Cristian Álvarez regresa este domingo a Vallecas en el, seguramente, punto más álgido de su carrera profesional. En Segunda´División y con 32 años, sí, pero exigido por el fútbol sin atender a categoría ni edades. Pese a que no le gusta, por timidez, ocupar primeras planas ni programas que elogien su labor, esta temporada se ha visto arrastrado por la ola de la fama hasta la más profunda de la admiraciones. Sobre todo de una afición zaragocista que asiste perpleja a los partidos del portero, pieza fundamental para que el equipo de Natxo González sobrevuele el ascenso en sus dos versiones. El rosarino es el arquero de moda y el mejor. En once encuentros de los 29 que ha participado no le han batido, en la mayoría de las ocasiones porque el argentino ha obrado milagros sin darle magnitud alguna a ese don sobrenatural que él aplica con natural humanidad. Como cuando cogía el metro para desplazarse a lo entrenamientos del Rayo de Paco Jémez y los periodistas perseguían a ese personaje tan particular para que les explicara los porqués de su humildad en un mundo donde prima la ostentación hasta en el frasco de colonia. Así contestó entonces a la pregunta de si Vallecas es un barrio de derrotados. "Si fuera así, esa derrota es la que más admiro, porque veo en ella un punto de superación en el día a día, de supervivencia o de valentía… Esa gente es la que sostiene el mundo con unos trabajos, a veces, muy duros, y la que te demuestra que tú no eres más importante que ninguno de ellos".

El Real Zaragoza, con su ángel de la guarda, jugará en casa del Rayo la primera de las finales para subirse al tren de los aspirantes al ascenso directo. Y Cristian tendrá que meter horas extras porque el equipo de la barriada madrileña, además de su racha de una sola derrota en las últimas 13 jornadas, (en Gijón), es el que más goles marca. En su cartuchera luce 55 muescas, 34 de ellas en su estadio, lo que le convierte en el segundo con más puntería cuando actúa de local. Su opulencia rematadora no es casual. Alimenta su fútbol con con una amplia y variada nómina de atacantes verticales, veloces, hábiles e insaciables y de una segunda línea no menos voraz.

Raúl de Tomás, con 19 dianas (una de ellas en la ida en La Romareda), capitanea un ejército de corsarios ofensivos. Fino, despierto, sobrado de talento y recursos y, sin embargo, maldito para la élite por su halo de irregularidad, es una vieja y siempre frustrada aspiración del club aragonés. Después de cuatro cursos en el Toulouse y de una anterior etapa española en Mallorca, Elche y Sporting, donde coincidió con el exzaragocista Abel Aguilar y con el sevillista Ben Yedder, el argentino Óscar Trejo volvió este verano al Rayo, donde militó la campaña 2010-2011. Con diez goles, este punta polivalente es el segundo de abordo en la lista de artilleros. El tercer mosquetero, con 7 tantos, se llama Adrián Embarba, un pequeño y eléctrico regateador que no pasó el filtro del Castilla al Real Madrid y tuvo que buscarse la vida incluso en Tercera antes de aterrizar en Vallecas. De esos puñales que llevan el 65% de los goles de su equipo, el de Embarba es el que mejor conoce Cristian de su experiencia en Madrid. Por si no fuera suficente amenaza, en la pecera de las pirañas esperan con afilada vocación atacante Javi Guerra, Bebé, Manucho o Chori Domínguez...

Cristian Álvarez tendrá enfrente a un rival que sólo ha dejado de batir en casa la portería rival en una ocasión. Otro reto de envergadura para este pasajero que viaja tan campante en metro por la ciudad y por la vida pero cuya estatura competitiva alcanza ya la de un rascacielos con pararrayos. Sus compañeros, además, son jinetes en la tormenta.