Repiten el entrenador y los jugadores del Real Zaragoza, casi todos nuevos como bien se sabe, la buena impresión que les ha causado La Romareda. Andan con pies de plomo esta temporada, después de que años atrás algún que otro torpe se atreviese a exigir otros comportamientos, a criticar la lógica crítica de una grada que lleva soportando disparates deportivos desde hace un decenio. Natxo González dijo bien pronto que no era quién para pedir nada al zaragocismo. Sabía, se lo habían explicado bien, que a la nueva gente que puebla el coliseo zaragozano le hace falta bien poco para empujar a su equipo hasta donde se deje. Así ha sido en los tres primeros partidos de Liga en casa, en los que el Zaragoza ha vuelto a ser peor que su gente. Únicamente ha sumado dos puntos de los nueve posibles, solo ha marcado dos tantos, no ha ganado, siempre ha encajado goles... La primera consecuencia la cuentan los números: es el segundo peor equipo de la categoría en casa, solo por delante del filial del Sevilla, que suma un punto en los mismos encuentros en casa. De hecho, son los dos únicos equipos que todavía no han ganado ante su afición.

El plan de hacer de La Romareda la base sólida sobre la que sostener la temporada se resquebraja en las primeras jornadas. Ha explicado alguna vez su entrenador que el equipo necesita más gol. Es cierto que ataca poco en casa, a excepción de la segunda parte ante el Granada. También lo es que defiende mal. Le han marcado tres goles que le han costado cinco puntos. Con ellos estaría metido en la pelea por el ascenso a Primera, el objetivo y la causa por los que tanto ruge su estadio.

Bien está que el Zaragoza se queje de los arbitrajes y que trate de pedir paciencia en la parcela deportiva. En reconocimiento paralelo debería admitir algunos de los errores que viene cometiendo sobre el campo para saber en qué dirección buscar el éxito. Frente al Nástic, por ejemplo, árbitro al margen, no fue ni mucho menos mejor que su rival con el partido nivelado en cuanto a piezas. Generó poco y sufrió atrás. En la segunda parte, con uno menos, no supo situarse para que su enemigo le hiciese menos daño. Recibió ataques desde todas las zonas y solo contuvo el marcador gracias a su portero. Le remataron veinte veces a puerta, en una especie de asedio creciente que no pudo resistir hasta el final. Al otro lado solo chutó seis veces.

No fue mejor la tarde ante el Alcorcón, en la que solo fue capaz de generar una ocasión de gol en 90 minutos. Fue un disparo de falta al palo. Los graves errores cometidos en defensa abrieron el camino del enemigo, muy fuerte atrás. Marcó en uno de los tres mano a mano que tuvo y liquidó el partido. Frente al Granada, bien se sabe que el Zaragoza mereció más. Lo condenó otro error en el centro de la zaga, esta vez de Jesús Valentín.

Hace años que se habla de la incapacidad que tiene el Zaragoza en casa. Unas veces se ha achacado su fracaso a la falta de personalidad de los futbolistas para jugar en La Romareda, otras al miedo, o a la necesidad que late en el ambiente, las más a la exigencia de su afición. Este año no puede poner ni un pero a su gente, así que debe buscar las causas en otro lado. Siendo el segundo peor de la categoría en casa, no le alcanzará para ningún objetivo. Ni siquiera si es un equipo del montón de los malos. De momento lo es, en casa y fuera, donde curiosamente ha marcado más goles (4). Seguramente por eso ahí sí ha sumado una victoria.