Fue un naufragio absoluto, de cabo a rabo, un partido que deja totalmente anulado ya lo poco que quedaba del efecto Raúl Agné, de la reacción que experimentó el Zaragoza con la llegada del técnico de Mequinenza. El Cádiz tuvo un plan, esperó a su rival y le ganó en todas las batallas del campo, en espíritu y en capacidad al contragolpe, aprovechando, esta vez, el flanco derecho, con Fran superado y Lanzarote ausente. Lo peor, con todo, fue el ver a un espectro sobre el Carranza, un equipo inerte, sin capacidad de reacción conforme el Cádiz aumentaba su renta en una imagen desoladora.

Con un terreno de juego pesado por la lluvia, la que cayó antes y durante el partido, el Zaragoza decidió desistir del pleito, casi ni hizo acto de presencia. Fue la viva imagen de un conjunto sin alma, sin carácter que solo lleva a sus aficionados, a los pocos valientes que había en el Carranza y al zaragocismo a sentir impotencia y bochorno. Además de miedo, porque al nivel de ayer este equipo tiene que mirar más hacia abajo, con el descenso a tres puntos, que hacia arriba, donde a falta de lo que pase hoy tiene la promoción a otros tres y el ascenso directo a siete.

Es difícil saber si el partido fue el peor del curso, porque fuera de casa, donde el Zaragoza lleva cuatro puntos en nueve salidas en una estadística para llorar, ha habido otros muy malos (Numancia, Sevilla o Levante), pero sin duda fue el encuentro de peor imagen con Agné, lo que provoca mayor desazón al ver que la reacción con el entrenador de Mequinenza tras la destitución de Milla se ha quedado ya en nada. Ahora, la esperanza, la triste esperanza, se centra en enero, en los refuerzos. Varios, sobre todo atrás, necesita el equipo zaragocista.

El Cádiz, un recién ascendido, con Ortuño, que salió por la puerta de atrás del Zaragoza, de referencia, y con orden en el campo y velocidad en sus alas, fue mejor, muy superior. Y además se topó con goles al comienzo de cada tiempo que terminaron por derrumbar la floja estructura zaragocista en el Carranza.

Con Bagnack de regreso al eje y con Erik Morán junto a Zapater y Álex Barrera en la banda, el Zaragoza echó mucho de menos a Javi Ros y no tardó en encajar el primer golpe. Le dio el Cádiz el balón y puso una tela de araña con una medular, con Garrido, José Mari y Abdullah, que cerró vías al fútbol zaragocista, lo que tampoco era muy difícil.

El plan al Cádiz le salió bordado, empezando por el primer gol, donde Álvaro citó a Fran, le superó con facilidad, para que Salvi marcara el primer tanto antes de que el reloj llegara a los diez minutos. El Zaragoza aumentó los nervios y trató de entrar por el centro, ciego por los carriles, donde ni Barrera ni Lanzarote profundizaban con acierto. El equipo, además, se mostraba desordenado en los repliegues tras las pérdidas y José Enrique aumentaba la sensación de descontrol con errores puntuales de un jugador hasta ayer solvente.

Un centro de Salvi que despejó Cabrera y un buen corte de Bagnack mostraron que el guión seguía siendo amarillo, si bien Cani, el único que tenía cierta luz, pudo empatar tras una contra armada por Ángel y que el mediapunta no supo finalizar bien tras recortar a Aridane. Sankaré tapó con arrojo su disparo.

SENTENCIA Y CAMBIOS / El Cádiz acabó muy cómodo la primera parte, dando la pelota a su rival y defendiendo con orden, dejando muy pocos espacios a un Zaragoza lleno de mediocridad en la creación que dejaba claro que Erik Morán y Zapater nunca van a casar bien en la medular. Con la mínima ventaja gaditana se llegó al descanso y el partido se acabó a los dos minutos de la reanudación, con el segundo gol local.

La banda derecha de Fran fue de nuevo la autopista por la que el Cádiz encontró premio. Con Lanzarote silbando y sin ayudar al lateral, entre Álvaro y Brian cocinaron el tanto que Abdullah, anticipándose a los centrales, se encargó de enviar a la red.

Agné recurrió a Juan Muñoz a la desesperada, buscando que un gol rápido metiera al Zaragoza en el partido. Sin embargo, el equipo decidió bajar los brazos. Fue una caída progresiva, imparable, que convirtió la segunda mitad en un espanto para los ojos de cualquier zaragocista que sienta un poco estos colores.

Ortuño tuvo el gol, pero Ratón rechazó su remate y Agné se jugó la carta de Xiscu en lugar del desaparecido Erik Morán, dejando a Zapater solo en la medular y con cinco futbolistas de ataque. A la desesperada, mientras Álvaro Cervera metía fútbol y consistencia con Eddy y Nico, el Zaragoza ya terminó de romperse en el campo. Dos tímidas llegadas de Xiscu y Juan Muñoz, y un mal control del delantero sevillano a pase de Zapater, supusieron el canto del cisne para el equipo zaragocista, que encajó el tercer gol cuando más expuesto estaba. Ortuño, a pase de Nico y aprovechando que la defensa, sobre todo Bagnack, tiró mal el fuera de juego, colocó el balón en la escuadra tras un recorte en un gol con el doloroso sello de la reivindicación del delantero murciano.

Ahí cayó el telón. Los jugadores pidieron perdón a los zaragocistas que viajaron. Tenían que haber hecho mucho más en el césped, donde el naufragio fue absoluto en un partido de terrible dolor e impotencia.