Camino de los 28 años, Jaime Romero ha llegado al Lugo con las pilas puestas tras media temporada en el Córdoba, donde nunca se adaptó. El manchego, que pasó por el Zaragoza dos cursos (14-16), anuncia un jugador nuevo, más maduro y que ya ha dejado atrás sus problemas con las lesiones, sobre todo musculares y en los isquiotibiales al ser un jugador tan explosivo por su velocidad. «A veces lo hablo con mi padre y con mis amigos que he tenido siempre lesiones en los momentos más claves, en los que sin ellas las cosas podían haber cambiado», dice el futbolista, que tilda de muy especial jugar el domingo en La Romareda.

De indudables condiciones futbolísticas, rápido, con desborde y con gol, sobre Jaime siempre pesaron en su etapa en el Zaragoza, y también antes, sospechas de que su vida y su carácter tenían que ver con tantas lesiones musculares: «Son gilipolleces, tonterías... Cuando una persona tiene una circunstancia mental y al hacerle resonancia está roto, pues no será tan mental. He llegado a entender las cosas que me pasaban y las he corregido. Ya sé por qué me pasaba». Lo averiguó de hecho en su estancia en Zaragoza. «Me llevó Ángel Martín (director deportivo) a un fisio en Pamplona, Jurdan Mendiguchia, que ahora ya es muy amigo mío. Es uno de los mejores en el mundo en el tema de los isquios. Era una cuestión física. Me faltaba fuerza en el glúteo, tenía algo en el psoas y había que hacer un trabajo específico. A partir de ahí tengo lesiones como puede tener cualquiera, pero no es el tema de estar siempre entre algodones».

La otra sospecha sobre Jaime es el carácter especial que siempre ha tenido. También lo admite, pero no como una circunstancia negativa: «Mi carácter no tiene nada que ver en que haya llegado más o menos lejos. Es un poco especial, es cierto, aunque ahora ya algo menos. Antes tenía más pronto, era más complicado de llevar, pero también eso me ha ayudado a levantarme. Me han operado de la rodilla dos veces (la segunda en Zaragoza, en la temporada 15-16), y son cosas difíciles de superar. Yo nunca he tenido conflictos, me llevo bien con todo el mundo y soy ambicioso, siempre quiero más», indica.

Orgulloso de levantarse

Desde que irrumpió en el Albacete en el 2009 dejó claro que había un jugador con mucho futuro, inmenso por cualidades y Udinese apostó fuerte por él. Su carrera, con hasta ocho equipos desde que abandonó las tierras manchegas, ha tenido altibajos. «He jugado 70 partidos en Primera, eso no lo hace todo el mundo. ¿Sí podía haber estado en la élite toda la vida? Pues no lo sé. Lo que sí estoy es muy orgulloso de haberme levantado siempre tras vivir muchas cosas negativas», explica, antes de avisar de que el mejor Jaime está por darse: «Todavía tengo tiempo y algún día llegará. Ahora estoy más tranquilo, más maduro. Pero el fútbol también tiene muchas cosas, caer en el sitio adecuado y en el momento justo es clave. Si Osasuna en vez de bajar el año pasado se queda a mitad de tabla pues todo luce más. Yo me sentí bien en esa temporada en Pamplona».

No lo logró en Córdoba, donde admite que «estaba mal». Dio el paso de salir al Lugo, cedido con opción de compra obligatoria en caso de ascenso a Primera, y ha empezado con dos goles en tres partidos y siendo ya importante. «Necesitaba cambiar. Era algo personal pero también por la inestabilidad del club, por no tener un campo de entrenamiento en condiciones o porque fallaban cosas que no tenían que fallar. Eso sí, la culpa fue mía por no saber adaptarme», dice, antes de admitir el objetivo tan difícil como ambicioso del ascenso a Primera con su nuevo equipo.

En el Zaragoza rozó ese ascenso en la primera temporada, la 14-15, frustrado en Las Palmas. «Todo el mundo que estuvo en ese partido lo tiene en la memoria. Fue difícil de asimilar porque nos veíamos en Primera y sabemos lo que supone eso allí. Ese partido lo tenemos marcado. Ese año fue bueno para el equipo y para mí (28 partidos, siete goles), aunque tuve dos lesiones musculares. Podía haber dado hasta más». En la siguiente temporada, la 15-16, se rompió la rodilla a principios de octubre ante el Alavés y todo se truncó. «Al Zaragoza le tengo un cariño especial, es prácticamente mi segunda casa tras el Albacete. A mí me encantaba jugar allí».

De hecho, el Zaragoza, junto al Granada, es el equipo donde más tiempo ha estado desde que abandonó el Albacete. «Pero allí se juntaron un cúmulo de circunstancias que me llevaron a estar muy a gusto, a sentirme muy querido por los zaragocistas», admite antes de llegar como enemigo el domingo en La Romareda, donde su exequipo lucha ahora por no descender. «Yo no le veo con aspecto de bajar, de verdad que no. Veo una buena plantilla. Irán hacia arriba».