temporadas horrorosas y viceversa. La pretemporada está para lo que está. Hasta que no empiece el primer partido de competición, todo lo demás se puede parecer pero no es lo mismo. La pretemporada la tenemos para hacer mil pruebas, mil historias, pero hasta que no pita el árbitro en la primera jornada, nada es de verdad.